Una investigación de la Escuela de Medicina Icahn en el Monte Sinaí y un
programa de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, publicada en
la revistaPlos One. Utilizo escáneres
cerebrales en personas mientras estan visualizaban imágenes violentas, descubriendo
que la actividad cerebral era diferente en los participantes, según los
distintos niveles de agresión. Cuando personas con actitudes agresivas
visualizó imágenes de acción, su actividad cerebral era inusualmente alta en
una red de regiones que se activan sin hacer nada en concreto y muy baja en la
corteza orbitofrontal, la zona del cerebro asociada al autocontrol y las
emociones. Por el contrario, los sujetos no agresivos presentaron un aumento en
la presión arterial conforme pasaban los días del experimento y las
imágenes crecían en violencia. Así, la
reacción de cada persona depende de sus circuitos cerebrales y de cómo de
agresiva sea esa imagen inicialmente. La agresión es un rasgo que se
desarrolla en conjunto con el sistema nervioso a través del tiempo a partir de
la infancia. Los patrones de conducta se solidifican y el sistema nervioso
se prepara para seguir los patrones de comportamiento en la edad adulta cuando
se convierten cada vez más en instructores de la personalidad, lo que podría
explicar las causas de las
diferencias entre las personas agresivas y las que no lo son.