Gaza: cuando contar no cuenta

Publicado el 18 julio 2014 por Sonia Herrera Sánchez @sonia_herrera_s

[Publicado en "Gastar la vida" - Blog de Cristianisme i Justícia]

“Tiene que dejar de contar muertos y dedicarse a contar historias”.

Emiliano Ruiz Parra

“La ofensiva israelí deja ya más de 75 muertos en Gaza”, “Israel deja 106 palestinos muertos y 680 heridos en 4 días de ofensiva”,  “ONU: ‘El 75% de los muertos por Israel en Gaza son civiles’”, “Dos mujeres discapacitadas víctimas de un bombardeo israelí”, “Fallecen tres sobrinos de un antiguo líder de Hamás en un ataque en Gaza”, “Miles de palestinos huyen o se refugian tras las amenazas de Israel”, “La guerra se ceba[1] con Gaza y se cobra ya la vida de más de 130 personas”, “El miedo controla Gaza mientras el número de víctimas asciende a 166”, “Israel ataca 1.500 objetivos en una semana”, “100.000 palestinos continúan bajo los bombardeos”, “Asciende a 200 el número de palestinos muertos a causa de la ofensiva israelí”…  Estos son algunos de los titulares aparecidos en distintos medios durante la última semana. Al parecer llevamos muy bien la cuenta. O quizás no… Quizás contar no basta.

¿Ofensiva, operación de castigo o conflicto bélico? ¿Facción armada o grupo terrorista? No descubro nada nuevo al decir que el tratamiento mediático sobre el conflicto entre Israel y Palestina se inscribe en dos amplios y heterogéneos conjuntos: por un lado, el grupo de medios y de periodistas proisraelíes que contribuyen[2] con sus textos[3] al esfuerzo bélico de éstos, y por otro, aquellos medios y profesionales –las honrosas excepciones– que se centran en denunciar las violaciones de derechos humanos y que asisten, en cierta forma como “disonancias informativas”[4], a la resistencia contra la guerra y contra los asesinatos de civiles[5].

Pero aun así, aun cuando se intuye la crítica en la crónica del o la corresponsal que está viviendo el horror de cerca o en aquellos/as que encuentran una grieta[6] para la veracidad y el compromiso, las rutinas periodísticas y la maquinaria empresarial hacen muy bien su trabajo y, en general, acabamos asistiendo a un conteo inútil –igual que en la nota roja de México se cuentan balas y disparos– que no permea la sensibilidad de aquellas/os que leen, ven o escuchan la noticia:

“Las cifras son un modo de enmarcar las pérdidas de la guerra, pero esto no significa que sepamos si, cuándo o cómo cuentan dichas cifras. Podemos saber cómo contar, o podemos confiar en la fiabilidad de ciertas organizaciones humanitarias o de derechos humanos para hacer un recuento correcto, pero esto no es lo mismo que discernir si una vida cuenta y de qué modo lo hace. Aunque las cifras no pueden decirnos con precisión quiénes son aquellos cuyas vidas cuentan o aquellos cuyas muertes cuentan, podemos percibir cómo se enmarcan y desenmarcan cifras para descubrir el funcionamiento de las normas que diferencian las muertes tolerables y aquellas por las que se siente el duelo en el contexto de la guerra” (Butler, 2011: 26)

Y es que hay muchas otras cifras que no interesan: 1.700.000 habitantes en una franja de tierra de 42 km de largo por 12 km de ancho bajo bloqueo, un 40% de paro (el 60% entre los jóvenes), un 80% de la población que subsiste de la ayuda humanitaria, un 90% del agua contaminada… 3 guerras en 5 años… Pero estos números no “cuentan”.

Calle 13 en uno de sus temas, cuyo vídeo fue rodado precisamente en Palestina, afirma que “una noticia mal contada es un asalto a mano armada” y en estos días se están dando muchos asaltos en esa línea. Complicidad mediática, titulares pulimentados a gusto de los que mandan, falta de compromiso por la paz, intereses económicos… ¿Hasta qué punto los medios internacionales colaboran con la insensibilización de la población ante la masacre en Gaza? ¿Para los medios generalistas occidentales (u oxidentales, como diría Heriberto Yépez, porque todo lo corroen) vale más una vida israelí que 100 vidas palestinas? ¿Tanto se ha deshumanizado el periodismo que colabora sin pestañear en la justificación de una matanza sin voltear a mirar siquiera la precariedad en la que vive el pueblo palestino desde hace décadas?

Pero no, obviamente los medios no pueden ser siempre la cabeza de turco de todos los males de este mundo. Como espectadores/as, lectoras/es, oyentes, contemplamos como voyeurs, sin inmutarnos, el infierno de Dante sin atragantarnos con las cifras ni con las imágenes de la barbarie y el dolor. La violencia directa narrada o televisada tampoco nos afecta.[7] Lo reducimos todo a un “suma y sigue” de cuerpos. ¿En qué momento hemos olvidado que las cifras no hablan por sí mismas, que detrás de cada número había una persona con nombre y apellidos[8] y una vida digna de ser llorada[9]?

Por suerte, tanto ayer como hoy, se alzan voces lúcidas -como la de Eduardo Galeano en 2012- , contra la ocupación y los asentamientos ilegales, contra la pasividad de la comunidad internacional ante la violencia de Estado:

“Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?

(…)La llamada comunidad internacional, ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?

Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad”.

