Siempre que Julien (La Part dels Àngels) me recomienda un vino que no conozco, le hago caso. Me recuerda este hecho, por lo demás cotidiano, lo que ayer me comentaba Agustín en El Petit Celler de Barcelona (tienda en la que me siento cómodo, siempre como algo bueno y compro y bebo mejor): "ya puedo hacer recomendaciones, ya, que si no añado algún argumento del tipo 'tal crítico ha dicho esto o tal guía ha puntuado eso' no me hacen ni caso". Mal hecho. Cuando entras en una tienda especializada en vino, lo comentábamos hace poco, puedes llegar a tener alguna mala experiencia u oir cómo a alguien le recomiendan un vino con argumentos peregrinos. Cierto. Pero lo más habitual, la norma casi, es que en las tiendas de vinos especializadas trabaje gente que prueba muchas más cosas que tú y que te puede informar y aconsejar de maravilla. No voy a dar ahora nombres, pero en todas las que frecuento en Barcelona, me sucede lo mismo. Dejaos, por favor. Hervé Souhaut (Domaine Romaneux-Destezet, en Arlebosc, Ardèche) trabaja unas 5 Ha con alguna de las variedades clásicas del Ródano norte: viognier y roussanne para sus blancos, y syrah y gamay para sus tintos. Julien aconseja vivamente su Sainte Epine (un terruño frente a la colina de Hermitage, en la "rive droite", syrah de cepas centenarias) y, por supuesto, caerá pronto.
Pero el otro día me apetecía el perfil de gamay que describía para este Souteronne 2011, Vin de Pays de l'Ardèche, IGP, de 12,5%. Mi amigo es de pocas palabras: un gesto de aprobación de sus dedos me basta. La gamay procede de una vieja selección masal que ha producido, ahora, cepas de 60 a 80 años. La fruta, como es también tradicional en la zona (por lo menos desde que Jules Chauvet predicara en ella), se vinifica con raspón, larga maceración a baja temperatura, sin filtración ni SO2 (el total es inferior a los 25 mg/L) y reposo con sus lías finas. El resultado es lo que yo llamaría un vino serio. Ya desde el momento en que lo sirves muestra seriedad y buen hacer. Cuesta explicar esa sensación, pero yo la tengo. Cuando el vino cae en la copa ya te está diciendo cosas: éste se ha depositado con suavidad, con entereza, como de una pieza. Es un vino de campo, sencillo y sin florituras ni concesiones a la galería. Fresco pero sin distracciones (es lo que tiene el raspón). Ya no en nariz, pero en el paladar, el vino habla todavía de la fermentación (muy leve CO2). Tiene acidez, cerezas, aroma de violeta, aires de raspón y un punto del hollejo. Es ligero y muestra dotes de trote en el paladar. Suave pimienta roja. Un poco de brezo y clavo en posgusto. Para los que quieran conocer otra dimensión de la gamay. Muy recomendable. Creo recordar que me costó sobre los 12€.