Fundación Cravotto: el legado familiar que perdura como Casa Museo

Por Pallares
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Existen solo algunas propuestas que pueden compararse con la esencia de la Fundación Cravotto a escala mundial. Y es que esta casa-estudio consagrada Monumento Histórico Nacional, involucra la vida y obra de dos generaciones de arquitectos especialmente relevantes para el país: Mauricio y Antonio Cravotto.

Ambos delinearon aspectos trascendentales a nivel intelectual, profesional y docente de nuestra Arquitectura y Urbanismo, dejando un patrimonio inigualable que incluye el archivo completo de sus proyectos y teorías, así como el lugar físico en el que gestaron todos sus planes y conocimientos, nada más y nada menos que su propio hogar.
En esta casa magnífica que actualmente es habitada por la señora de Antonio, Delma Isabel Menéndez Rígoli, se encuentra documentación y archivos con información valiosísima de nuestra identidad cultural, en formato de maquetas, dibujos, planos, láminas, correspondencia y hasta más de mil fotografías del proceso de construcción del Palacio Municipal. Un detalle no menor es la vasta biblioteca que alberga la fundación con un contenido aproximado de dos mil ejemplares que incluyen primeras ediciones de referentes como Frank Lloyd Wright, Le Corbusier, Tony Garnier, Erich Mendelsohn, Werner Hegemann, Fritz Shumacher, Pierre Lavedan y Jean Badovici.

© Archivo Fundación Cravotto, Planos originales de Casa-estudio Kalinen, 1932
© Archivo Fundación Cravotto, Planos originales de Casa-estudio Kalinen, 1932

Para conocer de primera mano la historia de una fundación única en el Uruguay, charlamos con el Arq. Eduardo Álvarez, el Ing. Ricardo Magnone y  el Arq. Francisco Magnone, miembros del Consejo de Administración creado en noviembre de 2008, quienes nos contaron el detrás de escena de este patrimonio familiar que es sin duda parte de nuestra cultura nacional. El lugar de encuentro no podía ser otro que la casa Cravotto, donde aún puede respirarse la magia de dos grandes talentos que supieron dejar su huella en la historia, muebles y equipamiento de su estudio, donde parece haberse detenido el tiempo hace varios años.

© Fundación Cravotto, Foto: Nacho Correa, 2016

¿Cómo surge la idea de crear la Fundación Cravotto?
La voluntad que Mauricio Cravotto trasladó a su hijo, Antonio, fue que su patrimonio no se perdiera y este último lo siguió al pie de la letra. Él fue encaminando el inventario que aún no llegó a completarse, con la idea de volcar todo a la comunidad. Eso lo continuó nuestra tía Delma pero con otro ritmo, y sobre todo recientemente, ya que actualmente tiene 94 años. Así fue que solicitó a sus dos sobrinos de distintas ramas de la familia Menéndez, el Ing. Ricardo Magnone y Arq. Eduardo Alvarez que nos encargáramos de llevar adelante la tarea iniciada. De esa forma, comenzamos a reunirnos con referentes e interesados para ver cómo avanzar y en qué modalidad, hasta que se llegó a la conclusión de que una fundación sería el formato más adecuado. Cuando fallece el presidente del Consejo, el Arq. Juan Carlos Vanini, nos encargamos de generar una Comisión Asesora integrada por referentes del rubro, entendiendo era imprescindible contar con opiniones autorizadas desde el punto de vista académico.
Se integraron el Arq. Nery González ( Coordinador), como Archivóloga la Lic. Alicia Casas de Barrán (Directora del Archivo General de la Nación), el Arq. Marcelo Danza (Decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo) representado por Arq. María Laura Cesio (en calidad de Asistente Académico del Decano). El Arq. Alvaro López y el Dr. Arq. Juan Articardi (Presidentes de SAU). También está Nelson Inda (Director de la Comisión del Patrimonio del MEC), el Mag. Arq. Ernesto Spósito (Director de la Unidad de Protección del Patrimonio de la Intendencia de Montevideo), el Arq. Mariano Arana y el Arq. Andrés Mazzini.

