A veces me pasa.
Salgo de casa a las ocho de la mañana y vuelvo del trabajo doce horas más tarde. Agotada por un lado, con necesidad de hacer cosas por otro. Creo que es lo que llaman ansiedad.
Muchos días lo soluciono con una compra compulsiva por Internet. Venteprivee, privalia o zara son mi remedio, mi valium. Click click y ya está. Ya he hecho algo para mí. También puedo ver muebles que no me caben en casa en Westwing. O ver directamente casas que nunca podré comprar. Pero hoy no. De hecho, creo que tengo algún paquete pendiente de recibir. De una crisis en la oficina. La superé gracias a un vestidito de Dolores Promesas.
Por supuesto, suelo recurrir a la comida. Patatas fritas, helados o nocilla. Pero soy más de bebida. Últimamente tomo una copita de vino, que siempre da más glamour que la cerveza.
Pero en momentos como ahora necesito algo más. Hacer algo constructivo. Quiero ver cómo mi día ha servido para algo.
Así que, mientras duermo a la pequeña, miro el móvil. Entro en Play Store. Se me ilumina la bombilla. Me empiezo a bajar compulsivamente apps que te viene con tablas de ejercicio. Las que son gratuitas, claro está.
Ya se ha dormido.
Hala, a entrenar. Una monotemática de sentadillas. En pijama, en el salón, con el móvil en la mano, siguiendo las indicaciones. Ahí estoy yo. One, two, three. Siento que me viene bien. Hago el entrenamiento de tres días. Ahora una especial de piernas. Qué buena. Me bajo una de entrenamiento sólo de glúteos. Esa es la mía.
Estoy sudada. Tengo que parar. Creo que ya tengo agujetas. Pero no se me ha pasado. Casi que tengo aún más ganas de hacer cosas.
Preparo las mochilas de mañana. Me ocupo un rato de mis plantas.
¿Quitar los edredones? Están los niños durmiendo. ¿ Terminar el cambio de armario? Qué pereza. ¿Hacerme las uñas? Necesito algo más movido.
Ya sé. Lo tenía pendiente.
Et voilà.
Mi tiramisú.
Ya me siento mejor.
Una ducha y mis cremas.
Bien.
El blog. Mi terapia.
Me voy recuperando.
¿A dormir?
Hombre, ya que estoy, a por la declaración de la renta…