En las últimas dos semanas, La Habana se ha transformado en un territorio abierto, uno donde se han multiplicado acciones de arte, performances, instalaciones y esculturas en el espacio público que, ocupando edificios, bibliotecas, fundaciones, además de las tradicionales instituciones artísticas como el Centro Wifredo Lam o el Centro de Desarrollo de Artes Visuales, han dado cuenta de la línea curatorial de su Bienal, Entre la Idea y la Experiencia. La 12° Bienal de La Habana se centra en procesos creativos transdisciplinarios contextuales, donde la inclusión social, la interconexión y el rescate de las dinámicas locales, junto con el tejido urbano, son fundacionales.
Cuando en noviembre del 2014 la curadora y especialista en arte chileno Margarita Sánchez vio el trabajo de Francisca Benítez la invitó a crear una nueva obra procesual, interdisciplinaria y de inclusión social, siguiendo las líneas curatoriales de la presente edición de la Bienal. La artista chilena asentada en Nueva York propuso Son en Señas, una performance participativa, una creación colectiva que explora la poesía en Lengua de Señas Cubana. Para ello se puso en contacto con la ANSOC, la Asociación Nacional de Sordos de Cuba, y el resultado de este trabajo colectivo impactó por su fuerza visual y de contenido.
En este entrevista, Benítez nos ofrece la posibilidad de conocer más en profundidad lo que ha sido el desarrollo de esta obra.
Mariella Sola: ¿Me podrías hablar de la toma de posición en tu trabajo en estos últimos años, lo que ha llevado a que sea seleccionado para esta 12° Bienal de La Habana?
Francisca Benítez: En los últimos años mi trabajo ha ido evolucionando hacia una interacción más directa con el público, creando acciones performativas que subvierten los límites establecidos, creando inesperadas áreas de coexistencia, interacción y diálogo. Canto Visual, por ejemplo, es una performance de un mes de duración que transformó temporalmente el Museo de Artes Visuales en Santiago en una escuela de lengua de señas, originando un espacio inédito de interacción entre sordos y oyentes. En esta obra colaboré con Nerven & Zellen, Alexeis Estibill y Alejandro Ibacache, realizando esta investigación interdisciplinaria, experimental y colectiva en torno a la Lengua de Señas. Otra obra en la que desarrollé esta idea es Discurso Visible, una acción creada específicamente para la Trienal de Arquitectura de Lisboa, en la que intervine los discursos públicos de artistas, arquitectos y políticos, posibilitando la inclusión de la comunidad sorda local, facilitando interpretación en lengua de señas y a la vez generando una escuela abierta en el medio de una plaza pública.
La poesía siempre está presente en mi trabajo y de manera más literal en mi reciente performance Soliloquio en Señas, creada específicamente para el proyecto PIER 54 en Nueva York (2014), donde recité un soliloquio en lengua de señas (principalmente ASL, pero con elementos y palabras de LSCh), a la vez que recorría lentamente el muelle 54 de dicha ciudad, integrando tanto lo premeditado con la improvisación.
M.S: ¿Hay algo de querer dar visibilidad en tu trabajo a ciertas minorías?
F.B: Si también hay algo de eso; en esa acción de mirar el mundo con lupa, aparecen realidades y dimensiones invisibles, postergadas o consideradas irrelevantes, que muchas veces con mi trabajo me encargo de analizar, poner en valor, o incluso denunciar, según sea el caso.
Como bien ha dicho el docente, teórico y activista sordo Paddy Ladd, la situación existencial de las comunidades sordas que se comunican en señas es fundamentalmente la de una minoría lingüística más que la de un grupo discapacitado, y lamentablemente las personas oyentes se han olvidado de cómo una comunidad que se comunica en señas puede enriquecer la forma en que se comunica la sociedad. Mi proyecto se enmarca en una importante etapa de renacimiento de la cultura sorda a nivel mundial que estamos viviendo desde los años 70, luego del oscuro siglo del Oralismo que reprimió fuertemente las lenguas de señas a través del mundo.
Tuve la oportunidad de asistir a la asamblea que se realiza cada dos años de balance provincial, donde pude apreciar la fuerza política y cohesión de la comunidad sorda en Cuba. Una de las demandas principales era el acceso a la educación superior y el acceso (y subvención) a las tecnologías de telecomunicaciones.
M.S: ¿Cómo fue el proceso de tu obra en el contexto cubano? Imagino que aportó mucho a tu trabajo…
F.B: Esta experiencia fue muy intensa, pues yo nunca había estado en Cuba. Concebí la obra como una pregunta, como una forma de conocer la cultura local, y una manera de construir algo colectivamente, donde todos estábamos aprendiendo y donde la estructura de trabajo era completamente horizontal. La comunidad sorda cubana se mostró muy entusiasta, comprometida y abierta a la experimentación. Fue inolvidable y estoy infinitamente agradecida por la recepción y participación.
Mis performances intentan abrir espacios inclusivos de participación ciudadana y de educación abierta, existiendo en los límites entre lo simbólico, lo experimental y lo práctico. Son obras que estimulan una audiencia participativa, libre de elegir su nivel de involucramiento, en donde a mayor participación, más sentido toma la obra para los involucrados, en otras palabras, la audiencia es libre de transformarse en actor principal.
M.S: Me llamó mucho la atención el carácter fuertemente expresivo del trabajo, con una belleza casi coreográfica, con una energía teatral presente en la performance. ¿Es una especificidad de su presentación en Cuba o fuiste tu quién imprimió ese textura al trabajo?
