Cuando no tienes dinero, hay que recortar en gastos superfluos. Nada de cenas fuera de casa, ni caprichitos en el supermercado. Miras atentamente la ropa desde un punto de vista diferente al de hace dos años. Ahora descubres una pátina “vintage” en esos pantalones ó ese abrigo que antes hubieras jubilado sin un miramiento.
Eso de Salir en el coche por la mañana al super, por la tarde a correos, ¡huy! Que se me ha olvidado el pan, voy a la gasolinera… Pues no, ahora se acumulan los recados y sales dos veces a la semana y haces lo que tienes que hacer y listo.
Te reinventas una cocina más centrada en los sabores de antaño, que quiere decir que los tuyos descubren las lentejas con chorizo dos veces a la semana, el cocido los Domingos y el potaje de vigilia, que aunque no seamos muy religiosos es muy sano, que tanto filete a la plancha tiene mucho ácido úrico y luego nos sale el colesterol por las orejas. ¿Que el chorizo también tiene? Sí, pero es mucho más barato y además pones un chorizo para cuatro y no cuatro filetes, así que al repartirlo el ácido úrico per cápita, seguro que es menos.
En momentos como estos es cuando nos damos cuenta que hay que examinar cuidadosamente nuestros gastos. Todo desembolso que no sea absolutamente imprescindible, es suntuoso y por lo tanto, susceptible de ser eliminado. Hay que rentabilizar al máximo nuestro dinero, así que aquel estipendio que no nos reporte un beneficio claro, no merece la pena ni siquiera considerarlo.
Antes de gastar en cualquier cosa, nos preguntamos si merece la pena, si realmente lo necesitamos y si nos va a reportar un claro beneficio en el ámbito en que lo invirtamos.
Así que yo he decidido que visto lo visto últimamente y a pesar de que siempre me había parecido una buena inversión,
el gasto en monarquía es un gasto superfluo que no nos aporta nada, que nos dejamos un pastón innecesario en mantener a una serie de personas que lo único que hacen es aparecer y desaparecer de los juzgados y las revistas.
La verdad, me parece carísimo el dinero que nos cuesta criticar ó aplaudir el último modelito de la princesa, el desmejorado aspecto de la infanta ó la indiferencia absoluta de la reina. Cada vez me hacen menos gracia las bromitas del padre, los paseos por Madrid del hijo y la supuesta austeridad de su mujercita, que hoy se viste de marca de cadena y mañana estrena modelazo de alta firma.
En serio, no estoy dispuesta a pagar ese dineral por un rato de entretenimiento en una peluquería a la que ya no voy porque no puedo costearla, ó una hora de solaz frente al televisor viendo un programa que no puedo ver, porque estoy durmiendo la siesta en el sofá, reventada de guisotear para cuadrar el presupuesto.
Creo que igual que en nuestras casas, hay que estudiar cuidadosamente los gastos que son imprescindibles y este la verdad cada día lo veo más inútil. Así que no estaría de más preguntar a los ciudadanos que pagamos impuestos y por lo tanto, esos gastos, nuestra opinión.