Puede parecer que sea difícil encontrar algo que sea positivo en esta crisis que aún colea, pero aunque parezca increíble la Innovación en este país le debe mucho.La crisis para bien de muchos y mal de unos pocosha acabado con el esperpento circense que supuso “la innovación” entre 2000 y 2007.Quién no recuerda los grandes fastos institucionales montados en torno a esa palabra mágica que se iba a convertir en la solución a todos nuestros problemas en un abracadabra. Quizás no tantos sepan los cientos y quizás miles de millones que se fueron por la alcantarilla en un ejercicio de vanidad suprema en aras de una supuesta sensibilización del personal. World Conferences, Meeting Innovation y todas esas cosas se pusieron de moda en los corazoncitos de responsables ministeriales, agencias estatales y autonómicas. Grandes eventos a los que acudían los sagrados sacerdotes foráneos para predicar con el ejemplo a cientos de miles la hora.Quién no se acuerda de la panda de charlatanes que se hicieron de oro con sus charlas, seminarios y papers donde divulgaban los secretos ocultos de la Innovación a ritmo de ocurrencias estrafalarias y dinámicas que parecían sacadas del Rocky Horror Show.La locura se extendió como una pandemia a todos los ámbitos. Todas las organizaciones, grandes y pequeñas, reclamaban su sitio bajo el sol proclamando al mundo su compromiso indisoluble con el espíritu de la innovación. De la noche a la mañana habían descubierto que no sólo eran capaces de innovar, sino que lo habían venido haciendo desde el principio de los tiempos.Recorrías los lineales del súper y te encontrabas con una salsa de tomate innovadora o una compresa que suponía la innovación más radical que se pudiera imaginar. Encendías la tele o la radio y te encontrabas con el spot de una gran petrolera que anunciaba su última y colosal innovación: ofrecer un espacio wifi en sus estaciones de servicio. Abrías el periódico por la sección local y podías reconfortarte al leer que tal diputación o ayuntamiento había creado un gran laboratorio de innovación en los antiguos terrenos del Tío Roque. Incluso las vetustas instituciones financieras se apuntaron a la gran verdad. Una de ellas incluso destino todo un edificio histórico a la innovación corporativa gastándose el oro de los dioses en el último grito de tecnología y mobiliario. Hoy en día, es un lugar triste cuyos espacios se alquilan por horas para seminarios formativos o eventos promocionales.La crisis se llevó por delante a charlatanes, partidas presupuestarias millonarias y astracanadas varias. Ya nadie habla de aquella innovación. Quienes divulgaban la auténtica innovación continúan haciéndolo de forma seria y callada. Quienes trabajaban por hacer de la Innovación parte del ADN de sus organizaciones continúan peleando por ello al tiempo que recogen sus frutos. Todo esto es lo que le debemos a la crisis que no es poco. Adiós al show de la innovación y bienvenida la Innovación.