F.B: Son en Señas fue una creación colectiva. Cada participante aportó lo suyo, y en conjunto fuimos decidiendo qué hacer. Yo lo que aporté fue un punto de partida, luego me transformé en un performer más. Gracias al apoyo de Fondart, pude llevar al cineasta sordo Alejandro Hidalgo, quién trabajó en el rol de camarógrafo principal. Allá también contamos con la extraordinaria ayuda de Jesús Lugo, un sordo que hizo de camarógrafo secundario y que nos apoyó en logística. Nuestras interpretaciones también tuvieron un amplio rango, desde interpretaciones más literales en lengua de señas pura a otras con más elementos de pantomima. Trabajamos también la idea de performance grupal como también los solos, en una especie de interacción entre coro, dúos y solistas. El registro de las dos semanas de ensayo quedó contenido en un video de 37 minutos de duración proyectado en loop en el primer piso del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales ubicado en San Ignacio 352, Plaza Vieja, y estará en exhibición hasta el 22 de junio, fecha de cierre de la bienal. Lo más interesante, en todo caso, es cómo la obra operó como una semilla que seguirá creciendo en las actividades de la Comunidad Sorda Cubana.
M.S: ¿Por qué elegiste trabajar con Nicolás Guillen, y cómo fuiste seleccionando los poemas?¿Quiénes eran los autores de los otros poemas?
F.B: La verdad cuando estaba esbozando el proyecto mi interés principal era explorar la poesía en señas propiamente tal, vale decir, una poesía que nace en la lengua de señas, no en la traducción o interpretación de un poema creado en la lengua oral escrita. Pero la curadora estaba muy entusiasmada con lo que habíamos hecho en Canto Visual en el MAVI con el Canto General de Neruda, y ella sugirió que considerara la obra de Guillén para mi proyecto. Partí a Cuba con ambas ideas en mente. En el primer día de trabajo me di cuenta que la creación de poemas inéditos en señas requeriría de un tiempo mucho más largo y me pareció más acotado y potente trabajar los poemas de Guillén. Dentro de los participantes estaba Carlos Sánchez, director del grupo cubano de teatro y pantomima Yagruma, cuya influencia se ve en el desarrollo y resultado del proyecto. El poema Asamblea, con el que parte la performance, es de su autoría. Carlos estaba muy contento y dijo que yo “había venido a darle cuerda a un muñeco que ya no tenía cuerda”. Me contó que antiguamente se hacían círculos de poesía en señas y que eso se perdió. Cada participante escogió un poema de su elección. Carlos conocía bien a varios de los participantes y los ayudó a buscar un poema que los reflejara.
Durante los meses de investigación previa, leí varios libros de Guillén y me llamó la atención el amplio rango de su poesía y el sincretismo cultural que emana de ella. Vemos por ejemplo la voz coloquial y el ritmo africano en Motivos de Son y Sóngoro Cosongo, así como también la tradición de la lengua española con poemas en décimas; de ellos mi preferido es el El soldado Miguel Paz y el sargento José Inés, de 1952.
En cuanto a poesía contemporánea, si bien partí con Guillén, terminé con el Sicario y Black Compacto, extraordinarios poetas populares que improvisan en el malecón en el formato del rap, el reggaetón y el beat rhyme.
La raíz afrocubana y la tradición negra era algo que me interesaba explorar, sobre todo en el contexto contemporáneo donde el racismo aún está muy vivo. En Estados Unidos, por ejemplo, en donde vivo hace 17 años, se nota bastante, en especial en la brutalidad policial para con la población afroamericana y en la cantidad desproporcionada de ese sector de la población que está tras las rejas. Este año hemos visto muchos movimientos sociales gatillados por las injusticias del racismo, con demostraciones en Ferguson, Baltimore y a nivel nacional en el movimiento Black Lives Matter.
M.S: Al final de tu performance en el Wifredo Lam, que además abrió de cierta manera la Bienal de La Habana, al desarrollarse luego del discurso de apertura de Jorge Fernández, una vez que se retiraron todos los paticipantes de la performance, dijiste en lenguaje de señas, y luego de modo muy enérgico “Libertad a Tania Bruguera”. ¿Quisieras comentar este gesto?
F.B: Ese gesto generó fricción con la directiva de la Bienal y de la ANSOC, pero creo que abrió una interesante y necesaria conversación. Tania Bruguera es una gran artista a quién admiro mucho, una de las más influyentes de mi generación, incluso puedes ver cómo su trabajo inspira la línea curatorial de la presente Bienal de La Habana. Ella ha tenido muchos problemas desde que intentó rehacer su performance El susurro de Tatlin en la Plaza de la Revolución el pasado 31 de diciembre de 2014, acto que yo no considero que sea contra-revolucionario. Un pueblo capaz de encontrarse en sus espacios públicos y expresar libremente sus opiniones divergentes es un pueblo que practica y lleva la revolución al futuro. Un pueblo con un cierto miedo, que no se atreve a cuestionar al poder, y que ve sus espacios públicos sólo como símbolos de un ideal, no me parece precisamente revolucionario. Es mi humilde opinión, entendiendo que el tema es mucho más complejo que lo que alcanzamos a esbozar en el espacio de esta entrevista, y desde una mirada exterior.
Fuente: Artishock.cl