Prólogo 1: El suelo (urbano) no vale nada. Por el límite oriental del término municipal de mi pueblo (Seseña) pasa el Río Jarama, que forma una vega muy fértil. Esas tierras han sido muy cotizadas desde la prehistoria, pues el Jarama lleva un caudal muy estable y el regadío está garantizado. Hay pocas heladas y todo se muestra benigno para la agricultura.
(Este es de Navarra, pero es exactamente igual que los de mi pueblo)
Los antiguos seseñeros establecieron el pueblo a unos siete kilómetros de distancia de esa magnífica vega. No la iban a estropear construyendo casas. Éstas fueron construidas (naturalmente) en el peor sitio posible para la agricultura: en un pedregal de yeso. El suelo que no valía para otra cosa se usaba para construir.
Al pie se ve la plaza, y la calle de La Vega se aleja. 4 Km más allá (de suelo de secano)
pasa la carretera de Andalucía y el terreno va descendiendo otros 2 o 3 Km hasta el Río Jarama.
La gente rica tenía mucho terreno de regadío en la vega y mucho más de secano en el llano. La gente algo más pobre tenía algunas tierras de secano, en la parte alta, entre la vega y el pueblo. La gente aún más pobre no tenía tierras y trabajaba a jornal. Pero todos tenían enormes parcelas en el casco urbano: El terreno en el que hacer la casa costaba infinitamente menos que una tierra de labor de secano (y no digamos que una pequeña huerta de regadío). En realidad apenas costaba algo. Y si las zonas más céntricas estaban ya ocupadas, se hacía uno la casa en las afueras y ya está.
Recuerdo la casa de mis abuelos: No tenía ni baldosas. El suelo era de tierra apisonada y cal, que mi abuela regaba todas las mañanas asperjando con la mano el agua de un cubo. El tejado era de tejas sobre cañizo. Las paredes eran de canto y barro. La electricidad había venido después: Las paredes estaban recorridas por cables trenzados con aislamiento tejido, las bombillas colgaban de casquillos desnudos y se encendían y apagaban con interruptores de pellizco.
Era la casa más pobre que uno pudiera imaginar, y sin embargo daba por detrás a un patio enorme, en cuyo fondo había una cuadra donde había habido una mula, y encima de la cuadra había una cámara para el grano. Un auténtico laberinto inextricable para jugar. Un paraíso.
En la parcela que ocupó la casa de mis abuelos, ya demolida, están hoy las casas de tres de mis tías, tres buenas casas, cada una de ellas con su buen patio.
Es decir: Un matrimonio medio, algo más pobre que rico, tenía un solar que hoy sólo se podría permitir un millonario.
Prólogo 2: El urbanismo es, en principio, un pacto entre vecinos. En aquella época de la que hablo las cosas se podían hacer así porque no existía alcantarillado, ni agua corriente, ni electricidad ni teléfono. Las casas no iban enganchadas a nada y cada uno se podía hacer la suya donde quisiera, sin conectarse a ninguna "red".
La única red que existía era la viaria, que se había generado espontáneamente. Uno separaba su casa de la de enfrente una distancia prudencial, para no quedarse atrapado y poder entrar y salir, y pasar con la galera y con la mula. Para eso era necesario que los vecinos también lo hicieran. De alguna manera, el "egoísmo" particular de cada vecino, que atendía a sus propias necesidades, propiciaba la "solidaridad" colectiva.
Aparte de dejar paso no hacía falta nada más. Había calles muy sinuosas y callejones sin salida. Las alineaciones eran irregulares porque siempre había algún listo que se metía un poco en la calle.
Primera aproximación al meollo. No había alcantarillado: Uno vertía sus desechos en un pozo negro dentro de su parcela, en el patio trasero. Tampoco había agua: Las mujeres bajaban a la fuente con una carretilla que podía llevar dos tinajas. (Yo he jugado con esas carretillas, ya inútiles en mi niñez). Y al lado de la fuente estaban los pilones y el lavadero, donde todo el pueblo lavaba la ropa.
La cosa cambió radicalmente cuando se hizo una red de tuberías para que cada casa tuviera agua. Entonces cada casa nueva que se hacía creaba la necesidad de alargar el tubo de agua. Ya las casas no eran autosuficientes. Necesitaban disponer de esa infraestructura, y permisos para enganchar a ella. Aún no había previsiones de caudal. El agua se cortaba a menudo porque las bombas de los pozos municipales se rompían o no daban abasto. Las zonas más altas del pueblo sufrían mucha pérdida de presión y pasaban mucho tiempo sin suministro. Ya se empezaba a hacer necesario que alguien previera algo, ordenara algo, calculara algo.
