Humor costumbrista en estado de gracia: Café irlandés

Publicado el 22 octubre 2010 por 39escalones

- Tres kilos y medio.

- Pero… ¿es un pavo o un bebé?

- ¡¡Es un bebé!!

- Aaaah… Es un bebé hermoso… Pero como pavo…

Stephen Frears es uno de los cineastas actuales que con mayor acierto y éxito ha conseguido mantenerse en el esquizofrénico equilibrio que muchos europeos en Hollywood buscan mantener durante toda su carrera. Constantemente a caballo entre las costosas y comerciales superproducciones repletas de estrellas y el cine pequeño, popular y casi artesanal de bajo presupuesto, en 1993 buscó recuperarse del reciente fiasco de Héroe por accidente con una película hecha a su medida, un fresco de la realidad irlandesa a medio camino entre el cine social y la comedia costumbrista.

En The Snapper (título imposible de traducir al castellano), Frears parte de una premisa dramática, como es un embarazo no deseado, y la reviste de un humor verborreico, irreverente, mordaz, sarcástico: una familia irlandesa tradicional, aunque no excesivamente religiosa, se ve sacudida cuando Sharon (Tina Kellegher), la hija mayor, una joven adolescente cuya vida discurre entre un trabajo mal pagado y las nocturnas (y etílicas) salidas con sus amigas, anuncia que está embarazada; obviamente, es soltera, ni siquiera tiene novio formal, y además persiste en mantener oculta la identidad del padre por mucho que le insisten en que la revele. La noticia cae como una bomba, y los distintos miembros de la familia reaccionan cada uno a su manera, desde la curiosidad de sus hermanos pequeños, la indiferencia de los medianos, o la violenta actitud del mayor, recién llegado de un país árabe en el que ha servido con los Cascos Azules, que se ofrece a apalear al responsable. Los padres, en cambio, oscilan desde la bronca y el conflicto hacia, en el caso de Dessie (un magnífico Colm Meaney), la hostilidad pasiva, y la comprensión y la asimilación por parte de la madre. Pero la mirada socarrona de Frears no se limita a la familia: compañeros de trabajo o de borrachera de Dessie, el grupo de promiscuas y malhabladas amigas de Sharon, el gentío del pub o del colegio son objeto de la burlona mirada del director británico, que utiliza los chascarrillos, comentarios y habladurías del personal sobre el inminente alumbramiento de la joven para ofrecer un retrato del gusto de las sociedades tradicionales, generalmente depositarias de valores religiosos, por la rumorología, el esparcimiento de bulos y el humor de trazo gordo cuando de cachondearse del vecino se trata. Así, Frears muestra igualmente un fresco de la sociedad irlandesa previo al boom económico de la isla, el momento de un entonces todavía tímido despertar de una colectividad en su camino por conciliar los valores tradicionales más asociados a su devenir histórico y cultural con las nuevas modas y costumbres introducidas por la vida moderna. Eso sí, sin un minuto de descanso en el retrato de tipos y situaciones delirantes, disparatados, acrecentados cuando por fin se conoce la identidad del inesperado padre.

Basada en la novela de Roddy Doyle, adaptada por el mismo, Frears combina un humor fresco e inteligente con continuas apelaciones a la cultura popular (televisión, música, canciones de éxito) y al inevitable choque con la tradicional moral irlandesa para ofrecer un film de aires televisivos (de hecho se concibió como telefilme, de ahí la estética desvaída y simplona que impregna sus imágenes) que hace apología de la fealdad y de los espacios abigarrados y repletos de personas y objetos como vehículo para internarse por una comedia inteligente y cálida, que refleja los más reconocibles tópicos irlandeses, no para burlarse de ellos, sino como instrumento para confeccionar un tejido cómico más complejo y rico, de índole más ética y moral que bufonesca. Fenomenalmente interpretada, destaca Colm Meaney en su composición de padre tan iracundo como tierno, tan ácido como patético, y la pléyade de secundarios en estado de gracia, especialmente el grupo de bebedores de cerveza negra con los que Dessie suele acompañarse en el pub, una galería de estereotipos que van desde el clásico y patético ligón de tres al cuarto al pobre empanado al que le cuesta coger los chistes.

Stephen Frears huye de los focos de Hollywood para construir una película pequeña en cuanto a despliegue técnico, material y humano pero muy grande en lo que se refiere a comicidad, humor y reflexiones sobre los nuevos modelos de familia. Inteligente sin aburrir, graciosa sin ser chacabana, sencilla sin ser vulgar, Café irlandés es una de las mejores comedias de los noventa, y además cuenta con un buen puñado de temas reconocibles en su banda sonora, que se abre con esta guasona versión ‘Irish’, toda una declaración de intenciones en sí misma, del Can’t help falling in love de Elvis Presley: