Tomamos
la District Line. Sabía que nos llevaría más tiempo que yendo por
la Central, pero no me importaba, no va tan llena y los vagones son
más anchos. Antes no le daba importancia a estas cosas ni me dolía
la rodilla. También pensaba que hacerse mayor eran manías de los
demás.Nos
bajamos en Embankment, tomamos un tinto en el inevitable Gordons
Wine y nos acercamos a la National Gallery, el quinto museo más
visitado del mundo. La entrada a la exposición Seduced
by art: Photography Past and Presentno es por la puerta principal, es por un edificio anexo que
levantaron Roberto Venturi y James Stirling en 1991, conocido como
The Sainsbury Wing. Allí
todo tiene un cierto aire posmoderno, desde la fachada
brutalista, descompuesta, perpetrando una transformación
deliberada de formas clásicas, hasta el nombre, el mismo que el de
una de las dos cadenas de supermercados más grandes del Reino Unido,
Sainsbury´s. Lord
Sainsbury, miembro de la Cámara de los Lores por el Partido
Laborista, es el dueño. Tiene además una de las mejores colecciones
de arte contemporáneo del mundo y suele hacer donaciones importantes
a centros de arte. En este caso dio cincuenta millones de libras y
eso es muy meritorio. Sabemos que en los países anglosajones, y cada
vez también más en los no anglosajones, se suele poner el nombre
del donante a aquello que saca provecho de la donación, y nada puede
uno que objetar ahí cuando es un ámbito privado. Pero hay que
alertarse cuando una institución pública, en este caso con el 80%
del presupuesto financiado por el Estado Británico, está dispuesta
a adquirir una identidad fraudulenta a cambio de dinero. Y aunque nos
acostumbremos, que lo pretenderán, será siendo igual de repugnante.La
entrada vale 15 libras, unos 18 euros. Después irá a Madrid y
Barcelona. En total no se llega al centenar de obras, la mayoría de
ellas son de la propia National Gallery, apenas hay aportaciones de
fuera por lo que los costos no debieron ser altos. La mayoría de la
gente que vimos dentro era blanca y mayor de 30 años, un martes frío
a las cinco de la tarde.Es
la primera vez que la National Gallery combina fotografía y pintura
en una exposición, para algunos llega tarde y para otros nunca debió
llegar. El contenido intenta explorar las relaciones entre la pintura
tradicional y la fotografía, descifrar cómo algunos de los grandes
maestros de la pintura siguen inspirando a fotógrafos contemporáneos
a través de brotes de creatividad, más o menos irracionales, que ni
ellos son a veces capaces de intuir. Desde algunas obras primitivas
que ya tuvieron proyección internacional en su momento, con con el
habitual trauma inglés haciendo hincapié en los tiempos
victorianos, hasta la fotografía social de estos últimos años.Buena
parte de la muestra se basa en reconstrucciones contemporáneas que
llamaban mucho la atención a los visitantes y que puede que ya hayas
visto en las redes sociales, especialmente las de Maisie
Broadhead, tan kitsch. No fue lo que más nos interesó. Pero
vimos otras pinturas, junto a las fotografías que las referencian,
que sí resultaron ser buenos ejemplos para mostrar con connotaciones
objetivas la realidad de un arte fotográfico actual que remite, en
escala, carácter y ambición, a la pintura antigua o tradicional. De
alguna manera.El
primero afecta sobordetodo al escenario, el lugar que aparece en una
fotografía o en un lienzo. La manera de representar el espacio.
Tenemos que fijarnos en la Muerte de Sardanápalo, de Delacroix. En
un ambiente muy erótico y violento se representa la muerte del rey
Sardanápalo, que aparce tumbado impasible antes de suicidarse,
mientras Nieve, la ciudad que gobernaba, está siendo asediada. Acaba
de dar la orden a sus sirvientes de degollar a sus mujeres, pajes,
caballos y perros, nada de lo que le había dado placer podía
sobrevivir. Como Thosack cuando pasó por mi Dépor. Fue un cuadro
que hizo despuntar bastante a la escuela romántica, con esas
pinceladas liberadas, esas figuras distorsionadas y esa forma de
sentir tan afectada que tenían, como de actor español.Sobre
la fotografía que se está haciendo en los últimos años vemos que
por más virtuosismo que tenga apenas tiene lugar en el circuito
artístico, en el establishment, sin una idea que la sostenga.
También es importante la fortuna en la búsqueda de nuevas maneras
de construir nuevas representaciones, de ampliar los límites de lo
fotografiable. Y aún así la mayoría de las fotos que vemos, da
igual que sea en un centro de arte o en una red social, se siguen
tomando bajo la lógica de una tradición, la del punto de fuga
renacentista que se le ocurrió a Brunelleschi en uno de esos días
floridos de la Toscana.
