Habíamos salido a navegar como habíamos hecho muchos domingos. De tranquis, simplemente para desconectar a mar abierto de nuestras preocupaciones diarias pero de golpe el viento cambió y a tomar por el culo todas nuestras expectativas de una día soleado y maravilloso.
Me sentía incómoda en todas partes, hacía ya más de una hora que había empezado esta pesadilla y bajé al camarote para ver cómo estaba todo. Las cacerolas, los enseres de cocina, todo se había desparramado por el diminuto interior del barco. Una ventana, la del camarote principal, se había quedado abierta y prácticamente toda la cama estaba empapada. Todo era un caos del que pensé preocuparme más tarde porqué otra ola me había hecho precipitarme al suelo abriéndome una ceja. Busqué el botiquín pero era imposible encontrar nada, ni tan solo el equilibrio que lo perdía constantemente debido a las embestidas del mar.
Zarandeada y removida como un vulgar hielo en una coctelera, subí a cubierta para ver el horror. Todos mis amigos que hacía un minuto estaban luchando por mantener el barco a flote habían desaparecido.Chillé pero las malditas olas ahogaban mis incesantes intentos de localizar a los únicos que me podían sacar de ésta. Gritaba sus nombres pero nada. No había respuesta alguna. Litros de agua en cortina vertical impedían que viera mucho más lejos de donde me encontraba y solo escuchaba como el oleaje se amontonaba intermitentemente encima de mi.
Abatida y todavía más mojada que antes, volví al interior del barco. Me tumbé en la cama empapada y empecé a llorar. Sentía tristeza por esos amigos que ya no volvería a ver más pero también sentía un miedo aterrador porque quizás si los viera pero demasiado pronto para mi gusto, pues parecía que iba a correr la misma suerte que ellos.
Al poco, noté como una mano fría me acariciaba el pelo y una voz escalofriante, en un susurro, me dijo que no me preocupara, que hoy no moriría:
- ¡Hoy tampoco estás en mi lista, baby!
Me giré asustada, sabía de quien se trataba. Esa voz ya la había escuchado antes. Otra vez, era la Parca quien, en esta ocasión, se esfumaba por la escotilla del barco.Un bip-bip en la radio, me sobresaltó y gracias a una voz desconocida que me fue indicando como mandarles mi ubicación para venir a rescatarme, salvé de nuevo mi vida. Tal y como había anunciado mi ya vieja conocida Parca.