Tras este largo periplo hospitalario y vivir un tsunami de emociones que la llevaron del paritorio al trasplante en menos de un mes, Gloria Sánchez abandonaba ayer el HUCA. Cuando los médicos le comunicaron el alta «me puse a funcionar. Fue como ver el final del túnel, la misma sensación que tuve cuando cogí a mi hijo», dice con una sonrisa. Mientras charla con EL COMERCIO en casa de su suegra, Maruja, que estas semanas ejerció de abuela y madre del pequeño Álvaro, Gloria recuerda cómo empezó todo. «Ese día, el 17 de enero, volví del centro de salud, donde había ido con el bebé a una de las revisiones del recién nacido, y le dije a mi suegra: te dejo aquí al chiquillo, que me tengo que ir a Cabueñes». Fue la pediatra del pequeño la que se dio cuenta de que algo no iba bien en Gloria. «Me vio super amarilla y me mandó de inmediato al hospital».
Esta profesora de Lengua y Literatura del Colegio San Miguel, de Pumarín, en Gijón, necesita tiempo para asimilar «todo lo que me ha pasado». Dice que «es como si en todo este tiempo hubiera estado metido dentro de una gran caja». El shock que le supuso el trasplante, «algo que jamás se me hubiera pasado por la cabeza», se lleva mucho mejor «por el cariño y la profesionalidad de los médicos, enfermeras, auxiliares y resto de gente del Hospital Central. Me trataron de maravilla». También asegura que anima conocer a otros trasplantados. «Te das cuenta de que si ellos pudieron, tú también».
Fuente: elcomerciodigital.com