Hace un año exacto que la hija de mi casero llamó por teléfono para avisarme de que había posibilidades de que el local de mi negocio tuviera alguna gotera. Esa llamada no me dejó dormir y al día siguiente, en pleno Estado de Alarma, en medio de una ciudad fantasma, me acerqué hasta allí con el miedo metido en el cuerpo. Al llegar y abrir la puerta me recibió una bocanada de humedad que todavía no me quito de la cabeza. Todo parecía igual pero había agua por todas partes. No la veía, pero estaba en los libros de las estanterías, en el techo resquebrajado, en el rodapie hinchado, en el suelo…
Me vine abajo y no sabía a quién llamar. Llamé a mi hermana, que siempre me salva. Y luego ya no pararon las llamadas: al seguro, a la hija de mi casero, al otro seguro, a mis padres, otro vez al seguro. Experimenté una sensación de desconcierto y soledad allí, metida en medio de tanta humedad, en el local que parecía el mismo de un mes antes pero ya no era igual, que creo que aún no he podido superarla del todo.
Por eso le he puesto palabras, para curarme. Para intentar pasar página y seguir de verdad hacia adelante, pensar en la bueno que conseguí después y no en todo lo malo que, en el fondo, me hizo crecer. Para recordar los buenos momentos que pasamos allí Soraya y yo, los cuentos en la ventana, las mañanas escuchando a Rozalén, aquel concierto de Andrés Suarez, las visitas interminables, el cariño de Fernando, los cumpleaños sorpresa, todo. Y olvidar que alguien dijo que los libros no valían nada, y que la vecina pensó que su avería nunca sería mi avería, o que mi casero nunca mas volvió a llamarme para preguntarme qué tal estaba.
Cuento esto porque necesito no dejarlo dentro y que todo el mundo sepa que las compañías de seguro, a veces, solo crean inseguridad. Que ni en los peores momentos puedes olvidarte que la vida es un negocio y a cada uno le importa el suyo. Falta empatía y humanidad, y por mucho que yo quiera compensar aportando mucha, en el camino me puedo encontrar justo con todo lo contrario. Hubo muchos momentos que la pandemia, el siniestro, la incertidumbre estuvieron a punto de ganarme. Pero tuve gente muy bonita a mi lado, mucha, y no me dejaban parar. Siempre había que hacer alguna gestión, mirar un mueble, llamar a alguien, colocar a algo, ver un local. Me salvaron. Yo sola no habría podido salvarme porque no estaba en el mejor momento de mi vida y tenía la autoestima por los suelos. Pero ellos me salvaron. Así que cuento esto también por ellos, por los que si tienen empatía y humanidad, por cada uno de los buenos momentos que hicieron olvidar el recuerdo de los malos.
Por ellos: https://unpuntocurioso.com/nuestro-magico-espacio-en-salamanca/