La ansiedad tiene su origen en la necesidad de escapar de los peligros. Es decir, los humanos somos animales, que al igual que otras especies debían escapar de los depredadores.
Si nos fijamos, lo que nuestro cuerpo hace cuando se pone nervioso es prepararse para una rápida huida:
• Los músculos se ponen tensos para correr más rápidos.
• La sangre se centra en el sistema motor (músculos y articulaciones) y abandona el sistema cognitivo “pensamos menos” ¿Para qué vamos a pensar?, lo importante es escapar del león, lo más rápido posible.
• El corazón bombea más deprisa para oxigenar a los músculos.
• Respiramos más rápido para facilitar esta oxigenación.
• Se producen cortes de digestión (en casos extremos) ahora no necesitamos comer, lo que necesitamos es escapar.
• El intestino y la vejiga se vacían. Cuanto menos peso, mejor, más ligeros y más velocidad.
Todas estos síntomas y sensaciones las podemos llegar a captar en momentos donde nuestra ansiedad sube de manera exponencial. Momentos en donde nos sentimos en peligro tienen como respuesta en nuestro organismo estas peculiaridades.
El problema es que, en la actualidad, los humanos ya no tenemos que escapar de los depredadores, ahora, nuestras señales de peligro (y por lo tanto, fuentes de ansiedad) son otras. Por ejemplo, el trabajo, las situaciones que nos dan miedo, los exámenes, las situaciones que nos traen a la cabeza recuerdos de situaciones dolorosas, etc.
Respondemos ante estos nuevos “leones” de la forma para la que estamos biológicamente preparados, es decir, escapando y ¿cómo nos preparamos para escapar? Activándonos.
El inconveniente, es que esta respuesta ancestral, que era muy buena para huir de los depredadores ya no es tan buena para afrontar las dificultades del día a día. De nada me sirve estar preparado para correr cuando me enfrento a un examen o a una situación difícil. Es más, la mayoría de las ocasiones resulta contraproducente.
• No nos sirve de nada que los músculos se pongan tensos para correr más rápidos, no necesitamos correr y lo único que provoca es cansancio y rigidez corporal.
• Si la sangre se centra en el sistema motor (músculos y articulaciones) y abandona el sistema cognitivo “pensamos menos”, estamos perdiendo las facultades que más nos hacen falta en momentos difíciles.
• El corazón bombea más deprisa para oxigenar a los músculos, tenemos sensación de taquicardia.
• Respiramos más rápido para facilitar esta oxigenación, se producen sensaciones de ahogo.
• Quizá no se producen cortes de digestión (seamos realistas no huimos igual de un peligro cotidiano que como lo hacíamos de un león) pero sí se producen dolencias estomacales.
• Se favorece la descarga de la vejiga y el intestino.
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