Jeff
Wall, en una de sus cajas de luz más célebres (una idea que tuvo en
un viaje en bus entre Madrid y Londres mirando marquesinas
iluminadas) añade al punto de fuga la mitología descarnada y
violenta de Delacroix, se hace eco de los barridos diagonales, del
rojo poderoso y de la aspereza general de la muerte de Sardanápalo.
Y cocina un producto bien contemporáneo citando sin imitar (él ha
hablado de la influenza de esta obra). Desde una mirada propiamente
fotográfica bebe sin complejos del romanticismo del XIX, que debe
ser como beber de un buen Borgoña, que por cierto, nunca lo he
probado.Utiliza
una escala amplia para empujarnos con efectividad al interior de la
imagen, un recurso también corriente en la fotografía de los
últimos años. Vemos que es una habitación en un espacio
reconstruido por los soportes que soportan las paredes, intuimos que
es el dormitorio de una mujer, pero no sabemos la causa de la
violencia. Y qué importa la ficción, nos quedamos con la alegoría
del fracaso. El fracaso de la decadencia y la opulenecia, el fracaso
de un asedio o de un beso equivocado.Segundo
ejemplo. Hasta la llegada de la fotografía el retrato era el género
más exitoso, y después también. La diferencia es que la fotografía
hizo retratos accesibles a parte de la sociedad económicamente menos
pudiente. Durante mucho tiempo el retrato fotográfico pretendió ser
pintura, como esas fotos de nuestros abuelos en las que las joyas que
nunca tuvieron están pintadas al óleo. Y con esas poses y esos
fondos que pretendían simular a la pintura clásica más
prestigiada, hasta mediados del siglo XX cuando la llegada de las
cámaras compactas puso el enfoque en el cotidiano. Después ya
llegarían el instagram y los putos gatitos.Hablábamos
del retrato. Puede que el más conocido de Thomas Gainsborough sea
Mr. and Mrs Andrews, tenía 21 años cuando lo pintó. A
Gainsborough se le suele nombrar como uno de los grandes maestros del
retrato, en realidad fue uno de los grandes maestros del paisaje que
hay detrás de los personajes que retrata. El señor y la señora
Andrews se casaron en 1749. Eran una pareja de nobles de Suffolk, una
zona rural inglesa. Posan delante de un roble, poco después de la
boda. Él de pie, ella sentada. Informales. Ella, me lo parece a mí,
transmite cierta rebeldía. Detrás hay maíz, un grupo de árboles y
montañas suaves, o sea Inglaterra. O Lugo, si me apuras.Dos
siglos y medio después Martin Parr publica Sing of the times.
El libro contiene un buen puñado de fotografías llenas de potencial
irónico, como rescatar a la banca para financiar suicidios, o así.
En una de ellas vemos un matrimonio en el salón de su casa. Rígidos
y disconformes, representan a la perfección la celebración de una
clase inglesa decadente postatcherista. Más que la observación de
un momento, lo es de una generación. Él de pie, ella sentada.A
menos de un par de metros hay otra foto de 2001 de Thomas
Struth, otro fotógrafo de Chapions League, titulada The
Lingwood and Hamylin Family. Es un retrato de una familia posando
con aparente normalidad, como todos hemos hecho alguna vez con más o
menos resignación. Struth trabaja con cámaras de altísima
resolución para conseguir mucha claridad y contrastes potentes en
los detalles individuales. También usa tiempos de exposición
larguisimos, agotadores a veces. En ese tiempo, aun estando parado,
el modelo se cansa, se aburre, se entretiene, se diluye o curiosea.
Cada um é como é, que cantó Toquinho. Struth consigue así poses
elocuentes y ricas en significado. Cada miembro de la familia
sostiene una mirada y un automatismo emocional diverso. A mí por
ejemplo me pareció ver conformismo en el padre y desasosiego en la
madre. El uso que hace del color, el formato, e incluso también ese
tiempo de exposición, remiten de alguna manera a la tradición
pictórica del dieciocho. A Gainsborough y su dama rebelde.Último
ejemplo. El tema del paisaje. Desde su aparición como fondo de otros
géneros no se independiza hasta el siglo XVII en la pintura
holandesa. Horacio Vernet pintó la Batalle de Jemappesses entre
austríacos y franceses en 1821. En medio de otros personajes vemos
distinguido sobre un caballo blanco al Duque de Orleans, y detrás el
campo de batalla, el humo del combate, de las ostias pardas.Al
lado una fotografía de Luc Delahaye Us bombing on taliban
positions. Delahaye es un fotógrafo francés especializado en
guerras que llegó a trabajar varios años para Magnum. Es una imagen
convincente e inquietante. Los bombarderos americanos llegaron y se
marcharon, la nube de humo del combate que no fue es toda la
estructura narrativa. Es el único testigo de la matanza bajo el
cielo sombrío.