En estas fechas son muy comunes las reuniones sociales. Bien sea con amigos, familia, compañeros de trabajo, antiguos compañeros de estudios… solemos quedar para tener una comida, una cena o al menos para vernos y charlar un rato de manera “amistosa”.
En esas reuniones existen muchas posibilidades de interacción. En ocasiones nos vemos metidos en una situación que no nos es del todo cómoda porque las personas que forman parte de esta no son de nuestro agrado. Esto puede hacer que participemos con menor frecuencia de manera activa o que nuestra participación esté mediada por cierta emoción de molestia, enfado o incluso de vergüenza. Debemos ser conscientes de ello para poder ponerle solución en caso de que queramos cambiarlo.
¿Qué podemos hacer entonces? Si tenemos que pasar por este evento de manera “obligatoria” lo mejor es que veamos opciones que nos beneficien lo más posible a nuestro estado de ánimo y comodidad, o al menos que no sean tan perjudiciales como a veces estamos anticipando. Normalmente, en estos encuentros existen personas que no son afines a nosotros, pero también hay personas con las que sí mantenemos una buena relación o al menos una relación cordial. Tenemos que aprovechar estas circunstancias.
Generar conversaciones con estas personas no tiene por qué ser dificultoso. Podemos aprovechar las conversaciones que ya estén formadas para participar en ellas e ir dando nuestro punto de vista, de manera que formemos parte activa de la conversación. Si nos es más cómodo, otra opción es comenzar una conversación de manera individual con otra persona, ya que podemos sentirnos más seguros y poco a poco que se vayan añadiendo miembros a esa conversación. Esta manera nos es más útil cuando el enfrentarnos a un grupo social supone ciertos niveles de ansiedad que aún no estamos manejando de manera adecuada.
Puedo decidir no participar en ninguna conversación, claro está, pero esto puedo generar una emoción de descontento o frustración y cada vez me sentiré más inhibido en este tipo de situaciones.
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