Con la llegada de la primavera, las ferias y las romerías, en Andalucía (y creo que en el resto de España, pero aquí más) reaparece una especie que debería de estar en extinción: El hombre con pantalón rojo (o de color verde, o amarillo..hay variedad). ¡Cuánto daño hizo Bertín Osborne a los aspirantes a señoritos guaperas pijos (que no son pero quieren ser)!.
No sé en qué momento se impuso como uniforme de los aspirantes a “señorito guaperas pijo”, pero deberían meter en la cárcel al que tomó esa decisión. Si algún día un aspirante de estos se ve en el espejo y en vez de su fantasía ve la realidad seguro que se echa las manos a la cabeza y se queda pegado porque además del pantalón rojo suelen llevar un kilo y medio de gomina.
Comprendo que habrá alguna mujer a la que le guste semejante indumentaria, las hay, pero no están dentro de lo que yo considero It Woman, lo siento pero es así. Hablamos de modernidad, de evolución, de naturalidad, de elegancia, de alegría de vivir… y un pantalón rojo no entra aquí.
Es una manía persecutoria, lo sé, pero es que no lo soporto. No sé por qué tienen que llevar esos pantalones, si van todos iguales. No lo entiendo, es tener muy poca personalidad. Y no hay exclusión de edad. Puedes ver con pantalón rojo a un señor barrigón (tipo Humberto Janeiro) o a un chaval de veinte años (estos con su pañuelo o foulard a juego, que es peor). Y conste que no hablo del cinturón con la banderita, porque ya es entrar en una polémica tan innecesaria como el pantalón rojo.
Y encima han ampliado su pantone y ahora los llevan en verde, celestón, amarillo pollo… ¿por quéeee?. No quiero dejar de insistir en que la cuestión es un “quiero pero no puedo”, en su afán de parecer “señoritos guaperas pijos” sin serlo acaban pareciendo clones los unos de los otros. Resulta que luego el elegante de verdad, el “señorito” (que no se sienten así porque es una especie en extinción afortunadamente), el guaperas no va vestido así. Ellos están en otra onda.
Van disfrazados de lo que quieren ser pero nunca serán. ¿Qué pena, verdad?
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