Puesto porJCP on Feb 28, 2013 in Autores
Te cuestionas a ti mismo y te preguntas: ¿qué es mi vida en función de lo que hago y en relación a lo que pienso? ¿Qué relación alcanzo a mantener diariamente, cotidianamente, en todas las cosas que hago?.
No debe haber diferencia entre el qué hacer y el qué pensar, sino que es un continuo trasvase de la teoría en la acción y de la acción en la teoría. He aquí lo que nos diferencia de cualquier otra persona que tiene una concepción diferente de la vida y que cristaliza esa concepción en un pensamiento político, en una práctica política, en una teoría política.
El secreto de la vida: no separar definitivamente el pensamiento de la acción, las cosas que se saben, las cosas que se comprenden, de las cosas que se hacen, de las cosas a través de las cuales actuamos.
Hay policías demócratas, se acabo la época de uniformidad de la represión, hoy la represión tiene aspectos simpáticos, nos reprimen con un montón de ideas brillantes. Este demócrata, ¿cómo podemos distinguirlo, cómo podemos localizarlo, como podemos verlo y defendernos?. Identificándolo mediante este hecho: que para él la vida es realización, su vida son hechos, hechos cuantificables que se devanan ante su vista y nada más. ¿Cómo hacemos para darnos cuenta que tenemos delante al enemigo, al peor de nuestros enemigos? Bueno, del viejo fascista nos sabíamos defender, pegaba él y, si éramos lanzados, pegábamos también nosotros, más fuerte que él. Ahora ha cambiado la historia, ha cambiado la situación. Actualmente pescar un fascista apaleador resulta quizá difícil. Pero este sujeto que estamos tratando de delinear, este demócrata que encontramos en todos los niveles, en la escuela o el Parlamento, por la calle o en el uniforme de policía, como juez o como médico, este sujeto aquí nos es enemigo porque considera la vida de una manera diferente a como la consideramos nosotros, porque para él la vida es otra vida y no nuestra vida, porque nosotros para él somos extraterrestres y no veo porqué él debe ser considerado habitante de nuestro mismo planeta. Es ésta la línea que nos divide de él, porque su concepción de la vida es de naturaleza cuantitativa, porque él mide las cosas como éxito, o si queréis también como fracaso, pero de todos modos siempre desde un punto de vista cuantitativo y nosotros la medimos de una forma diversa. y esto es sobre lo que debemos reflexionar: de qué manera para nosotros la vida tiene algo de diferente, cualitativamente diferente.
Vosotros, muy estimados señores demócratas que usurpáis el gobierno, que nos reguláis la vida, que entráis directamente en nuestras ideas, en nuestros cerebros, que nos gobernáis por medio de la opinión cotidiana que construís en los periódicos, en la universidad, en las escuelas, etc., vosotros, señores, ¿qué habéis realizado, que habéis realmente construido para bien de los demás? ¿Es un mundo digno de ser vivido? ¿O bien un mundo de muerte, un mundo en el que la vida es un suceso allanado, falto de calidad, sin significado, un mundo en el que se llega a una cierta edad, en la antesala de la jubilación, y nos preguntamos: “¿Pero qué he hecho de mi vida? ¿Qué sentido ha tenido vivir todos estos años?”.
Estáis gobernando un pueblo, ¿pero qué quiere decir pueblo? ¿El pueblo qué es? Es quizá la pequeña parte, ni siquiera tan consistente, que va a las votaciones, a las elecciones, que vota por vosotros, que nombra una minoría, la cual nombra después otra minoría aún más pequeña que la primera y que nos gobierna en nombre de las leyes. Pero estas leyes, ¿qué son, si no expresión de los intereses de una pequeña minoría específicamente dirigida a lograr en primer lugar sus propias perspectivas de enriquecimiento, de reforzamiento del poder y este tipo de cosas?.
Estáis gobernando en nombre de un poder, de una fuerza que ¿de qué os viene? De un concepto abstracto, habéis realizado una estructura que pensáis puede ser mejorada… ¿mas cómo, de qué manera se ha mejorado en la historia? ¿En qué condición vivimos hoy si no en una condición precisamente de muerte, de aplastamiento de la calidad? Esta es la crítica que se debe devolver contra los sostenedores de la falsa democracia.
Si nosotros somos utópicos, lo somos como una tensión hacia la calidad; si los demócratas son utópicos, lo son como una reducción hacia la cantidad. Y a la reducción, al apergaminamiento vivido en el ámbito de una dimensión del mínimo daño posible para ellos y del máximo daño verificable para la gran cantidad de personas que resultan explotadas, a esta realidad miserable, nosotros contraponemos nuestra utopía que al menos es una utopía de la calidad, una tensión hacia un futuro diferente, radicalmente diferente del que vivimos ahora.
