Últimamente hemos tenido invasión de hormigas en casa. Pues bien, habíamos dejado una tacita en la cocina con agua bendita y por la mañana nos dimos cuenta de que las hormigas habían subido hasta la mesa para meterse en la taza y morir ahogadas. ¿Tan atraídas se sintieron por el agua como para ir a morir allí? Al día siguiente había todavía más hormigas ahogadas. No era un experimento ni nada parecido, todo ocurrió de la forma más natural.Esto me llevó a pensar en que nosotros los humanos también sentimos una atracción irresistible hacia lo bendito, hacia lo trascendente, hacia Dios. Aunque esta atracción a veces está oculta y se traduce en una angustia vital. Otras no lo está pero tenemos miedo a entrar en la vida divina porque nos parece que de alguna forma vamos a ahogarnos, a morir, a perder todo lo que tenemos. Pero para nosotros entrar en la vida trascendente no supone ahogarse, más bien es empezar a respirar, a ser hombres y mujeres de verdad, a ser felices. Es pasar del agua de la tacita a un mar inmenso donde flotamos en paz y nos sentimos como en casa, encontramos nuestro verdadero hogar. Lo que ocurre es que para llegar allí primero tenemos que pasar por el agua de la taza sin ver más allá y eso da un poco de miedo porque es un viaje a lo desconocido. Pero si las hormigas pueden, ¿no vamos nosotros a poder?