Instala paneles solares y… corta con tu compañía eléctrica

Por Hogarismo

Una vez que has decidido abandonar la trepidante ciudad y marcharte a vivir al campo, es preciso plantear la situación de forma realista. Puede ser que llegue el tendido hasta la vivienda: será tu elección contratar con la compañía eléctrica o adquirir un sistema de paneles solares fotovoltaicos.

Si siempre has habitado en núcleos urbanos, hay multitud de gestos en los que no se suele reparar porque son cotidianos. Entras en casa, enciendes luces allá por donde pasas, pones la tele y te vas a enchufar el pc. Asado con patatas para cuatro, cenar pizza, unos muffins urgentes: sólo hay que encender el horno. La corriente eléctrica es eso: electricidad corriendo por un cable al alcance de tu enchufe, y que luego abonas al proveedor. Pero hay vida más allá del contador y la factura para el intrépido neo-rural.

Fuente: Jusben en Morguefile

Decantarse por la energía solar es casi un principio filosófico y económico. Te saltas al intermediario, la compañía eléctrica de turno, y tratas directamente con el Proveedor más antiguo y generoso del mundo. Los paneles solares son conjuntos de células fotovoltaicas: módulos de materiales semiconductores de ambas polaridades que, cuando reciben la energía de los fotones, son capaces de transformar el exceso de electrones producido en electricidad. Será tecnología, pero también un milagro. Es el traductor Sol – Ser Humano. Pero por ahora tiene ciertas limitaciones que hay que conocer antes de dar el paso.

Lo primero es realizar un cálculo ajustado de las necesidades a cubrir. Como aún no consideramos el modo de vida amish, las básicas hoy en día son: iluminación, frigorífico, lavadora, pequeños electrodomésticos, televisor, pc, etc. Hay que distinguir los usos continuados (la nevera, siempre funcionando) de usos puntuales (un ciclo de lavadora, preparar un batido, calentar algo en el microondas). Pongamos que se precisan 3.000w, aproximadamente la potencia contratada en un piso medio. La instalación consistirá en el número necesario de paneles solares para que generen entre todos esos 3.000w de media al día. Repito: AL DÍA; esta es la diferencia fundamental, lo que hay que tener en cuenta, el quid de la cuestión.

Pero lo explicaré mejor: ¿Qué ocurre en un piso si utilizas durante dos horas el horno eléctrico, que consume 1.500w/h? Que habrá gastado 3.000w y sencillamente la compañía eléctrica te lo cobrará al precio estipulado. Y si enchufas a la vez un radiador de 2.000w/h, saltará el diferencial. Ahora bien: ¿qué ocurre si haces lo mismo pero con un sistema fotovoltaico? Que esos 3.000w son el presupuesto energético para todo el día, lo cual significa que la batería se habrá vaciado y se dependerá exclusivamente de lo que los módulos generen sobre la marcha. Pero puede ocurrir que el cielo esté encapotado, o sencillamente que sea de noche…

Los sistemas fotovoltaicos suelen llevar un grupo electrógeno de apoyo de manera que, si hay excesos puntuales o es un invierno especialmente gris, las baterías se carguen y no falte electricidad en casa. ¿Es hacer trampa? Depende de uno mismo. Consiste en no dejar la tele encendida todo el día: no acompaña, sólo hace ruido; cocinar con gas: sale y sabe mucho mejor; apagar las luces que no se necesiten y usar bombillas de bajo consumo en las que permanezcan fijas; usar ciclos cortos y en frío de lavado, la ropa queda igual de bien; comprar electrodomésticos etiquetados A seguido de todos los +++ que puedas pagar: se amortizan enseguida.

Fuente: Ecoedam.org en Picasaweb

Convirtiendo sencillas normas como éstas en hábitos, no hace falta apoyarse demasiado en el grupo electrógeno, se quema poco combustible fósil y la sensación de ser un eco-hipócrita desaparece. Y siempre se puede ir ampliando el número de paneles solares y baterías, hasta alcanzar la independencia (casi) total. La tecnología avanza, cada vez son más eficientes. La inversión en un sistema de paneles solares cuesta dinero (cada vez menos): darse el gusto de nunca más pagar una factura a la compañía eléctrica, no tiene precio.

Saludar a Helios cada mañana y engancharnos limpiamente a su carro para que tire del nuestro… ¿hay algo más sostenible?

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