Un viaje a la nostalgia, a la cultura, a los iconos del siglo pasado, todavía próximo en el tiempo pero ya casi lejano. Abierto desde 1947 y situado en esta ciudad suiza, el Hotel City Zürich quería recuperar su esplendor y dotarlo de una elegancia atemporal. Para ello han confiado en el criterio del estudio Dyer-Smith Frey, quienes se han encargado de todo el interiorismo y han creado una serie de muebles tan auténticos como si tuvieran un siglo de vida.
Grandes lámparas colgando del techo, predilección por materiales brillantes, espejos… Es la reinterpretación del glamour por parte de este estudio suizo. Pero el hotel busca, además, que el huésped se sienta cómodo, y eso lo proporcionan las chimeneas, las moquetas y los suelos de madera que visten algunas de las plantas del hotel. Por último, un guiño a la cultura más pop a través del color y los dibujos de las paredes.
El mobiliario a medida está diseñado por Dyer-Smith Frey y se inspira en el pasado, lo mismo que las fotografías que cuelgan por todo el edificio. Retratos, lifestyle, viajes… y sobre todo la vieja Zúrich. De hecho, se lanzó un concurso con el objetivo de conseguir las mejores imágenes de la ciudad. Los ganadores fueron Nico Schärer y Dario De Siena. Sus fotos transitan por la recepción, mientras que las habitaciones acogen a Audrey Hepburn y Marilyn Monroe.
Si hacemos un recorrido, lo primero que nos encontramos son los destellos de la recepción, de la que destaca la gran lámpara, el espejo del techo y el escritorio con un frente de latón y formas poligonales.
La estantería que guarda las llaves del hotel, las sillas y la chimenea son las encargadas de darle un aire más acogedor y traen de vuelta el pasado del hotel.
El dorado sigue por la escalera que conduce al lounge, el mejor escaparate donde contemplar las piezas diseñadas por Dyer-Smith Frey así como una imagen abstracta de la ciudad.
Cada habitación es única. De lo poco que comparten en común, la madera del suelo en la primera planta, y la moqueta de las tres superiores, cada piso con un tema diferente, eso sí.
Se presentan tres categorías de colores: beige, el verde y el coral. El primero, con sus tonos crema, busca el contraste con la elegancia del negro. Por su parte, el verde, en combinación con los tonos oscuros, proporciona un ambiente clásico y más hogareño. Con un acento británico incluso. Por último, el coral aporta un toque de exotismo.
En la cuarta planta está la suite, que cuenta con dos habitaciones, dos baños y dos entradas. En la principal reina el turquesa, que contrasta con las paredes grises tirando a carbón de la salita, rematadas en la parte inferior con una colorida cenefa de paraguas.
La habitación busca fantasía y relajación, por ello se han decantado por un papel pintado de nubes para las paredes y un elegante mobiliario en color nogal.
El hotel dispone de un restaurante y bar, el Löweneck. Su diseño busca ser un reflejo de la cocina que ofrecen. ‘El auténtico diseño se encuentra con la auténtica cocina’, definen en el estudio, fundado por Gian Frey and James Dyer-Smith.
La elegancia y calidez de las habitaciones también está presente en este espacio, pero aquí las paredes de ladrillos blancos y el hormigón a la vista aportan un extra de luminosidad. Es otro buen lugar para contemplar las piezas de Dyer-Smith Frey. El banco y el bar, especialmente. Si bien para esta parte también han recurrido a las lámparas y sillas de Horgenglarus.