Hoy no me puedo levantar

Por Arquitectamos

Hoy es un día especial, uno de esos raros en los que una historia que venía fraguándose desde hacía tiempo cierra con una guinda, con un perfect. Hoy es un día de alegría para la arquitectura, porque es precisamente ella la que engarza ese broche de oro.

Todo encaja como en una  trama de una novela policíaca, y se resuelve con una solución tan inesperada como coherentísima que nos deja con la boca abierta, pasmados, admirados.

La historia empieza hace ya un par de décadas: El ayuntamiento de Madrid le cedió una parcela en el distrito de Hortaleza al gran emprendedor José Luis Moreno para que construyera en ella el fantástico proyecto empresarial del Coliseo de las Tres Culturas. (Perdonad: No sé qué tres culturas. Supongo que la del pelotazo, la del mamoneo y la del abuso). Parece ser que el ayuntamiento le dijo: "Toma, Moreno", y ya.

El insigne empresario presentó su proyecto y todo parecía ir bien (aunque despacio) hasta que de repente, vaya usted a saber por qué, el gran hombre cayó en desgracia. Ya sabéis cómo va esto: Eres una persona encantadora y en un momento, porque haces negocios con la mafia o porque tú eres la mafia(1), te empiezan a mirar mal y te hacen de lado. Tiquismiquis.

El caso es que la parcela de patrimonio público que el ayuntamiento de Madrid le había puesto a su disposición se quedó sola y abandonada, con toda su pública patrimonialidad desatendida.

Acaso la asociación de vecinos de Hortaleza pudo llegar a pensar que con esa parcela hicieran algo infame como un edificio público: un centro social, un centro de salud, una biblioteca... Esas estupideces.

Pero menos mal que otro prohombre se prestó a recibir ese suelo y rescatarlo de la mediocridad de lo público-vecinal. Un héroe: "Si no puede ser para Don José Luis Moreno yo mismo me puedo hacer cargo de él". Benefactor.

Ese segundo ciudadano ejemplar es Nacho Cano, un músico de éxito (ya menos, ya apenas nada, pero en su día fue lo más de lo más de España entera) y también empresario del espectáculo que ha propuesto construir, en vez del Coliseo de las Tres Culturas, el Teatro Malinche, que pondrá en escena un "macroespectáculo" [sic] sobre la historia de amor de Hernán Cortés y de la indígena náhuatl(2).

A las cinco se ancla la armada de Hernán Cortés
Pero el jefe no sale hasta las seis.
Y si encima le toca hacer caja despídete.
Casi siempre se le hace de día.
Mientras Malinche ya se ha puesto en pie.
Ha hecho la casa; ha hecho hasta café
Y le espera medio desnuda.

No entro en la gestión política, aunque no me gusta un pelo, y además todos sabemos de la amistad del músico empresario con la presidenta de la comunidad de Madrid. Pero esa crítica no es cosa mía. Tampoco sé los detalles de la negociación, ni cuánto pagará el beneficiario por el alquiler o la cesión, ni qué beneficios obtendrán por todo ello el ayuntamiento y los vecinos. No quiero criticar eso, que no sé. Me quiero centrar en la arquitectura, celebrar la arquitectura.

Un teatro de cinco mil metros cuadrados construidos y con capacidad para 1326 espectadores, y además con un parking para cuatrocientos coches, es una pasada. Y además es un ejercicio arquitectónico excitante y emocionante. Quién lo pillara.

Por fin se ha hecho pública la propuesta, y es tal que así:

Una pirámide escalonada azteca (o maya, yo qué sé ya) para contar la historia de amor azteca (o española-náhuatl, quemedehéis). Un teatro para macroespectáculos en los que, quién sabe, a lo mejor cada vez le sacan el corazón palpitante a algún vecino. Ahí, a lo grande.


La arquitectura no puede ser más apropiada. ¿Un diseño basado en que el escenario sea idóneo y funcional y se vea bien desde cada localidad? ¿Una obra arquitectónica que responda a los principios de espacio, función...? No, qué va. Chorradas. Una pirámide azteca (maya), una réplica de otra construcción de otra época, para otro uso, de otro tamaño, con otras condiciones, con otros materiales y sin otra justificación que miracómomola y porquemedalagana. Una pura obra kitsch, una falsificación, que es lo que gusta(3).

Fisac decía "mi ética es mi estética" y Nacho Cano lo repite con el mismo rigor. En efecto, en ambos casos la estética arquitectónica es un claro trasunto de la ética que hay detrás. Es, por eso lo decía al principio, un perfect, una magistral arquitectura que expresa tantas cosas... y con tanta elocuencia...

Madrileños, no lloréis. La pandemia os quitó aquel proyecto de noria gigante que ya acariciabais como segura, pero ahora tenéis la compensación de la pirámide azteca (maya) más idiota y más sinsentido del mundo, pero la más coherente posible con... con todo. Con toda la movida tocha (que decimos los intelectuales).

"Madrid, poblachón manchego" (que no es manchego), Madrid, capital paleta, no comparable a ninguna otra de Europa, ciudad que no sabe ganarse el respeto. Zafia. Madrid, trampolín de todas las desdichas y espigón de las mamarrachadas. Madrid. De Madrid al cielo; al cielo de los desdichados, de los pacientes y de los decepcionados. Al cielo de los estafados, de los mansos, de los tontos.

Madrid, Madrid, Madrid,
en México se piensa mucho en ti.

(Y en Madrid se piensa mucho en México. O en lo que haga falta. Qué más da).

Me he quedado tan impresionado que hoy no me puedo levantar: La pirámide azteca (maya) me dejo fatal.

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(1).- Porque de repente se enteran de que haces negocios mafiosos no: Porque de repente se hace público que haces negocios mafiosos. Ahí hay un matiz.

(2).- ¿Solo ese macroespectáculo? ¿Nada más que ese macroespectáculo? ¿Todo el rato ese macroespectáculo?

(3).- Todavía recuerdo al popular periodista televisivo que dijo que el Museo de las Colecciones de los arquitectos Tuñón y Mansilla era un ESPANTO y un horno de pan. A ver cuántos se espantan y se horrorizan de este teatro-pirámide azteca-maya. Yo diría que nadie. Estas cosas gustan mucho.