Ayer disfruté de la obra de teatro “Gloria”, un monólogo conducido de forma impecable por la actriz Ana Rayo en el que el público tiene la oportunidad de descubrir a la verdadera Gloria Fuertes: excesiva, malhablada, cansada de su papel, ácida pero sensible a la vez, tremendamente culta y amante de las palabras, de todas, incluso de los tacos.
Me gustó mucho Ana Rayo porque vi todo el tiempo en ella a Gloria. Me fascinó su diálogo con el globo, el único compañero de escenario, al igual que los niños, siempre presentes en la vida de la poeta y representados en este caso por nosotros, su público. Me emocioné de nuevo con sus poemas y con su voz rota por el tabaco y por el whisky. Qué frágil, Gloria, envuelta en sus corbatas y sus palabrotas.
Qué frágil, Gloria.