Hablemos del mundial de fútbol

Por José Antonio Villegas García


 
He leído de todo acerca de la jugada de Robben en la que marcó el gol del cachondeo holandés, desde que toma beta alanina y creatina, hasta que rondó los 37 km/h, pasando por la sospecha de dopaje con eritropoyetina; de todo he leído y todo es decepcionante. 
¿Es que no hay periodismo culto en el área de deportes?
¿Qué le pasó a nuestra selección aparte de llegar los jugadores al mundial sin una preparación y un acondicionamiento específico?
Pongamos por delante algunos datos:
1)   No hay preparación específica en base a jugar un mundial en junio. Los jugadores entrenan y compiten en base a los deseos de sus clubes, sin concesiones.
2)   No hay acondicionamiento adecuado (temperatura, humedad, condiciones de juego etc) para cada partido. Hay otros muchos factores que priman (intereses federativos,  compromisos, dinero…)
3)   El fútbol es un deporte de equipo y cualquier factor que afecte a un grupo significativo de jugadores afecta al conjunto.
4)   Los jugadores de talento (técnica), tienden a minusvalorar la preparación física y la parte de entrenamiento no visible (alimentación, suplementos, descanso nocturno etc)
5)   La fisiología del ejercicio y la nutrición aplicada, son minusvaloradas en el área médica en donde suelen primar los traumatólogos. El aspecto más alarmante de este hecho lo hemos sufrido en las últimas temporadas en las que ha habido casos de muerte súbita de jugadores que demuestra que los gastos a la hora de analizar a los jugadores sitúan muy por encima la traumatología con respecto a la evaluación fisiológica.
Sin conocer la particular forma de ser de un jugador de fútbol, estrella y millonario, no podemos entender lo que ocurre en ese deporte. El problema no es el dinero, ya que hay ciclistas que ganan tanto o más y, sin embargo, se dejan la piel en cada carrera. Tampoco es el estrellato (véase Nadal, un ejemplo de entrega y disciplina). Yo creo que es una especie de cultura propia del fútbol (como la costumbre de tirarse al suelo gritando ante un golpe –en ningún otro deporte se ve algo parecido-).
Tengo y he tenido buenos amigos que han sido responsables de equipos del más alto nivel, como Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid y Sevilla. Todos son médicos de prestigio y todos hacen lo que pueden (que no es mucho por las presiones que tienen que soportar). Con todos he comentado las cuestiones que me han llamado la atención y de todos he obtenido la respuesta que me imaginaba, no hay mucho más que hacer, el fútbol es así.
Ahora bien, si hay que dar por sentado que el jugador de fútbol no es un atleta, hablemos alto y claro y digámoslo sin pudor. No se pueden entender frases como… “el calor era sofocante, había mucha humedad.. ¿????? Ha llegado sin fuerza al remate… Tras un larguísimo sprint de 30 mts ¿?????? Hay que preservarlos para que sean capaces de salir al contraataque y estén frescos ¿?????  Ha corrido mucho durante el partido y ha hecho más de 11 km ¿??????
Es penoso observar los calambres en los jugadores que se enfrentan a equipos importantes o juegan partidos trascendentales ¿Qué pasa, que en los otros partidos no se entregan al 100%? ¿No entrenan suficiente para aguantar un partido a ese ritmo?
A lo largo de mi carrera profesional he visto deportistas de todas las especialidades pero, curiosamente futbolistas de élite, no (no han necesitado una evaluación de fisiología del esfuerzo ¿?????). Es más, recuerdo que cuando se inauguró el Centro Regional de Medicina del Deporte, los políticos de entonces (año 1986) llevaron a un jugador del Real Murcia que entonces militaba en primera división, para hacerse fotos (en ropa deportiva como simulando una revisión completa) y se subió a la cinta. Pues bien, cuando puse la cinta en marcha, me espetó con absoluta falta de respeto ¡Para esto, joder! Una actitud que solo volví a ver en algunos jugadores de NBA norteamericanos que llegaban al Juver de baloncesto de aquélla época (en plena prueba se quitaban la mascarilla y se salían de la cinta).
Escribo esto, haciéndome eco de la sorna con la que muchos triatletas, ciclistas de ruta o maratonianos (entre otros deportistas) se quejan de las estrellas del mundial de fútbol. Efectivamente, es un espectáculo que tiene poco de esfuerzo, lucha, disciplina, dureza y entrega (hablando siempre en términos generales), porque estos calificativos suelen pertenecer más bien a las categorías inferiores, en donde hay más pundonor y menos estrellato.