Cada vez que abro un libro tengo que olerlo, eso es así. Y cada vez que el síndrome de Stendhal se apodera de mí tengo que huir a la zona infantil de alguna librería. Tengo el convencimiento de que cada vez más, los libros para niños se hacen pensando en maravillar a los padres, sobre todo los que acompañan al texto ilustraciones que quitan el sentido.
¿No me digáis que no?
El primer puesto en el escalafón lo ocupa Rebecca Dautremer, y eso es innegable. A partir de ahí, hay una amplíiiiiisima oferta de ilustradores que me tienen loca. Basta darse un paseo por La Central para no querer salir ni a tiros. Lo mismo me pasa cuando entro en Panta Rhei, una emoción de pies a cabeza me recorre el cuerpo y no sé ni por dónde empezar. Me lo llevaría todo. Hay libros ilustrados, libros y cuadernos para pintar, manualidades y todo lo que soñéis.
No tengo una lista de libros ilustrados recomendables porque me gustan casi todos!! Hacen un trabajo de chinos. Uno de mis sueños es esconderme en una esquinita del estudio de un ilustrador y ver cómo hacen esas maravillas. (Prometo estar en silencio las horas que sean). A ordenador o a boli, pero mi cabeza no logra entender cómo se hacen esos dibujos. Por más que me compre libros especializados o me pase horas navegando por sus blogs.
Con estas ilustraciones y sin apenas texto seríamos también capaces de entender las historias. No son los más apropiados, eso sí, para leerles antes de acostarles, es verdad, pero sí para acostarnos a nosotros mismos :)
Somos todas oídos y ojos así que sí queréis hacernos alguna recomendación especial de este estilo, esperamos vuestros comentarios.
Mientras os dejamos con algún autor más.
Feliz lunes!