En muchas ocasiones, mujeres que ya han sido madres intentan, sin éxito, volver a quedarse embarazadas. En el ámbito médico, se utiliza el término infertilidad secundaria para referirse a aquellas parejas que, tras 12 meses de sexo sin protección, no consiguen concebir otro hijo.
Casi un 25% de las parejas que recurren a tratamientos de infertilidad ya tienen hijos. Aun así, aquellos que buscan tratamiento médico son la mitad en comparación con los que sufren de infertilidad primaria. A menudo, estas personas son reticentes a buscar ayuda porque asumen que el hecho de haber tenido un embarazo exitoso con anterioridad significa que todo va bien. Sin embargo, en lo que respecta a la fertilidad, los éxitos pasados no garantizan éxitos futuros.
Edad
En ocasiones, la infertilidad secundaria es simplemente resultado de la edad, según explican los expertos de Ava, compañía creadora de la primera pulsera capaz de detectar los días más fértiles de cada mujer. En otros casos, sin embargo, no es la edad la que motiva la infertilidad secundaria, sino una enfermedad que antes no se padecía.
Entre las causas más frecuentes de infertilidad secundaria se encuentra la calidad ovular. La mayoría de las mujeres alcanzan el pico de fertilidad entre los 15 y los 30 años. Las probabilidades de concebir descienden ligeramente a partir de los 30, y drásticamente a partir de los 35 (a los 36, casi el 25 por ciento de las mujeres puede ser estéril). Uno o dos años bastan para que cambien la calidad y cantidad de los óvulos. Por ello, una mujer puede haber concebido con facilidad a los 31, pero no a los 33, y es que, cuanto mayor se sea, más probable es que los óvulos padezcan daños cromosómicos, lo que provoca que tengan menos probabilidad de ser fertilizados o de llegar a buen término.
Otras veces, el empeoramiento de la calidad de los óvulos puede ocurrir mucho antes de lo esperado, algo que se conoce como fallo ovárico prematuro.
Ciclos irregulares
En el caso de aquellas mujeres que tienen ciclos irregulares, es posible que no estén ovulando, lo cual imposibilita la concepción. Incluso si estás ovulando, los ciclos irregulares dificultan el proceso de monitoreo de la ovulación para saber cuál es el momento adecuado para tener relaciones.
Entre los factores más comunes que pueden alterar el ciclo menstrual se encuentran el estrés físico o emocional, la obesidad, los trastornos endocrinos (incluyendo síndrome de ovario poliquístico, trastornos tiroideos y diabetes) o cualquier otra enfermedad que provoque irregularidades menstruales.
Defectos en la fase lútea
Otro de los factores a tener en cuenta es la deficiencia de la fase lútea, que es aquella que tiene lugar entre el fin de la ovulación y el comienzo del siguiente ciclo. En un ciclo normal, después de la ovulación, el revestimiento del útero se engrosa para prepararse para un posible embarazo. No obstante, en algunas mujeres el revestimiento del útero no se engrosa, e incluso si se fertiliza el óvulo, la pared del útero no es lo suficientemente gruesa para que el óvulo se implante y el embarazo concluye antes de empezar.
La hormona responsable de que el revestimiento uterino que crezca se llama progesterona. Se dice que puede haber defectos en la fase lútea si la mujer no produce suficiente progesterona, o si el revestimiento de tu útero no responde correctamente a la progesterona. Si se monitoriza el ciclo con métodos como Ava, es posible observar algunas pistas que indiquen un defecto en la fase lútea. Normalmente, esta fase dura entre 12 y 14 días, pero si se observa que el periodo llega más rápidamente después de ovular, puede que nuestro cuerpo no esté revistiendo bien el útero.
Otros síntomas incluyen manchar entre reglas o tener abortos frecuentes. Las posibles causas de un defecto en la fase lútea incluyen, entre otros, la anorexia, la endometriosis o el ejercicio extremo.
Recuento bajo de espermatozoides
La infertilidad masculina suele estar causada por un recuento bajo de espermatozoides o por una baja movilidad de los mismos. Con frecuencia, este problema no viene acompañado de síntomas, por lo que es importante realizar un análisis del semen. Si el problema es la calidad o la cantidad de espermatozoides, es posible que el médico recomiende valorar las tecnologías de reproducción asistida, como la inseminación intrauterina (IIU) o la FIV.
Infertilidad sin explicación
A pesar de todas las posibles causas mencionadas anteriormente, los expertos de Ava señalan que el diagnóstico más común de la infertilidad secundaria es la falta de diagnóstico. Esto significa que, tras haber descartado todas las causas sospechosas de infertilidad comunes, una pareja sigue sin poder concebir. En ocasiones, es posible que siempre haya habido un problema y que la pareja hubiera tenido suerte con su embarazo anterior, o que con el tiempo el problema se haya acentuado.
(Fuente: Ava)