A pesar de que corra una leyenda negra sobre ellas, a cerca de su gran cantidad de calorías (o sea, que supuestamente “engordan”), nada más lejos de la realidad. Gracias a su riqueza nutricional y su aporte en fibra están indicadas en regimenes para adelgazar o “mantener la silueta”.
Comer habas y guisantes frescos de temporada es un verdadero placer. Lo ideal es comprarlas en vainas y desgranarlas justo en el momento de cocinar.
A veces, puede dar algo de pereza desgranar sus vainas, ya que durante gran parte del año comemos los guisantes y las habas congeladas (también están deliciosas y conservan su poder nutricional), pero el sabor de las habas y guisantes frescos no tiene ni punto de comparación. Son mucho más tiernos y sabrosos, tanto, que nosotras hasta nos los comemos crudos a modo de snack. ¿Porqué no? Tienen muchísimas propiedades.
Los guisantes frescos aportan muchas proteínas, hidratos de carbono y agua (el 78%). Entre otros de sus nutrientes conviene destacar el aporte de vitamina A (en forma de betacaroteno), niacina, ácido ascórbico, tiamina (vitamina B-1), riboflavina (vitamina B-2), y minerales como potasio, fósforo, calcio, sodio, hierro, entre otros. Son una buena fuente de fibra y antioxidantes.
Están indicadas en situaciones de esfuerzos físicos, cansancio y debilidad. Ayudan a eliminar el colesterol y son buenas para el sistema nervioso, en casos de inapetencia, cuando el estado de ánimo está un poco bajo y para el sueño ya que tiene unas ligeras propiedades tranquilizantes.
Tienen propiedades depurativas y diuréticas. Ayudan a absorber la grasa (colesterol) depositada en las venas. Gracias a su contenido en lecitina y colina son beneficiosas para “alimentar” el cerebro, lo que es ideal en épocas de exámenes, en personas que requieren un gran esfuerzo intelectual, y en personas con Alzheimer. Y cómo no, favorecen el tránsito intestinal.
Mi recomendación: las habas y guisantes frescos se pueden comer crudos (recién desenvainados) como un entremés con sal gorda. Están riquísimas. O claro está, se pueden comer solas sin más (como un pica-pica entre horas). Sano, nutritivo y natural.
También podéis comerlas salteadas en una sartén con un poco de aceite y cebolla rehogada, o bien cocidas con mantequilla, o estofadas con arroz y unas ramitas menta (o hierbabuena), o con laurel si os apetece un sabor más suave…
Besos desde mi blog!!!