Museo de la artista visual Mariana López (Buenos Aires, 1981) es en primera medida un libro de poesía, no tanto en las formas con que el género habitualmente se atavía, sino en cuanto a la mirada que establece sobre su objeto. La obra desanda la leyenda de un establecimiento como el Museo de Ciencias Naturales de La Plata a partir de las historias que subyacen al amparo de sus paredes, desde que fue levantado más de un siglo atrás –en 1884, con Perito Moreno al frente– hasta los coletazos de realidad que invaden a todo organismo público en las últimas décadas –las sacudidas por la falta de presupuesto, para empezar–.
A lo largo de dos años, Mariana López viajó semanalmente a la ciudad de las diagonales y se vio inmersa en situaciones tan hilarantes como vertiginosas. Las tradujo a lo largo de 129 páginas en una épica tanto del amor como del fetichismo. “Siempre pensé al libro como el resultado y a la vez como el registro del proceso de investigación para su armado. –me cuenta Mariana-. Por un lado, me dediqué a recorrer y registrar minuciosamente el Museo de La Plata in situ. Me parecía fundamental la experiencia directa con el edificio, con las colecciones que se preservan en él y con los especialistas, técnicos e investigadores que allí trabajan con los que fui estableciendo un diálogo directo en presencia”.
Y continúa: “Me interesaba la experiencia del contacto con esas voces, con los tonos y las gestualidades y con el modo en que a través del trabajo ese conjunto de personas se relaciona con el lugar, por lo que fue imprescindible mi traslado físico al ámbito en el que trabajan”. Asistimos, entonces, a una travesía en principio enaltecedora, pero que puede leerse también como fantasmagórica y trepidante. Una saga donde se cruzan mapas e imágenes del museo con biografías y testimonios de su personal –tanto docentes como no docentes–, descripciones de cuadros y cadáveres exquisitos –como el poema surgido a partir del programa del curso de Estética que brindó Leopoldo Lugones en 1915– o la serie de poemas florecida a partir de la reescritura de un pilón de correspondencia, inventarios y fichas.
Este ovni neoclásico que reluce en pleno bosque platense no sólo esun museo, sino también un centro de investigación de referencia global para las ciencias naturales. Otro aliciente más para López: “El libro es un proyecto que se piensa en relación con un lugar específico, el espacio que ocupa el Museo de La Plata en diálogo con un sector de la ciudad que puede ser entendido como un pequeño polo del conocimiento (en las inmediaciones se encuentran otros edificios históricos como el Zoológico Municipal, el Colegio Nacional de La Plata, el Observatorio Astronómico y, en una línea más amplia, la Facultad de Ingeniería y la estación de tren de la ciudad). Me interesa explorar el modo en que desde la escritura se puede cartografiar una zona concreta muy significativa desde el punto de vista simbólico de la capital de la provincia de Buenos Aires”.
Mar de Solía, MUNAR
¿Con qué se encontró esta joven poeta y artista visual –cuya última exposición, Mar de Solís, se llevó a cabo en Munar arte, entre julio y agosto pasados– al ingresar a un lugar que atesoradiez mil años de historia arqueológica argentina y de países limítrofes, de la India, Egipto, Francia, Bélgica, Grecia e Italia? Más allá de la mitología que le da ese halo legendario al museo, están los tres millones y medio de objetos–sólo un porcentaje a la vista de la gente– que ostentan las colecciones de sus distintos departamentos y depósitos. Como, por ejemplo, las másde 120 mil piezas de vertebrados fósiles, los dos millones de insectos o la tenencia de algunos restos humanos recolectados por Moreno en 1876…
Mar de Solís, MUNAR
En una entrevista de hace unos años, López intentaba explicar su escritura poética, resaltando el carácter del montaje: “No sé bien cuál es mi escritura, pero me interesa el montaje. Poner una cosa al lado de otra genera algo inesperado. Nunca se sabe verdaderamente si se está armado un sentido nuevo o si simplemente son dos cosas puestas una junto a la otra que no tienen nada que ver, y probablemente lo cierto sea esto último. Me parece una manera bastante deforme para representar la apuesta artística”.
El montaje, acá, en Museo, es primordial. Es el iceberg. Porque la dinámica de los distintos abordajes y tonos que el libro presume, se debe en mucho a las nociones que López reinserta en un marco nuevo: el de la escritura. Ante esto, ella ahora subraya: “Me di cuenta de que mi aporte no era darle a los materiales textuales que recogía un orden estrictamente narrativo, sino privilegiar el propio proceso de búsqueda casi arqueológica, de escucha y de elaboración de esos materiales. Mi idea fue que el libro, en lugar de hablar de disciplinas como la paleontología o la arqueología y transformarlas en literatura, operara con procedimientos similares a ellas”.
Ocurre, además, la tensión. Esa tensión que Mariana López alguna vez, en su anterior libro –Velorio y velódromo (2015)–, ya advirtió: “De chica quería ser bailarina pero en vez de bailar me la pasaba dibujando bailarinas y terminé siendo pintora”. Entonces, una pintora que baila con la más fea: entrometerse en los pliegues de un papel que ya estaba escrito, al que sólo restaba darle la luz necesaria para descorrer el velo: “Cada vez que me cruzaba con el archivero en los pasillos del subsuelo y me preguntaba cómo iba el trabajo, él mismo daba la respuesta: `el libro se hace solo´”, leemos al final de las páginas de Museo.
Ese hacerse solo que señala el archivero tal vez se deba al peso de la mitología del museo, a las habladurías que lo han vuelto célebre. Ante esto, López rescata con gracia y sarcasmo varias de ellas: desde la maldición de unas momias egipcias y unos cajones que tenían esvásticas supuestamente nazis hasta la simbología masónica que hay dentro del museo y el fantasma de Gabino, el tehuelche que era el intérprete de Moreno y que siempre iba detrás de él. Más acá, en tiempos de revolución verde y #Niunamenos, algunos relatos de mujeres y sus estrategias para encontrar su sitio en un mundo de hombres también descuellan.
Para finalizar, el rescate de dos observaciones que surgieron con la investigación, dos observaciones que no son menores a la hora de particularizar el sitio del museo tanto en la vida cotidiana como política del país. “Es un trabajo interesante porque es una comunidad particular. Hay como una especie de empresa de familia, se da en muchas dependencias públicas de la provincia de Buenos Aires. Son como artesanatos, los gremios de la Edad Media. Como linajes, que son los pasajes de los cargos, a los hijos, padres, hijos y nietos, etcétera. Sobre todo se da mucho en la línea de las ordenanzas”, asegura López.
Por otro lado, ella subraya otro interés que motivó la insurgencia de un libro como Museo, una bienvenida rara avis al mercado editorial argentino:“También me interesaba explorar aristas relacionadas con cuestiones éticas que involucran la superposición entre las ciencias, los cuerpos y lo que en términos generales podemos llamar la otredad. Todo el espacio de la ciudad, pero especialmente el del Museo de La Plata, resultan espacios significativos incluso para hacer visible este tipo de problemáticas que atraviesan la historia argentina. Recordemos que el museo se constituyó como tal de manera paralela a la campaña militar en la zona de la pampa y la Patagonia que implicó un proceso de etnocidio que de diferentes maneras continúa hasta nuestros días y que puede ser visualizado y trabajado desde la escritura y desde lo visual”.
“Museo” – N direcciones, $500,129 pág, mayo 2018- se financió a través de Plataforma Futuro.