En 2011, vivían en Navarredondilla (Ávila) 270 personas. A 1133 metros sobre el nivel del mar. Tocaban a 12 habitantes por km2. Pasaba sus horas allí uno más, que quería hacer vino. Orlando Lumbreras. Un loco del mundo del vino. Sin demasiados recursos propios, no se le ocurre otra que montar una acción verkami para financiar su sueño: una garnacha de parcela en suelo granítico de altura, claro. Cuando recibí su mail casi no le hago caso...Pero la intuición no me engañó. Mi pequeña aportación me trajo como regalo, al cabo de unos meses, una caja de seis botellas de una garnacha que me apetece describir con calma. Bebida a lo largo de tres días.
.g (garnacha de Gredos). Vino de parcela. Vino de pueblo. Navarredondilla. Vino de Orlando. 631 botellas. 14%. Esta es la 143 y lleva ya unos meses de reposo. Han aposentado sus virtudes, las han hecho crecer. Las han consolidado. La bebo tal y como su padre aconseja, en su momento, con fruta y calor. Zumo de zarzamora fermentado. Frescura del granito desmoronado. Brezo y laurel. Un punto de austeridad y rusticidad. Pedernal y sílice. Vino fresco pero con cuerpo y entidad. Pasa ágil, con andar ligero: ojo de perdiz. Musgo al borde del camino. Frambuesas en su punto de acidez. Regaliz roja. Profundo. Intenso. Fragante. Con las horas, maduro: la frescura de esa tarde de agosto en la sierra. Naranja sanguina. ¿Recuerdas la sensación cuando tu mano pasa por una madera que todavía no conoce el cepillo? Nobleza de la materia primera y poca intervención. Así me suena este vino.
El arte de la garnacha... Se resuelve dentro un acertijo de palabras y en un mar de vinos. Un poco demiurgo o hechicero hay que ser para poder acertar ese enigma casi a las primeras de cambio. El sueño de un loco del vino hecho botella. Qué placer poder beber cosas así, amigo. Vamos a por más, ¿no?