“A la gente privilegiada le gusta pensar que han llegado donde están por puro talento y empuje, no porque la ruleta estaba trucada a su favor” Owen Jones.
Las personas que tienen conocimientos sobre ciencia, educación o comportamiento humano básico suelen decir que se usan los colegios como centros de investigación (pruebas) de nuevas metodologías. Que se aplican las cosas sin saber cómo funcionarán. Los argumentos para implantar nuevas asignaturas o nuevas formas de dar clase son bastante vagos. Argumentos del tipo “lo hacen en Dinamarca”, “los nórdicos trabajan así” o “en Venezuela no lo hacen“. En términos de cuñadismo parece que son las dos únicas posibilidades. Dos países de los que realmente conocemos poco pero en los que todo español parece tener amigos, parientes o espías que nos cuentan su vida.
Mi visión siempre suele ser más simple. Los centros educativos se utilizan para adoctrinar. Pueden existir profesores y profesoras que reivindiquen el pensamiento crítico pero serán casos aislados. Lo normal es una masa uniforme de chicos y chicas que pensarán lo mismo con leves diferencias. Algún verso libre suelto pero en general una prosa definida, rutinaria e inmovilista. La homogeneidad como valor social principal.
Es por ello que ahora toca enseñar a emprender. Igual alguien piensa que eso generará un nuevo modelo empresarial y que las generaciones venideras convertirán el país, el mundo en general en una máquina imparable de generar y repartir riqueza reduciendo la desigualdad y acabando con la pobreza. No es verdad. Lo explicaré de una manera sencilla. Hoy en día casi todo el mundo ve normal que alguien pague por trabajar en un restaurante con un gran cocinero. Existe una admiración hacia esas figuras y son trabajos que se pueden “aprender”. Que la práctica con alguien que sabe, es útil. Puede tener un sentido invertir un dinero en esa formación. Cuando se enseñe a los niños a emprender, se les enseñará a admirar a aquellos “emprendedores” que se han hecho grandes. Grandes a costa de esclavizar en países que no saben colocar en un mapa, explotar disimuladamente aquí y torturar/limitar la existencia del pequeño comercio. Grandes gracias a la familia de nacimiento y a los contratos públicos. Grandes, en definitiva, en base a cuestiones que no se pueden aprender en un aula.
La mayoría de la clase que escuchará esa asignatura no será empresaria, será mano de obra. De la precaria, con ese contrato único de despido libre que parece reivindicarse o los contratos de obra y servicio como trampa para realizar contrataciones cortoplacistas. Mano de obra de ERE encubierto, ilegal pero sin readmisión en el puesto. Mano de obra que antes era clase obrera que luchaba pero en unos años será clase sumisa que pagará porque “está aprendiendo modelo de negocio en una gran empresa”.
Y el ya clásico de mi generación: “es lo que hay, no podemos aspirar a otra cosa”.