Inmigración, inmigrantes, diversidad y atención sanitaria

Por Pedsocial @Pedsocial

Algunos incidentes han motivado noticias este verano en relación con los fenómenos migratorios. Los naufragios de embracaciones precarias en el Mediterráneo y los rescates subsiguientes, los desacuerdos políticos entre gobiernos europeos sobre la acogida de emigrantes, las decisiones administrativas en fronteras entre México y los EEUU separando niños y padres y otros, parece que estan construyendo un relato que convierte la emigración en un conflicto global.

Algunos pueden interpretar que todo ello es un problema reciente, actual, incluso que va a ser un componente del futuro de las sociedades occidentales. Y con ello una preocupación para esas sociedades y una materia a ocupar el espacio de la política y las políticas en busca de “soluciones” a un “problema”.

Los profesionales sanitarios, que estan incluidos en la sociedad, testigos habituales de la realidad de la emigración representada en la diversidad social y cultural de quienes precisan atención sanitaria, también incorporan la emigración a una categoría de situaciones a las que dedicar una parte sustancial de sus ocupaciones y esfuerzos. Un “nuevo problema”.

En esta tribuna nos hemos ocupado en algunas ocasiones de estos temas (https://pedsocial.wordpress.com/?s=Inmigraci%C3%B3n), desde la experiencia que hemos ido construyendo del fenómeno de las migraciones y su signifcado en el ámbito de la salud, en el departamento universitario con el que mantenemos vinculación. El DAFITS desde hace más de veinte años. Y, más recientemente, el MARC (Medical Anthropology Researc Center)  que dedica estuios, investigaciones y publicaciones al conocimiento de los fenómenos migratorios y su realidad. Con ello queremos significar que hace ya tiempo que estudiamos el tema y, sobre todo, que entendemos que no es una materia “reciente”. Como ya hemos escrito: “…La emigración, sobre todo la emigración por motivos económicos y de supervivencia, es tan antigua como desde que los primeros homínidos se fueron de un espacio a otro en busca de alimentos. Emigró el Homo antecessor, como emigraron los judíos de Egipto, los visigodos a Iberia, los asiáticos a Alaska, los europeos a América y los españoles a Europa cuando aún no éramos europeos…”

Casi no es necesario recordar que el país más importante del mundo actual, los Estados Unidos de América del Norte, se ha construido con la constante emigración desde los cinco continentes a lo largo de un par de siglos. Inmigración voluntaria, inmigración forzada como la africana esclava, inmigración de refugiados de las iniquidades de la primera mitad del siglo XX en Europa y más adelante en Iberoamérica o Asia. Los movimientos migratorios en Europa durante el siglo pasado han llevado a que la actual alcaldesa de París hubiese nacido en San Fernando de Cádiz, o que el alcalde de Londres sea un musulmán de origen indo-pakistaní de segunda generación. Ambos elegidos natural y democráticamente por sus conciudadanos.

Estos ejemplos dan una idea de la diversidad ya actual en nuestro entorno más próximo. Ciertamente el fenómeno migratorio de lo que se conoce como de origen extra-comunitario en el estado español, por lo que a la diversidad cultural respecta, es más reciente. Y también lo es su magnitud, de varios millones en un período de pocos años. Igualmente, la distribución no afecta por igual a los territorios. La emigración reciente se centra en las grandes ciudades, Madrid y Barcelona y sus entornos metropolitanos, en Andalucía, en el Levante y en Catalunya. Y mucho menos en las áreas rurales del norte y centro de la península.

En cualquier caso, la diversidad cultural tiene su expresión en el ámbito de la salud y debe tenerse en cuenta. Posiblemente se pueda hacer una distinción entre los inmigrantes recientes y las personas de orígenes diversos que ya están establecidas en el territorio y, al menos socialmente, integradas. Lo que sí que se puede apreciar es que, en lo que resulta más fácil y rápida la integración, es en el uso del sistema sanitario. Aparte de la natural importancia de la salud, algunas decisiones administrativas lo han favorecido. Por ejemplo, la disponibilidad de una tarjeta sanitaria y la consiguiente universalidad de la atención para todos los habitantes. Aunque pueda haber discrepancias, sobre todo de origen político, a estas alturas el consenso es que la sanidad en este país sea universal. Y gratuita en cuanto los costes se pagan con los impuestos. Y, en lo que respecta a la inmigración, desde el día cero. Cualquier otra segregación, aparte de la cuestionable ética, no cuenta con justificaciones ni económicas ni epidemiológicas ni tampoco sociales que se sostengan.

Aparte de esto, no vamos a entrar en la política migratoria del estado ni de la Unión Europea, ambas actualmente afectadas de una considerable confusión. Sólo añadir que, desde nuestro punto de vista conviene tener claro que las tragedias que se van produciendo en el mar Mediterráneo son intolerables. Como los son las tragedias que originan los desplazamientos: guerras, hambre y destrucción y, también el periplo migratorio de abusos, malos tratos, esclavitud, violaciones, y tráfico humano que sufren sus protagonistas. Hay que recordar que náufragos y refugiados no son “inmigrantes” y deben ser objeto de otro tipo (y mejor) de atención.

De regreso a la primera línea de la atención sanitaria, recordamos a todos la importancia de tener en cuenta las peculiaridades de, y claro está, los problemas que plantea la diversidad. Si las migraciones son un fenómeno que tiene milenios de existencia, hay que estar convencidos que es una fenómeno natural. Que podrá tener altos y bajos, origenes distintos y variaciones puntuales, pero que no va a desaparecer. Como no lo va a hacer la consecuente diversidad de la población a atender. Por consiguiente la respuesta profesional–y la ética–debe contemplar la adaptación de los recursos sanitarios y personales a esa diversidad. La distancia cultural nos exige que intentemos crear los puentes nosotros. Entre otras cosas porque estamos en mejores condiciones de hacerlo. Pero es que, además y como ya hemos postulado anteriormente, la distancia cultural entre etnias y orígenes diversos no es mayor que la distancia cultural en el mundo sanitario y la gente, entre médicos y pacientes. Y que hay formas de afrontarlo. La competencia cultural no nos viene dada: hay que adquirirla, desarrollarla y ejercerla. La distancia cultural entre sanitarios y la población a atender es real. Incluye conocimientos, lenguaje, costumbres que aún son distintos. Y hasta tiene una historia diferente, diversa, que, además, se desarrolla cada día. Conviene recordar que lo que los médicos hace años vendíamos a la población como dogma de fe, conocimiento “científico” y verdad incuestionable, la evolución de la historia y de la ciencia, nos han llevado a a cambiar radicalmente. Los ejemplos abundan. En el ámbito de la Pediatría, es paradigmático el uso de la lactancia materna. Y no podemos esperar que toda la población lo asimile al mismo ritmo que lo intentamos hacer los que tenemos acceso al conocimiento actualizado. ¡Que fácil es criticar a las abuelas, cuando mucho de lo que se les atribuye lo aprendieron de los médicos de hace dos generaciones!  Esa también es la diversidad de nuestra “clientela”.

Igual que parece que les pedimos a los inmigrantes, que se adapten, que se integren, o nos adaptamos a la realidad actual diversa, o nos “adaptarán”. Todos somos inmigrantes en el futuro.

X. Allué (Editor)