¿En qué momento se genera la alianza con la FADU?
Fue a través del Arquitecto Andrés Mazzini, a quien Antonio Cravotto había pedido colaboración para continuar con el inventario de la casa, y junto al Decano de la Facultad establecimos el convenio el 31 de julio de 2009. Luego, ese acuerdo se extendió a una colaboración con el Instituto de Historia cuyo aporte hoy en día es muy importante para generar y avanzar sobre el inventario.

¿La fundación está abierta a los estudiantes e investigadores de Arquitectura?
Sí, aunque por el momento en forma cuidadosamente dosificada y coordinada por Andrés Mazzini. Docentes investigadores del Instituto de Historia vienen tres veces por semana a trabajar junto a dos archivólogos propuestos por Alicia Casas de Barrán que están presupuestados en la Facultad. Es un ida y vuelta muy interesante, ya que lo que la fundación le brinda al Instituto de Historia es la posibilidad de desarrollar trabajos de investigación en el lugar. Lo manejamos a través de solicitudes especiales porque el contacto es con la documentación original, pero quienes vienen vuelcan los resultados en las cátedras, publicaciones académicas o tesis de grado. Es todo muy limitado porque aún no está listo el inventario, pero el interés que ha despertado es enorme.

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La casa-estudio fue realizada y diseñada por Mauricio Cravotto entre 1931 y 1932 y uno de sus principales objetivos como fundación es la protección, conservación, restauración y mantenimiento de su acervo cultural.

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¿Cuál es el espacio físico en el que se desarrolla?
La institución funciona en la planta baja de la casa de Delma y para poder tener algunas reuniones sin estar directamente en el estudio, que es donde se encuentra el material más importante, también acondicionamos el garage. Quienes trabajan aquí lo hacen honorariamente, y por el momento, participa el núcleo familiar y gente allegada.


¿En qué consiste el contenido del archivo Cravotto?
Es un archivo muy completo que involucra obras, primeras ediciones de libros, biblioteca, publicaciones, correspondencias originales con notables del mundo.
Abarca documentación y proyectos, planos, fotografías, y gestión de obra, porque aunque parezca mentira no se ha tirado ni una boleta.  Todo es muy interesante porque tanto Mauricio como Antonio no solo fueron reconocidos arquitectos de importantes obras nacionales e internacionales, sino que fueron urbanistas destacados y también docentes que han desarrollado teorías de todos estos aspectos académicos, así como filosóficos y hasta sociológicos. Un detalle no menor es el equipamiento de la vivienda: cada mueble, sus adornos, todo es original de las dos generaciones. Hace un tiempo, tuvimos una reunión con un asesor de la UNESCO (Dr. Arq. Ciro Caraballo) y nos comentó que eso es prácticamente único en Latinoamérica.


¿El objetivo de este proyecto tiene que ver con la difusión a mayor escala y visibilidad de ese patrimonio?
Una de las metas es difundir la fundación pero lo estamos deteniendo porque es importante que previamente todo esté relevado y estructurado en profundidad. Pero también está la parte museística. A modo de ejemplo, La casa Vilamajó, que arquitectónicamente está entera, estaba sin contenido. En cambio, la de Cravotto tiene temas de mantenimiento a resolver pero conserva hasta el último alfiler que compró la familia. Todo implica un diferencial importante porque el contenido de la casa fue donado por Delma a la fundación. Lo único que le sigue perteneciendo es el inmueble.


Sin embargo se trata de un patrimonio cuantificable, por lo que a nivel familiar debe significar una gestión interna exhaustiva… 
Ocurre que toda la familia representada por estas dos ramas no tiene interés económico por disputar que hay en el legado, aunque sí por preservarlo y difundirlo para cumplir con la voluntad de Antonio y Mauricio. No puedo asegurar que así pasará con las generaciones venideras, pero no hay ningún apetito por nada y la idea es que se mantenga así en el futuro.


