Para elevarnos no es necesario que disminuyamos la densidad de nuestro cuerpo, basta que nos unamos a algo más ligero que el aire, por ejemplo un globo, el Principio de Arquímedes hará por nosotros el resto. De la misma manera, no es necesario luchar contra nuestros pensamientos más densos, basta ir creando un globo de miradas ligeras, sin juicios, sin ataduras a creencias limitantes. A medida que nuestros pensamientos ligeros ocupen cada vez más espacio empezaremos a “subir”, a despegar de los típicos conflictos de la dualidad. ¡Y claro!, cuando empecemos a contemplar el nuevo paisaje, con sus perspectivas más amplias, y a respirar un aire más puro, nuestros deseos de aterrizar irán desapareciendo sin necesidad de luchar contra ellos. El sabio sabe que cuando lucha contra él mismo pierde siempre, y que negar nuestros deseos no es más que combatirnos. La dualidad nos hace creer que censurando nuestros deseos dejamos de ser sus esclavos; pero en realidad al reprimirlos los estamos haciendo más fuertes, ya que les damos una inyección de nuestra propia energía. Lo más sabio no es entrar en batallas, sino aprender a observar nuestros deseos más allá de los juicios de las creencias que normalmente habitamos.