Guillermo Pérez Masedo, exposición el la galería Gema Llamazares (Gijón): El registro de una de las firmes promesas de la pintura española del siglo XXI

Por Asilgab @asilgab


Acercarse a la obra pictórica de Guillermo A. Pérez Masedo es hacerlo a lo que él ha denominado como no lugares y que el artista define muy bien cuando nos dice que: “siento una gran predilección por los espacios desestructurados en donde gobierna el orden de aquellos que no ha sido proyectado. Imprescindibles lugares de tránsito repletos de heridas abiertas por el hombre…” y que sirvió de presentación para su última exposición colectiva en la Galería madrileña 6más1, donde presentó cuadros que aparte de reflejarnos todavía sus inquietudes en blanco y negro, nos atraparon esa parte del corazón más inhóspita por inexplorada, con unos muelles y unas grúas que se acercaban en alguna ocasión al cuadro El perro semihundido de Goya, como animales inanimados dotados de un alma no pétrea, pero en la que también pudimos entrever esa nueva etapa donde el color empieza a ganar protagonismo.

Pero acercarse a sus cuadros, es hacerlo también a esa intensa poesía, mitad melancólica, mitad escapista de una realidad existente a la que no le prestamos atención, como hacemos con nuestras propias heridas, y él, con su magnífico trabajo, nos hace reflexionar sobre el hombre y su pasado, a través de las construcciones a las que dota de un protagonismo exultante en el que sin duda cabe el afán de la memoria. Su regreso a las galerías y a la actualidad del panorama de la pintura contemporánea española, viene acompañado del flamante Primer Premio del X Concurso Internacional de Artes Plásticas de la Universidad de Zaragoza que hace escasos días ha recibido, lo que le sirve de una magnífica carta de presentación para esta nueva aventura pictórica, que en esta ocasión, tiene su punto de partida en la Galería Gema Llamazares de Gijón (http://www.gemallamazares.com/), bajo el título de Estío 11. Una exposición colectiva que se desarrollará del 24 de junio al 30 de septiembre en la galería gijonesa, y de la que la obra de Guillermo va a formar parte, y lo hará, con esa nueva dimensión de sus cuadros algo más coloristas, donde el cielo ya no está tan encapotado y en el que los reflejos del rey sol sobre sus edificaciones, nos producen de nuevo esa convulsión que sólo nos producen las cosas bellas, esas que transitan más allá de nuestra vulgaridad cotidiana, como queriéndonos hacer partícipes, aunque sólo sea por un instante, de un universo del que también podemos ser protagonistas, y todo ello, gracias a esa sabiduría universal que sólo atesoran los grandes artistas, un don del que Guillermo A. Pérez Masedo ha sido dotado para su fortuna individual y colectiva, y que él tan bien refleja en el siguiente texto.

Guillermo Adolfo Pérez Masedo

En tierra de nadie. Exposición en Gema Llamazares

“¿Son las ciudades contemporáneas como los aeropuertos, es decir, todas iguales?”(1)
“Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no-lugar.” (2)
No me gustan, a priori, los planteamientos localistas, territoriales; cercenan la creatividad. A lo largo de todos estos últimos años me he perdido por caminos limítrofes, suburbiales, alejados de los centros urbanos, del ruido, de las luces de neón, de la gente; siempre me han interesado las grietas, las heridas, mirar entre los resquicios de lo evidente, por eso he intentado traducir en pintura las sensaciones que me ha producido visitar ciudades asoladas por la guerra, espacios deshabitados, arrabales, nuevos barrios en construcción, zonas portuarias…: el germen, la basura, el residuo, se han convertido en mi lugar de acción, y en él me encuentro cómodo – allí no tengo que dar explicaciones a nadie-. Me alimento de todos ellos, y desnutrido me siento bien, con fuerzas para afrontar cada una de las batallas. Me he olvidado ya de lo que convierte en distinta y genuina a cada una de las ciudades, y también de su perenne quietud, de su inmovilidad, y de lo particular de cada una de ellas –sus sellos, sus monumentos, sus hitos-. Al contrario de ella y de sus históricos núcleos, la periferia se presenta ante mí como un elemento dinámico – y cruelmente devastador-, que absorbe con urgencia imprevisible territorios naturales, que muta por sí misma y a su vez modifica el entorno que lo cobija, destruyendo en un inicio para posteriormente construir nuevas realidades…es allí dónde la distinción se nubla y lo propio desparece a favor de lo semejante -”no es París ni América donde hay que buscar; todo es eternamente parecido en todas partes” (3) -.

Invasivos no-lugares que ganan terreno a lo establecido de forma natural, ya sea por mar o por tierra, futuros espacios incapaces de generar historia, de generar ruinas reales, catalogadas, imperecederas –las ruinas de mis cuadros no son ruinas sino detritus fugaces, momentos instantáneos a punto de desaparecer para siempre-, eternamente incompletos, puesto que “igual que un hombre sin sombra no está completo, un lugar que no genera ruinas es un lugar incompleto”(4) , dónde la identidad es un bien escaso, que aparece en momentos determinados, puesto que “el pasajero de los no lugares sólo encuentra su identidad en el control aduanero, en el peaje o en la caja registradora” (5) … nuevos territorios, nuevas extensiones de vida propia, cada vez menos dependientes de la vida cotidiana de las ciudades, que igualan, que no distinguen, que no caracterizan. Algo concebido por la sobremodernidad en la que nos encontramos, capaz de generar “espacios que no son en sí lugares antropológicos y que, contrariamente a la modernidad baudeleriana, no integran a los lugares antiguos” (6). Y es en esos espacios circunscritos, limítrofes, donde las personas desaparecen, pero su presencia está latente en todos los rincones; existencia real, no por abundancia, sino por abandono. Su huella, el carácter destructivo que el hombre impone en muchas de sus acciones, ya sea a través de una episodio bélico o a partir de la colonización de un terreno hasta entonces ajeno a él, se magnifica en cuanto su presencia desaparece, pues su sombra inflinge aún más respeto.

Cada ciudad abandonada, cada ciudad destruida, cada zona industrial corroída por el óxido, cada nueva extensión urbana limítrofe, cada suburbio a los pies de las nuevas infraestructuras urbanas, todos ellos distintos entre sí pero globalmente iguales a todos los demás, todos ellos no-lugares, nos producen una sensación de inseguridad infinitamente superior a una ciudad superpoblada, allí “siempre estamos obligados a probar nuestra inocencia” (7) : es allí donde el pasado ha perdido su lugar, porque no existe, es allí donde se nos invita a una contemplación más introspectiva con la realidad, y es allí donde el miedo aviva nuestro sistema perceptivo, dilatando nuestros poros ante la intuición de poder absorber nuevas y desconocidas experiencias.

Referencias:
(1) Koolhaas, Rem. “La ciudad genérica”. Editorial Gustavo Gili.
(2) Augé, Marc. “Los no lugares –espacios del anonimato-”. Editorial Gedisa.
83) Van Gogh, Vincent. “Cartas a Theo”. Adriana Hidalgo editora.
(4) “Periferias.” Prólogo del catálogo de la exposición en el Centro de Arte Dos de Mayo (14/05/2009-27/09/2009).
(5) Augé, Marc. “Los no lugares –espacios del anonimato-”. Editorial Gedisa.
(6) Augé, Marc. “Los no lugares –espacios del anonimato-”. Editorial Gedisa.
(7) Augé, Marc. “Los no lugares –espacios del anonimato-”. Editorial Gedisa.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel