Geografías de Viña y Vida – Pago de los Capellanes

A veces hay entradas que se atascan en el segundo momento de su creación. El primero siempre es, en mi caso, tomar notas en mi roja moleskine de los vinos que voy probando, pero luego llega el momento de trasladar esas notas, a veces difícilmente legibles, a esta nuestra web. Las razones son variadas, aunque la fundamental es el ánimo a la hora de crear la argamasa, que una cada una de ellas, de mis palabras, y esta entrada se me estaba haciendo algo cuesta arriba. Y en esta ocasión, para nada fue culpa de los vinos, más bien todo lo contrario, deseaba estar a la altura de la presentación de Geografías de Viña y Vida, y a esta, que es la entrada 900 del blog.

Os sitúo, esta cata fue a última hora de la primera jornada del Burgos Capital del Vino 2022. Siempre agradeceré la invitación a esta presentación, y aunque tuve que escaparme un poco antes de la última conferencia, mereció la pena. La cata se produjo en Cobo Estratos, y la dirigió con maestría el mejor Sumiller de España. Diego González Barbolla. Al entrar en la sala, pude comprobar lo concurrida que estaba la cata, con varios miembros de la Bodega, y muchas de las cabezas más pesantes de la D.O. Ribera del Duero, con su presidente a la cabeza. Pago de los Capellanes buscaba, con esta cata, rendir un justo tributo a los 25 años de la bodega, así como dar a conocer sus nuevos proyectos. La bodega, cuál Jasón en su leyenda sobre las sandalias, ha logrado poner un pie en Ribera del Duero, y otro pie en Valdeorras.

La Bodega Pago de los Capellanes fue una de las primeras que visité en mi vida, y guardo un gran recuerdo, en especial la imponente sala de barricas. Para mí, esa pequeña carretera entre Roa de Duero y Pedrosa de Duero, de apenas siete kilómetros, es la más bonita de ver de la Ribera, ya que a ambos lados de la carretera, solo hay viñedos y bodegas, habiendo muy pocas zonas así en la denominación de origen, en las que se pierda la vista al fondo de las alienadas vides. Cualquier época es buena para recorrerla, y ver los diferentes estadios en los que está la viña, según las estaciones.

Empezamos la cata con el Pago de los Capellanes Parcela El Nogal 2018, elaborado de una única finca, en Mambrilla de Castrejón, monovarietal de tempranillo con una crianza de veintidós meses en barrica de roble francés. Color rojo picota de capa media alta, con destellos rubíes, notas balsámicas, la barrica muy fina, tímido en nariz, con buena entrada en boca, amplio, con un buen juego de la acidez, regaliz, y una buena persistencia; aún lo noté un poco fresco, pero tira a muy buen vino. Habíamos empezado fuerte, y tras él, llegó Pago de los Capellanes Finca el Picón 2018, procedente de una única parcela homónima, en Pedrosa de Duero. Viñedo de uva tempranillo, que no llega a las dos hectáreas de suelo franco-arcilloso con gravas en superficie, y con una crianza en barrica de roble francés, también de veintidós meses. Notas de moras, tinta china, regaliz negro, fruta roja madura y como el anterior, la barrica apenas marcada, una acidez aún más afinada que en el anterior, cuerpo medio, leve punto licoroso, con un regusto final mucho más goloso y persistente. Parecía un vino mucho más cercano a su punto óptimo de consumo, en mi opinión.

Perdiéndonos por un agujero de gusano, el vino nos llevó hasta Valdeorras, mas concretamente a Seadur, donde Capellanes empezó su aventura en Valdeorras. Aún recuerdo leer comentarios poco optimistas en el hecho que una bodega castellana y ribereña pudiera hacerse un hueco en Galicia, y ya por entonces un servidor comentaba que si tantas bodegas/grupos/fondos de inversión, ya fueran riojanos o mediterráneos, no veían problemas en instalarse en tierras castellanas, ¿por qué no al revés? Y en este caso, sin duda que ha sido un éxito, una pica en Flandes. Aunque elaboran tres vinos, probamos dos de ellos, el Luar Do Sil Godello sobre lías 2021, cuya godello procede de viñedos en La Mallada, Seadur, sobre suelos de xabre; presenta un color dorado muy pálido, casi transparente, muy expresivo en nariz, notas minerales del granito, fruta blanca y recuerdos cítricos, poderosa acidez que le da amplitud, delicioso. El segundo blanco fue O Luar Do Sil Vides de Córgomo 2020, procedente de viñedos pizarrosos en este municipio gallego; color dorado brillante, algo mas timido en nariz, en boca mucho más intenso y con caracter, buena acidez, vino más complejo para mi gusto, graso y con buen peso en boca, donde las notas minerales son las reinas; lleva algo de barrica, pero no estoy seguro de la cantidad. Señor vino.

Como en todo buen concierto, tocaban los bises, en este caso presentado su vino Fuentenebro 2020, y vino que aún creo no está en mercado, al menos no lo estaba cuando lo probamos, que busca explotar la esencia de esos casi 1000 metros de altitud de la zona burgalesa. Vino tinto oscuro como la sangre, capa muy alta, brillante, tímido en nariz, muy varietal, con alguna nota herbácea propia de un vino que aún se está asentado en la botella, pero apunta maneras. Acabamos con un pequeño regalo de color miel, el Tostado de Seadur, un vino dulce con un punto salido, elaborado con godello. Tras la cata propiamente dicha, tuvimos una cena maridaje de la mano de Miguel Cobo, con los vinos de la bodega que fue un verdadero lujo, no en vano el mes pasado, Cobo recupero la Estrella Michelin que tenía en Cobo Vintage. se que en nada volveré a esta casa, donde siempre uno disfruta de los placeres gastronómicos.

Creo que esta será la última entrada de este año 2022, así que aprovecho para desearte un Feliz Año 2023, nos vemos en él. GRACIAS.

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