Otra de las características que redunda en el acierto pleno que rodea a la película es la técnica del stop-motion en la que está rodada, donde el blanco y negro posee un poder hipnótico que te atrapa desde el primer fotograma, y en donde las sombras son tan importantes como las luces, convirtiendo a esta historia de terror para niños en un majestuoso juego de contrastes, donde los gustos del director por este tipo de cine salen a luz en multitud de guiños hacia los grandes clásicos del género a los que Burton homenajea a lo largo de multitud de secuencias (p. ej.: Bambi, Frankenstein, King Kong, etc), lo que convierten a Frankenweenie en una nueva manifestación del cine dentro del cine como mejor expresión visual y narrativa del poder que tienen las imágenes sobre nuestro imaginario colectivo, y que en esta ocasión se pueden traducir en los ojos de los personajes o en la delgadez de las figuras de casi todos ellos, lo que les hace engendrar una carga más expresiva en todos sus movimientos. Esa desmesura que rodea al universo fílmico de Tim Burton es la que sin duda nos quedará en nuestros recuerdos más profundos, porque gracias a él, y aunque sólo sea durante algo más de una hora, podemos regresar a nuestra infancia; ese lugar donde a menudo nos enfrentamos con lo imposible y en donde acudimos a los sueños para que lo imposible se haga realidad.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.