Vayamos con el elenco:
Al tratarse de dos únicos intérpretes, no se puede plantear la crítica sin entreverar las dos interpretaciones. Se trata de los roles clásicos, payaso listo y payaso tonto, intercambiable entre los dos actores dependiendo del momento y del sketch en cuestión. Nogués y Pastor son dos actores soberbios, que trabajan en códigos distintos pero perfectamente conjuntados, Pastor lacónico y comedido y Nogués excesivo y sensible, siendo el primero una mezcla de Groucho Marx y Javier Cansado, y el segundo un Harpo Marx con unas gotas de Carlos Faemino. Esta comparación no es gratuita, ya que estos genios del humor pululan continuamente por todo el espectáculo, en forma de solapado homenaje, que no imitación, ya que tanto Adolfo Pastor, como Sergio Nogués tienen la suficiente entidad como cómicos, como para ser únicos en sus respectivas creaciones. De Pastor me llevo su impoluto uso del gesto y su portentosa voz, que pasma al mas valiente, así como sus autorreflexiones, que son oro puro, y que necesitan ser rumiadas a posteriori, para que tengan su función, hablamos de humor inteligente, no de carcajada fácil, y de eso en este espectáculo vamos sobrados. De Santiago Nogués me quedo con su expresividad corporal, sus excesivos arranques en algunos medidos momentos, y su aparente pusilanimidad que luego aparta para dejar a la vista su mala baba cuando le tocan las narices. Ambos están de dulce, siendo destacable la interpretación de Nogués en el Sketch titulado "Burocracia" uno de los mas inspirados del espectáculo, y siendo en "Clases De Inglés Para Gilipollas" uno de los momentos en los que mas brilla Pastor. Ambos se mueven en un código estrictamente naturalista, que da mucho empaque a unas variopintas y en general atinadísimas interpretaciones, llegando al clímax interpretativo en el anteriormente citado " Cumbre Del Pensamiento" donde el complicadísimo texto fluye de maravilla, y aunque a veces nos perdamos en tan profundos conceptos, la forma en la que se plantean es descacharrante, por la cotidianidad, y espontaneidad con la que se dirimen las mas peregrinas dudas de la existencia humana.Estamos ante un trabajo de laboratorio, lleno de frescura que sale de los mas profundos recovecos de estos dos artistas que nos dejan ver un mucho de nuestra sociedad, y un mucho también de lo que a ellos, con gran justicia, les parece criticable de la misma. Es decir se parte de ellos como individuos y sus inquietudes, para plasmar unos personajes aborrecibles y queribles a partes iguales, y que tan cercanos nos parecen.Propuesta escénica sobria, Grotowski puro, que tan en boga está de nuevo en nuestros escenarios, donde lo único que hay, son las interpretaciones y los espectadores. Algo que yo agradezco siempre y cuando lo que se ofrece merece la pena, como en este caso. Hay también varios toques Brechtianos en su planteamiento, con unos interesantes y medidos rompimientos de la Cuarta Pared, especialmente al final del espectáculo y mucho Beckett, en su vertiente mas comprensible y su concepción del humor y del Teatro Del Absurdo, en algún momento me decía a mi mismo... ¿ vendrá Godot? No vino, a fin de cuentas ese ni está ni se le espera nunca ¿ o si?
La obra está muy bien llevada en cuanto a los tiempos se refiere, empezando de forma estudiadamente desconcertante, y finalizando mas desconcertantemente todavía, algo que va muy en consonancia con la arriesgada y valiente propuesta que se nos sirve, y con un uso de los silencios muy efectivo y estudiado que dotan de gran sentido tanto al texto como a las acciones, muy bien llevadas a puerto por cierto, gracias a la estupenda expresividad de los dos actores.Todo un acierto se mire por donde se mire, en una propuesta novedosa en su planteamiento, que no da pábulo a la complacencia y que no deja indiferente a nadie. Se juega con el texto, se juega con las palabras y se juega con el público, en un bucle muy divertido, desesperante a ratos y revulsivo en su esencia, aunque camuflado de farsa, que siempre parece que es menos grave lo que se cuenta.