La radiación ultravioleta no llega siempre a todos los lugares con la misma intensidad. Para la clasificación del índice UV, en función del daño que dicha radiación puede causar a nuestra piel, la Organización Mundial de la Salud, la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, han establecido una escala que va desde el 1 al 16, siendo 1 a 2 de intensidad baja, 3 a 5 media, 6 a 7, alta y por encima de 10, extrema.
Color Riesgo Índice UV
Verde Bajo < 2
Amarillo Moderado 3-5
Naranja Alto 6-7
Rojo Muy Alto 8-10
Morado Extremadamente alto > 10
En cuanto a las cremas protectoras que debemos aplicarnos si vamos a estar un cierto tiempo expuestos al sol de todos es sabido que mientras más bajo sea el número del factor menos protección. Así, los factores 2, 4 y 6 son de protección baja; los 8, 10 y 12 son de protección media; los 15, 20 y 25, alta; los 30, 40 y 50, muy alta y los 50+, ultra, lo que no quiere decir que sea, literalmente, “pantalla total”, como normalmente se dice, puesto que no hay ninguna crema que impida al 100% las radiaciones (como comenté en el post anterior). Lo que generalmente no sabemos es que el factor 15 protege ya alrededor del 93% de las radiaciones UVB y que a partir de ahí aumenta muy poco la protección, de forma que con el 50+ es del 98%. Sin embargo, el porcentaje no es ni mucho menos el mismo al ir bajando del factor 15. El descenso del nivel de protección a las radiaciones decae progresivamente al decrecer ese factor.
Hoy día existen ya comprimidos o cápsulas que complementan la protección que proporcionan las cremas y en un futuro es probable que lleguen a sustituirlas totalmente.
Por último debemos recordar que el horario en el que suele alcanzarse los índices ultravioletas más altos es entre las doce y las diecisiete horas, en el que, por lo tanto, hay que extremar la precaución. Y, lo que es aun más importante, los niños menores de tres años no deben exponerse al sol de forma prolongada. Muchos de los problemas de piel que puedan presentarse en adultos pueden tener su origen en una exposición improcedente en edad temprana.