Buenos Aires es múltiple y diversa. Muchos barrios y muchos km de superfície que tienen como barreras naturales el mar, los muelles, las vías del tren y las autopistas que la cruzan. Casi nada...No es una ciudad tranquila, para qué nos vamos a engañar. Vive en una tensión que se palpa en el ambiente casi en todas partes...Palermo es una de las excepciones, los cementerios, la otra (Recoleta, Chacarita). El barrio de Palermo tiene dos sectores separados por la vía del tren y una avenida. Yo me quedo con el que se llama Palermo-Soho (al otro le llaman Palermo Hollywood), un cuadrado que se puede pasear casi como su estuvieras en un oasis perdido entre el caos porteño. Muchas casas bajas todavía. Muchas calles arboladas. La plaza con pasto de Palermo Viejo. Muchos talleres de artista. Mucha tienda de moda interesante. Hay algunos restoranes interesantes, pero a mí me llamó la atención y disfruté mucho la hora que pasé en Helena Bar-Resto (Nicaragua, 4816; 4.833.0256). Es un local con gracia, en el que hacen una cocina inclasificable (entre platos de pasta, wraps y mucha pastelería) pero rica. Me gustaron, a qué negarlo, especialmente los postres. Una rica galleta de mantequilla crujiente, con pistas de chocolate y tomillo. Deliciosa. El comedor lo presidía este fantástico reloj de un apócrifo (hasta donde yo sé, claro...) Chateau Renier, de Chateauneuf-du-Pape. El tiempo como que se paró en Palermo...