Cuando yo era adolescente, y en mi primera juventud, las calles de mi pueblo aún no estaban pavimentadas, y aún no había alcantarillado.
Y los vecinos empezaban a demandar esos servicios.
Entrada en el meollo. Las primera ordenación urbanística de mi pueblo se hizo en 1983. Se aprobaron las primeras Normas Subsidiarias. Por aquella época (yo estaba en la escuela de arquitectura, pasado ya el ecuador de mi carrera) se hizo el alcantarillado, que se cobró a los vecinos mediante contribuciones especiales. ¡Menudo follón!
A partir de ese momento ya parecía obvio que el suelo urbano empezaba a costar algo más de dinero: El precio inicial del suelo rústico, más los gastos de urbanización e infraestructuras, incluyendo lo que hubiera que ceder por diversos conceptos.
Ese precio del suelo era un precio sensato, aditivo: Tanto como suelo rústico, más el coste de esto, más el coste de lo otro, más lo de más allá... Etcétera.
Recuerdo que por entonces en la escuela hacíamos unas prácticas de valoraciones en Legal. Estaba establecido que el valor del suelo suponía una repercusión de entre un 20 y un 30% del precio de una vivienda.
Hurbanismo. Cuando acabé la carrera tuve la suerte de empezar a trabajar en seguida como arquitecto en mi pueblo. Recuerdo que una vez fui a preguntarle unas dudas a la arquitecta municipal, pero no estaba (era una honorífica que iba un día a la semana, cuando podía) y me atendió directamente el alcalde (que, como todos los alcaldes que he conocido en mi vida, era un arquitecto amateur). Sacó una de esas clásicas carpetas azules de cartón que llevan unas gomitas en las esquinas para mantenerse cerradas. Con rotulador negro tenía escrito: "Hurbanismo".
Me llamó muchísimo la atención y lo pasé regular discutiendo las condiciones de aprovechamiento de una parcela con aquella eminencia.
Pero ahora lo entiendo perfectamente: El alcalde era el primero de la historia de mi pueblo que tenía ese nuevo concepto en su mente como algo muy importante, y estaba fascinado por el concepto. Por eso le había puesto una H. Y no lo había escrito con v, sino con b (b alta), por lo mismo.
El Hurbanismo era algo nuevo, algo de gran prosopopeya e importancia. El Hurbanismo abría una etapa decisiva en la historia de mi pueblo.
veinte años después de aquella carpeta.
El DRAE define la voz "urbanismo", a mi juicio con poca elocuencia e incluso con displicencia:
Y en la voz "hurbanismo" no quiere ni entrar:
Curioso, porque esa voz, "hurbanismo", es una de las más interesantes de nuestra lengua carpetovetónica, y tiene dos fascinantes corolarios:
1.- Crea el concepto de "valor residual", porque con el hurbanismo es imposible saber el valor de un suelo, y se hace al revés, restando desde el final para que ese valor sea "lo que quede", un residuo. Esto hace que se pase de aquel valor de repercusión del 20 o 30% a uno del 60%, del 70%, y subiendo hasta el estallido final.
2.- El sistema está establecido de tal manera que si tienes tierras (de secano o de regadío, o incluso eriales yermos; eso ahora da lo mismo), una mera decisión administrativa te pueda hacer rico. El sistema, por lo tanto, es corruptógeno desde su misma concepción.
(Esto queda muy largo. Aunque creo que ya está dicho lo que quería decir, me extenderé en una segunda parte explicando esos dos corolarios finales).
Nota.- No es mi intención denunciar a personas ni a entidades. Tan sólo he contado experiencias muy concretas en un lugar muy concreto para intentar pintar una situación muy general. A cualquiera de vosotros le sería fácil investigar quiénes eran los alcaldes de mi pueblo durante los años que he ido diciendo, y quién gobernaba la comunidad autónoma. Creo que no tiene sentido que lo hagáis, porque estamos viendo exactamente lo mismo en Madrid, en Murcia, en Baleares, en Valencia, en Cataluña... Repito que creo que todo reside en el concepto "hurbanismo", que es esencial y estructuralmente corruptógeno.
Por supuesto que lo de la carpeta con el rótulo "Hurbanismo" es cierto, y es algo que me llena de ternura y a la vez de terror: Creo que fue ese momento cuando los alcaldes de los pueblos pequeños se empezaron a dar cuenta de que aquello era algo muy importante, y se lo empezaron a tomar muy en serio y con mucha responsabilidad (años ochenta), hasta que todo aquello fue llegando por sí mismo adonde tenía que llegar.
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