¿Qué costo tiene mantener la fundación?
Tenemos el costo básico muy ajustado que está por encima de los dos mil dólares mensuales. Esto implica gastos fijos con algunas exoneraciones por ser Patrimonio Cultural, pero no la parte del funcionamiento de la fundación como el personal de limpieza y demás. No incluye tareas necesarias de mantenimiento de fachadas o impermeabilizaciones que de hecho afectan la conservación del contenido interior.


¿Han intentado gestionar algún tipo de auspicio o intercambio con otras fundaciones para solventar esos gastos?
En su momento se hicieron campañas con apoyos importantes de la Sociedad de Arquitectos y la Facultad para poder lograr sponsors pero terminaron siendo insuficientes. Hubo alguna donación puntual pero no algo sostenido al menos por ahora. Y con respecto a establecer intercambios, sucede que para que haya una apertura a investigadores más importante y que ellos puedan venir aquí, un paso fundamental es terminar el inventario para poder establecer claramente qué es lo que ofrecemos. Estamos convencidos de que una vez que lo tengamos podremos generar una apertura de investigadores a nivel nacional e internacional. La casa ya se incluyó en el circuito de referencia del Ministerio de Educación y Cultura – aunque por ahora está marcada como un sitio no visitable internamente- y también se ha avanzado en lo que podría ser un mini circuito con la Facultad de Arquitectura, la Casa Vilamajó y la Fundación Cravotto.


¿La idea es establecer ese circuito como un triángulo de acceso cultural?
Por supuesto, planeamos hacer una gestión conjunta a nivel cultural y logística para evitar la duplicación de costos. No estamos muy lejos.

© Fundación Cravotto, Foto: Nacho Correa, 2016
© Fundación Cravotto, Foto: Nacho Correa, 2016

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La situación de esta institución se reitera más de lo deseable junto a otros proyectos como la fundación Iturria, el Museo Zorrilla o la Casa Vilamajó. Son bastiones de identidad y legados de trayectorias de valor incalculable que podrían funcionar como polos culturales efervescentes, y dinámicos que sin embargo combaten el olvido solitariamente, e intentan cumplir una misión para la cual carecen de recursos e infraestructura adecuados.
Son polos de identidad cultural y patrimonial, del tipo de lo que diferencia al país de otros y que supondrían lugares de atracción turística innegable, gestionados e hilvanados entre sí en forma creativa.
Ya desde el Renacimiento italiano, los mecenas actuaban como patrocinadores generando esferas de influencia a través de expresiones artísticas en distintas ramas, pero en esta época de inmediatez la difusión de valores y publicidad se ha perdido esa práctica con formatos inmediatos de escasa trascendencia.
¿Cuánto más relevante sería para las empresas convertirse en sponsors seleccionando su Fundación o actividad cultural más identificable con sus valores a los efectos de difundir su visión?
¿Cuánto ganaría el país si esa suma de empresas constituyera un soporte financiero que garantizara el funcionamiento de esas instituciones que tanto aportan a la cultura local?
No hay que ir a Estados Unidos o Europa donde eso está instalado en forma fluída en distintas escalas, sino sólo a San Pablo donde en los últimos meses se han inaugurado media docena de centros culturales de empresas de primera línea y firmados por arquitectos de fama internacional, con acceso libre e instalaciones con contenidos asombrosos y variados que dan presencia a esas mismas empresas en otros formatos y experiencias, algo conceptualmente subvalorado por los estrategas del marketing contemporáneo.
No es necesario grandes gestos o inversiones multimillonarias, solo administrar en forma solidaria y visionaria lo que puede destinarse a promociones que ya ni siquiera suponen sorpresa alguna a un fin que puede rendir en comunicación exponencialmente y con miradas alternativas a los slogans tradicionales.

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