En el mes de febrero pasado escribía sobre un vino que no tenía nombre. Lo probé en la bodega y me sorprendió como pocas garnachas blancas lo han hecho hasta ahora. Un vino hecho por Francesc Ferré (Celler Frisach, Corbera d'Ebre, DO Terra Alta) como un homenaje a la dureza del secarral, a la tierra arcillosa, calcárea y con sales de moro, llena de avellanos, olivos y cepas, que se puede trabajar y mimar como pocas porque se encuentra a un cuarto de hora del pueblo. De este viñedo del "cuarto de hora a pie", del "quart", sale la garnacha del vino que, ahora, ya tiene nombre: La Foradada, el sobrenombre de Corbera, que se abre complacida a través de los mil agujeros de sus ventanas. Una garnacha blanca en plenitud, de plantas que ya tienen más de veinte años y que se trabajan en ecológico, se abonan con compost hecho por Francesc. Cubierta vegetal espontánea, sobre los 425 msnm y con un régimen de brisas que tanto aporta frescura y humedad como fungicida natural.
Las uvas han entrado en la bodega para recibir el mismo trato que la tierra: el homenaje de Francesc incluye el máximo respeto y la mínima intervención. Que hable su garnacha blanca, que hable su tierra, que hable su pueblo. Un mosto que nace brisado y fermenta con esas pieles unos cuantos días en inox. Un vino que permanece con sus lías sin remover durante casi un año, un vino que no se filtra, que se estabiliza por el frío del invierno y que no recibe sulfitos añadidos. Un vino que ha reposado un poco en botella y sale ahora dispuesto a explicar con claridad a qué sabe la garnacha blanca de Corbera d'Ebre, hecha con la huella de las raíces que Francesc lleva impresas en su ADN.
La sensación es de plenitud, de redondez, de esfericidad y de energía, tanto cuando hueles como cuando bebes. Es un vino de una entidad que impresiona y hace presagiar una evolución de vértigo. La Foradada 2014 (13,5%) huele a almendras verdes y tiene un punto casi voluptuoso, terpénico, de las pieles. Huele a miel de romero, a hinojo silvestre, a campo de cereal recién recolectado. Huele a noche de estío en la era. Es hermoso, cálido y directo como el primer rayo de sol de la mañana. Te llena todo. Huele a girasoles, huele a camomila seca, huele a musgo y huele a pera y a menta limonera. Resina y flor de almendro. Huele a hollejos y a levadura de París. Huele a vida y a orígenes. Huele al camino de la finca del "quart", huele a Corbera y a Terra Alta, huele a garnacha blanca y huele a vida. En el campo.