Humildad y Soto Zen

Por Chocobuda

Un valor espiritual esencial para las grandes religiones del mundo es la humildad. Es esta actitud ante la vida que está mal vista por la sociedad de consumo, ya que se le compara con pobreza, debilidad o mediocridad.

En muchos blogs, videos y revistas vemos artículos sobre cómo ser un ganador, cómo vencer, cómo afirmarse a uno mismo, cómo tener éxito en esto o aquello; lo que hace más grave la enfermedad que es el ego. Nos impulsan a ser un modelo socialmente aceptado, pero no nos dicen cómo ser uno mismo y vivir de manera auténtica. Raramente vemos cómo y por qué es mejor vivir con humildad.

En la práctica Zen, que deriva del Budismo Mahayana, vemos la humildad como un precepto moral. Lo expresamos como una invitación a no ser arrogantes ni presuntuosos, puesto que un ego inflamado con autoimportancia y halagos es solo un estorbo para el crecimiento personal y espiritual.

El Buda nos enseñó que una mente humilde puede detectar cuando está perdida en sí misma y es víctima de sus obsesiones.

La esencia de la humildad es la comprensión de la enseñanza de la Vacuidad. Como parte de la práctica espiritual del Budismo Soto Zen, es darnos cuenta de que el practicante no es nada y es nadie. Es decir, todos estamos principalmente vacíos de contenido y características únicas. Somos parte de la vida, pero no somos dueños de la vida.

Paradójicamente, cuando una persona entiende hasta la médula que es vacuidad, es cuando en verdad se convierte en algo. No es que Ana sea solo Ana. Es que Juan es también Buda. Pero no se puede vivir esa budeidad a menos que se tenga un corazón cimentado en la humildad para aceptar que la personalidad es solo una creación de la imaginación.

Es solo con la práctica de Shikantaza Zazen que podemos soltar las ideas de lo que somos, para poder vivir nuestro verdadero ser, el Ser Universal.

Por eso nos entrenamos para soltar los pensamientos. Nos comportamos sin arrogancia. Nos movemos en silencio, sin ser notados, para poder ayudar a los demás sin buscar que nos den «gracias» o crédito alguno.

Vivir la práctica Zen no es solo meditar. Es andar por la vida de manera digna, discreta y con compasión.

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