De paseo a las librerías.
Este fin de semana he hecho un viaje relámpago a Madrid y he paseado un poco por la Feria del Libro. Lo malo de mis viajes relámpago a la capital es que quiero hacer tantas cosas que es imposible que me cuadren todas, sobre todo, porque la fundamental es disfrutar de la familia y pasar tiempo con la abuela y la Madrina que las veo mucho menos de lo que quisiera. Pero esta vez, a pesar de las prisas he tenido una mañana enterita para pasear por El Retiro, de librería en librería y de editorial en editorial, descubriendo libros maravillosos, saludando algunos conocidos y viendo firmar libros a estupendos autores. Terminé agotada pero lo pasé muy bien.
Como buena especialista en literatura infantil que trata de ser una, por supuesto, paré en todas las librerías infantiles que pude y estuve observando mucho rato a los niños que pasaban por allí. Me gustó bastante lo que vi.
Cuando era pequeña me encantaba ir con mis padres a la librería y que me compraran algún libro, era una mañana especial en la que llegabas con un regalo a casa y feliz como una perdiz. Eso es lo que vi yo el otro día. Los peques paraban en las casetas y ojeaban los libros, no solo los de ilustraciones y no solo los más llamativos, los ojeaban todos, escuchaban a los libreros, que les contaban cosas sobre ellos, elegían, sonreían tímidamente cuando les daban su bolsa con el libro y un precioso marcapáginas y finalmente, se marchaban, de la mano de papá o mamá, más contentos que unas castañuelas con su nueva adquisición. Algunos tenían la suerte de que el autor o autora les firmara el libro, les pusiera un sello e incluso les regalara un carnet de detective, no os imagináis las caras que ponían, ¡lo del carnet de detective era genial! Y todo eso, acompañados de sus familias, consultando con ellas qué libro sería mejor llevar o cuál le faltaba de esta o aquella colección.
No nos engañemos, sé que hay niños a los que una visita a la Feria del Libro les daría pavor y también vi algunos que pataleaban porque querían media caseta y no podía ser, o mejor aún, los muñecos que adornaban las estanterías. Soy consciente de que esa imagen que os he contado y que se repitió más de lo que yo esperaba, no se da siempre, pero, cuando lo hace, reconforta verla.
Las visitas a librerías y bibliotecas son fundamentales a la hora de fomentar la lectura en los niños y unas no deben excluir a las otras, cada una tiene su encanto y algo que enseñar.
Es cierto que los libros no son baratos y que no podemos pretender que una familia media pase todos los sábados por la mañana en la librería de turno comprando libros, por eso, ir los sábados por la mañana (o martes por la tarde, qué sé yo) a la biblioteca hace que los más pequeños descubran que tienen otras maneras de descubrir libros estupendos. La sección infantil de muchas bibliotecas es realmente bonita, les da opción a ojear libros, a jugar con ellos, a pasar largos ratos allí, sintiéndose a gusto y finalmente, a llevarse a casa una nueva aventura de su personaje favorito.
Los días que sí se puede ir a la librería y que el libro que llevan a casa se va a quedar allí para siempre les da otra perspectiva de la lectura, les hace sentirse mayores porque ponen el nombre y la fecha en la primera página y porque la estantería de su cuarto cada vez está más llena.
Pero no olvidemos que, esos momento son mágicos porque los comparten con sus padres, sus tíos, sus abuelos... pasan con ellos un tiempo en el que disfrutan y eso también les hace disfrutar de los libros.
No sé si os habéis fijado alguna pero ver a un niño comentar sus libros preferidos con un adulto es algo genial. De alguna manera, el niño se siente al nivel de sus mayores, habla de libros, como ellos y plantea cuestiones, para él fundamentales, que dan lugar a largas charlas de lo más transcendentales. No sabéis cuánto se aprende en estas charlas.
Por eso, los paseos a las librería no deben faltar en la vida de los niños. La posibilidad de estar rodeados de libros y de elegir uno o dos para descubrir, la ilusión de salir de casa y dirigirse hacia allí o de ir a la biblioteca, la seguridad de que, esa noche, podrá conocer a un nuevo amigo entre letras y compartir esos momentos con quienes más les quieren enriquecen la experiencia de la lectura y la vuelven aún más mágica.
Así que, mi humilde consejo de este mes es ese, haced que estos lugares, llenos de libros y de historias, formen parte de su vida. Para mí esas visitas eran mágicas, estoy segura de que para ellos también.