El historiador y profesor Manel Márquez también alzaba el otro día la voz en Twitter contra la “equidistancia criminal” que mantienen los medios y los gobiernos respecto a las masacres que se están cometiendo en Gaza. Y es que partiendo de las tesis de Judith Butler de que “no existe una guerra que no sea criminal”[10], que no hay guerras justas y que ninguna muerte debería tolerarse más que otra, no se puede cerrar los ojos ante los reiterados crímenes de guerra cometidos por Israel contra la población civil palestina durante la última semana, como sucediera en los ataques de finales de 2008 y principios de 2009 o en las anteriores intifadas. Crímenes que se han intentando enmascarar y minimizar incluso desde Naciones Unidas, como ocurrió con la elaboración del Informe Goldstone.

Se habla en los medios de “objetivos islamistas”, de los cohetes de Hamás, de terrorismo…, pero no se habla de por qué continúa la ocupación. La realidad es que unos ponen los muertos y otros, los misiles, porque para Israel, Palestina se ha convertido en impensable, prescindible y destruible y “cuando una vida se convierte en impensable o cuando un pueblo entero se convierte en impensable, hacer la guerra[11] resulta más fácil” (Butler, 2011: 24).

Dice Sontag que “la designación de un infierno nada nos dice, desde luego, sobre cómo sacar a la gente de ese infierno, cómo mitigar sus llamas” (2010: 97), pero es importante hacerlo de la forma más fidedigna posible para que todo el mundo conozca la realidad de ese infierno y para que todo el mundo reclame que se le ponga fin y que se trabaje, como apunta Butler, por “desarrollar una política contra la guerra que se centre en los desposeídos” y que genere nuevos discursos y nuevas acciones.

Escribía Amado Nervo que “hay algo tan necesario como el pan de cada día, y es la paz de cada día; la paz sin la cual el mismo pan es amargo”. Ayer en La2 Noticias una mujer palestina le decía algo parecido a Yolanda Álvarez, la periodista que la estaba entrevistando, pero con palabras aún más claras: “Dile al mundo que necesitamos que nuestros hijos vivan como los vuestros”. Nada más que añadir. Solo un último ruego: que el silencio y la manipulación no nos hagan cómplices. Clamemos por la paz en Palestina.

حتى لا يجعلنا الصمت والتضليل في عداد المتآمرين . معاً من أجل السلام في فلسطين!


[1] Como se puede ver en este titular y al igual que sucede con las mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas, a menudo la prensa tiende a despersonalizar la responsabilidad de los hechos utilizando expresiones como “Otra víctima de la violencia machista” o “La violencia machista se cobra otra víctima”. En este caso, es “La Guerra” -no el ejército israelí ni el Gobierno de Israel- quien se ceba con Gaza.

[2] Y es que, tal como afirma Suso López en su artículo “Medios de comunicación: de guardianes de la libertad a guardianes del poder” (nº 61 de Revista Pueblos), “en este momento crucial en el que el periodismo es más necesario que nunca, éste ha dejado de ser guardián de la libertad para convertirse en guardián del poder”.

[3] Un ejemplo de este primer grupo bien podría ser el siguiente artículo de Pablo Molina en Libertad Digital: “Hamás quiere víctimas civiles”; o este de Jana Beris para La Razón: “El imperio subterráneo de Gaza”.

[4] Concepto utilizado por Iñaki Gutiérrez de Terán en 2001 en el artículo “La otra Intifada: Israel, EEUU y la represión de las disonancias informativas”.

[5] En este tipo de informaciones encontramos piezas como esta de Carmen Rengel para la Cadena Ser:  “Cuatro niños mueren en un ataque de Israel contra la playa en la que jugaban”; o ésta del diario Lainformación.com: “Convocadas en 18 ciudades españolas protestas por “genocidio en Gaza””.

[6] Xavier Giró, profesor de Periodismo de la UAB, afirma que “el discurso de los medios está lleno de grietas, de espacios, en los que sí que se trabaja de otra forma, para construir convivencia, cooperación, paz, atendiendo a las causas profundas de la violencia y explorando soluciones” (“Enfoques críticos en el análisis del discurso mediático sobre conflictos” – Congreso internacional fundacional AE-IC I+C Investigar la Comunicación).

[7] Susan Sontag asevera que “al igual que se puede estar habituado al horror de la vida real, es posible habituarse al horror de unas imágenes determinadas” (2010: 73).

[8] Le doy las gracias a Jordi de Miguel por no dejar que lo olvide y por ponerle nombre a cada una de las víctimas asesinadas en Gaza en los últimos días.

[9] “Aquellos cuyas vidas no se «consideran» susceptibles de ser lloradas, y, por ende, de ser valiosas, están hechos para soportar la carga del hambre, del infraempleo, de la desemancipación jurídica y de la exposición diferencial a la violencia y a la muerte” (Butler, 2009: 45).

[10] Butler, Judith. Violencia de estado, guerra, resistencia. Por una nueva política de la izquierda.Barcelona: Katz, 2011. Pág. 22.

[11] “Recordemos que las guerras invocan el derecho a reducir la vida a la muerte o a una muerte en vida, a disponer de la vida a través de medios militares, a instigar el terror y a destruir las infraestructuras de la vida cotidiana de las poblaciones que se hallan en su punto de mira. Cuando hablamos de «poblaciones objetivo» estamos hablando de gente que ha sido agrupada dentro de un marco y por un marco, que se han convertido en el foco de una serie de cámaras y cuyo estatus de objeto depende fundamentalmente de una máquina que enfoca su realidad, circunscribiendo tanto su precariedad como su carácter desechable” (Butler, 2011: 21).