Hienas, perros, políticos, histriones y otros depredadores públicos (In the loop)

Publicado el 05 enero 2010 por Sesiondiscontinua
A veces el sarcasmo más exagerado e inmisericorde es la única manera de acercarse a la realidad de una actividad en la que parece imposible que haya seres humanos, no sólo dedicados en cuerpo y alma, sino deseando incorporarse a ella por convicción propia. La inefable constelación de líderes que gobernaban el mundo hace unos años, sus patéticas decisiones, sus torpes declaraciones y el convencimiento íntimo de que el mundo se gobernaría mejor bajo el imperativo del miedo, suministrarán --a partes iguales-- suficiente material para sesudos ensayos y sangrantes parodias durante décadas. En una hipotética clasificación de índices de ironía mordaz In the loop (2008) rozaría el máximo tolerado por el cuerpo humano; a su lado Fahrenheit 9/11 (2004) parece una recopilación de cancioncitas de catequesis.
La comparación con el gran clásico de Kubrick --¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1963)-- es inevitable porque buena parte de la vitriólica perspectiva de los hechos proviene de ese título mítico; pero (al igual que en el caso de Michael Moore) los años no han pasado en balde, y ni la corrección política ni la amenaza de la censura planean como en los años de la guerra fría, así que In the loop se permite el lujo de decir las cosas sin tapujos y sin miedo a ofender. Existen numerosos precedentes sobre el tema del complejo asesor-político-militar, pero ninguno suele perder de vista el realismo, tratando de enlazar su crítica a través de un discurso a medio camino entre la denuncia y la propuesta de vías de salvación: La cortina de humo (1997) inaugura el ciclo «política contemporánea sin escrúpulos» en el que todavía nos hallamos inmersos; aunque fue la guerra de Iraq la que disparó las aportaciones, acumulando material para un ciclo bastante completito. Sin ir más lejos, de la cosecha del 2007 hay bastante donde elegir: Leones por corderos, En el valle de Elah, La batalla de Hadiza, Redacted... In the loop las supera a todas tanto en los aspectos formales como de contenido: para empezar, un endiablado ritmo narrativo --superando incluso el de Uno, dos, tres (1961) de Billy Wilder-- que amenaza con atrofiar la capacidad de comprensión del espectador; a continuación, el formato elegido para rodarla, en un tono de claras reminiscencias documentales y otorgando un amplio margen de improvisación a los actores. Precisamente por eso, los diálogos --en los que no brilla el menor asomo de ética-- adquieren una verosimilitud que acojona por su crudeza. In the loop nos introduce sin tapujos en las excrecencias de la actividad política que supuran los alrededores de la presidencia de los gobiernos (encuentros previos, preparatorios, informales, de tanteo, de comadreo, pero también los oficiales de alto nivel, donde no todo es tan ultraprofesional como aparentan las imágenes de los informativos); un ecosistema en el que habitan, entre otros, trepas, ineptos, lameculos, fascistas, ingenuos, arribistas e idiotas a tiempo completo, en el que cada cual interpreta el papel que ellos mismos se han adjudicado a partir de una idea de la política extraída de lecturas e historias deformadas por el interés personal y una serie de teorías convenientes para su mentalidad fabricadas y asimiladas en pleno cuelgue de Prozac.
Se nota que su director --Armando Lannucci-- conoce perfectamente los ambientes que describe, y que el tratamiento dramático escogido para llevarlos a la pantalla es el fruto de una dilatada experiencia radiofónica y televisiva en el género de las actualidades paródicas. Todo eso y, por descontado, el conocimiento directo del medio que ridiculiza, proporcionan a la película un tono y un estilo que no oculta una preocupante realidad: podemos retirar la capa de histrionismo de las interpretaciones, la mitad de los tacos y aumentar la dosis de doble moral y de prevaricación y, a diferencia de la mayoría de parodias cinematográficas y televisivas, aún nos quedará un retrato plausible del día a día en la política internacional (y también de la nacional). Afortunadamente, en In the loop no todo se queda en mera parodia y sátira.
Estoy persuadido de que el mundillo en el que se desenvuelven las negociaciones de la diplomacia global no dista mucho de la patulea de personajes que protagoniza el filme, así como de las patochadas sin sentido que encadenan. Sin embargo, un público joven y escasamente comprometido es el que más disfruta con la inacabable sarta de tacos de Malcolm Tucker --Peter Capaldi interpretando el mismo personaje que le catapultó a la fama en la serie de TV The thick of it (2005-2009)-- y demás trapicheos del circo político. Entonces yo me pregunto: si ya sabemos que los políticos apestan pero la política es necesaria, ¿a qué tipo de política aspira este público desencantado? Es como si se asumiera con resignación la mezcla de corrupción e intereses personales que denuncia el filme porque proporciona combustible para innumerables programas de humor; sin dejar por ello de presuponer que los transportes públicos llegarán a su hora, los mercados estarán permanentemente abastecidos, la investigación, la sanidad y la educación se financiarán sin problemas y los recursos naturales, el ocio y el consumo permanecerán inagotables. Estos fans del sarcasmo político hablan y actúan como si todo esto no formara parte del mismo fenómeno, como si la intendencia y el bienestar no tuvieran nada que ver con la política, que es simplemente un motivo más de diversión. Se trata de una grave distorsión que es necesario explicar a esa mayoría «desencantada» que piensa que todo lo que afecta a su día a día funciona solo: para que haya una buena red de alcantarillado necesitamos personas que gestionen los recursos públicos, criterios y pautas de actuación, pagar impuestos y estar dispuesto a defender un mínimo de convicciones ideológicas. Todas esas cosas las hacen los políticos, aunque en la actualidad parece que su principal ocupación es entretener al personal con sus meteduras de pata. Lo bueno de In the loop es que deja ver, más allá del retrato distorsionador y exagerado de personajes y situaciones, la necesidad de un punto de encuentro entre votantes y cargos electos.
No estamos en buenas manos, es dudoso que eso vaya a cambiar y es poco probable que podamos hacer algo para evitarlo a menos que sobrevenga un colapso. Estamos jodidos y sabemos que lo estamos, e In the loop es una manera terriblemente divertida y lúcida de tomar conciencia de ello.