A rebufo del
éxito comercial de productoras como la Hammer o Amicus, otros estudios
intentaron hacer su particular agosto; partiendo de las bases del gótico más
clásico e incorporando elementos tales como el thriller policíaco o el cine
negro aderezados con gotas de fantástico o ciencia ficción, ofrecieron al
público una serie de películas que ampliaban el panorama del cine de terror
británico. Entre las múltiples producciones que se movían en estos parámetros,
y que poco a poco iremos comentando en otros artículos, resalta por varios
motivos una película de contundente título: Horror en el Museo Negro (Horrors
of the Black Museum, 1959). Samuel Z. Arkoff, Herman Cohen y Jack Greenwood
escondidos detrás de los estudios Carmel Productions y Merton Park Studios
produjeron el film, siendo dirigido por Arthur Crabtree (1900-1975), ya por
aquel entonces un veterano en mil lides y que se despediría de la dirección con
este film. Horror en el Museo Negro recoge en su particular propuesta diferentes
influencias bien definidas y notorias. Dentro de un argumento eminentemente
policíaco (la investigación de unos extraños y originales asesinatos), se van
incluyendo referencias al mito del Doctor Kekyll y Mister Hyde, un mórbido y
destacado sadismo en los crímenes cometidos, una pulsión misógina destacable,
un estudio de la mente criminal (que adelantaría lo expuesto por Michael Powell
en su obra maestra El Fotógrafo del Pánico (Peeping Tom, 1960), algunos
efluvios, cómo no, de Jack the Ripper, experimentos e hipnosis propios de un
'mad doctor' y un abstracto retrato por desigual y/o ingenuo de una sociedad
londinense todavía anquilosada en algunas costumbres un tanto peculiares.
El argumento es
bien sencillo: unos escalofriantes asesinatos han conseguido que la policía londinense
esté en el punto de mira de toda la población, la absoluta falta de pruebas y
lo peculiar de los crímenes provocan que las autoridades no logren acercarse en
lo más mínimo al autor de las atrocidades, este panorama contrasta con los
acertados ensayos y artículos que Edmond Bancroft (un eminente criminólogo)
publica periódicamente y que le sirven para burlarse ostentosamente de la
incompetencia policial. La ola de asesinatos sigue, pero el círculo cada vez se
cierra más sobre el asesino.
Como podéis ver
la trama es bastante lineal, sin embargo su director, a pesar de un inicio un
tanto ambiguo, pronto enseña sus cartas: no pretende hacer un film de investigación
policial al uso, más bien se decanta por desvelar desde el principio al autor
de los crímenes para, de esta manera, poder centrarse en el asesino, sus
motivaciones, fobias y personalidad esquizoide; en este aspecto el film se
retrata como un thriller de carácter psicológico con algunos toques góticos que
a pesar de la falta de cierta profundidad, nos regala escenas verdaderamente
interesantes. Para hilvanar una historia con ritmo, el realizador crea un
esquema que se repite a lo largo del film, cada asesinato es seguido por una serie
de secuencias que muestran, poco a poco, el desarrollo de la trama, es
conveniente destacar que a pesar de ese esquema y de un tono pausado y certero
el director no acaba de darle forma, quedando en el tintero algunas cuestiones
que llevan a la película a un final algo apresurado y inocente, que diluyen en
cierta medida los aciertos anteriormente mencionados.
Dejando de lado
este defecto, el film se presenta como un ejercicio artesanal donde se juega
con diferentes géneros, logrando exponerlos con dignidad y clase; los
asesinatos son originales y macabros, los prismáticos trucados o la guillotina
portátil dan fe de ello, la cadencia del film tiene ritmo y eficacia y la atmósfera
creada por momentos es ominosa e inquietante. A estos elementos podemos
añadirle ciertos toques relevantes, como por ejemplo la relación maestro / alumno,
entre Bancroft y su joven ayudante, donde el primero ayudado por una especie de
suero (el toque Hyde antes mencionado), consigue que su ayudante se convierta
en un títere que obedece sin pestañear sus órdenes, también se pueden mencionar
las escenas más bizarras donde Bancrfot se saca la máscara de asesino y se
convierte en un espeluznante 'mad doctor' de aviesas intenciones.
Todos estos
elementos son ayudados enormemente por la soberbia actuación de Michael Gough
(1916-2011), actor versátil y carismático con una larga carrera a sus espaldas,
que en este film borda su personaje, ofreciéndonos una actuación llena de
aristas y recovecos realmente interesante, donde las múltiples caras enseñadas
ofrecen un perfil de psicópata realmente inolvidable.
Sobria, efectiva
e interesante, Horror en el Museo Negro esconde en su interior más de los que
parece, y no es de extrañar que con el paso del tiempo se haya convertido en
una pieza de culto.
Saludos
amigos/as de El Terror Tiene Forma.
Ficha Técnica
Año: 1959 / Director: Arthur
Crabtree / Productor: Samuel Z.
Arkoff, Herman Cohen, Jack Greenwood /
Guión: Herman Cohen, Aben Kandel /
Fotografía: Desmond Dickinson / Música: Gerard Schurmann / Dirección Artística: C. Wilfred
Arnold / Maquillaje: Gordon Bond,
Jack Craig / País: UK / Duración: 78m. / Formato: 35mm/ Proporción: 2.35: 1 / Color
Ficha Artística
Michael Gough, Graham Curnow, June
Cunningham, Shirley Anne Field, Gerald Anderson, Geoffrey Keen, John Warwick,
Beatrice Varley, Austin Trevor, Howard Greene, Malou Pantera, Stuart
Saunders, Dorinda Stevens, Hilda Barry, Nora Gordon, Vanda Godsell, Gerald
Case, Geoffrey Denton, Howard Pays, Frank Henderson, William Abney, Garard
Green, Ingrid Cardon, Emile Franchel.