Todos los discursos que os son dirigidos por cualquiera que os habla en nombre del realismo político, cuando os hablan los hombres del Estado, los profesores, que son los servidores de los hombres del Estado, los teóricos, periodistas, los autodenominados intelectuales, con sus discursos os dirigen palabras de calma y tolerantes del hombre realista, afirmando que no hay otra manera de actuar, que la realidad es la que es, que es necesario hacer sacrificios y si hay que hacerlos los haréis vosotros no ellos, aquí antes y ahora, ésta gente os está liando. Os está liando porque es verdad que se puede actuar de forma diferente, porque es verdad que cada uno de nosotros puede alzarse en nombre de su dignidad herida ante el engaño, porque es verdad que cada uno de nosotros se puede sentir engañado porque, finalmente, ha podido tomar conciencia de lo que están haciendo en su perjuicio y alzándose cada uno puede cambiar no sólo, en los límites en que es posible conocer, la realidad de las cosas, sino que puede cambiar su vida, puede convertirla en digna de ser vivida, puede levantarse por la mañana, poner los pies en tierra, mirarse al espejo y decir: “Al final he alcanzado a cambiar las cosas, al menos en lo que a mí respecta” y sentirse un hombre digno de vivir su vida, no un títere en manos de un titiritero que ni siquiera es posible ver bien para poder escupirle a la cara.
La estructura que nos oprime sugiere la idea de que los problemas son solucionables pero que sólo ella misma es quien los soluciona, nosotros no porque han decidido que somos incapaces. Y aún más, esta estructura sugiere el ejemplo de los problemas que se resuelven en geometría, en matemáticas, etc. Pero este tipo de problema, el problema matemático, que es considerado como un ejemplo del problema solucionable, no es más que un falso problema, por lo que es posible resolverlo desde el momento en que afrontamos un problema matemático en que la respuesta al problema está ya contenido en la presentación del problema mismo, es decir la respuesta es una repetición del problema de forma diferente, o sea, como se dice técnicamente, una tautología. Se dice una cosa y se responde con la misma cosa, por lo que, grosso modo, no hay solución al problema, sino que hay una repetición del problema de forma diferente. Ahora bien, cuando se habla de resolver un problema que afecta a la vida de todos nosotros, de nuestra existencia cotidiana, se habla de problemas que tienen una complejidad tal que no se puede contener dentro de una simple repetición del problema mismo. Por ejemplo, si decimos: “El problema de la policía”, la existencia de la policía para muchos constituye un problema. No hay duda de que el policía es un instrumento de opresión a través del cual el Estado nos impide hacer determinadas cosas. ¿Cómo se hace para resolver un problema de este tipo? ¿Existe la posibilidad de resolver el problema de la policía? La pregunta, de por sí, se revela inconsistente. No existe la posibilidad de resolver el problema de la policía. Pero desde el punto de vista del razonamiento democrático existe el problema de resolver algunos aspectos del problema de la policía, democratizando las estructuras, transformando la mentalidad del policía y cosas por el estilo. Ahora bien, pensar que ésta sea una solución al problema del control y de la represión es cuanto menos estúpido, además de ilógico, no es más que una forma de modular la represión según los intereses del poder, según los intereses del Estado. De hecho, si hoy sirve una policía democrática, mañana podría servir una estructura de control y represión mucho menos democrática que hoy y la policía diría de nuevo como ha hecho en el pasado: obedezco, quizá expeliendo o eliminando de su interior rarísimas y marginalísimas minorías que lo ven diferente.
Este ejemplo es extendible a cualquier estructura represiva, desde la misma policía a la magistratura, cualquier expresión del Estado que sirve simplemente como aspecto de control y represión. Como veis, consecuentemente, los problemas sociales no son solucionables. El engaño, por parte de las estructuras democráticas, de pretender resolver los problemas, es un engaño que hace ver cómo no existe ninguna afirmación del pensamiento político llamado democrático que se apoye en un mínimo de realidad, en un mínimo de concreción. Todo se basa en la posibilidad de jugar sobre el error de que de todas formas las cosas se pueden ajustar con el tiempo, se pueden mejorar, se pueden ordenar. Así que sobre este ordenamiento es sobre el que se basa la fuerza del poder, y es sobre este ordenamiento que los dominantes rigen a medio y largo plazo. Cambian las cartas, cambian las relaciones y nosotros esperamos que llegue lo que ellos nos han prometido, algo que no llega nunca, porque estas mejoras no se materializan nunca, porque el poder permanece, cambiando y transformándose en la historia, permanece siempre el mismo, permanece siempre: un puñado de hombres, una minoría de privilegiados déspotas y asesinos que gestiona las palancas del dominio, que realiza sus propios intereses y tutela las condiciones de supremacía de quien está al mando, de quien continúa dominando.
¿Qué instrumento poseemos para contrarrestar este estado de cosas?.Porque nos quieren controlar y nosotros rechazamos el control. En un contexto social, el rechazo del control es válido hasta un cierto punto. Podemos circunscribir ciertos aspectos, podemos gritar cuando somos golpeados injustamente, sin embargo está claro que hay determinados lugares del dominio donde reglas que se llaman leyes, carteles que señalan alambradas, hombres que se llaman policías nos impiden entrar. No hay duda, probad a entrar en el Parlamento y veréis lo que pasa. ¿ Ya lo habeis intentado,no ? No se pueden superar determinados niveles, determinados controles no pueden ser evitados. Entonces, contra esta situación, ¿qué contraponemos? ¿Simplemente un sueño?
¿Nos inventamos una correcta teoría de libertad ? , porque no podemos decir: “La libertad es simplemente una reducción del control” ya que ese caso caeremos en el error de desconocer dónde se debe detener esa reducción del control. ¿Quizá en un control mínimo?” ¿Por ejemplo el Estado se volvería legítimo como Estado, para nosotros, si en vez de ser el Estado opresor de hoy fuese, pongamos, el ideal Estado mínimo de los liberales? Evidentemente no. Por lo tanto no es éste el razonamiento a hacer. No está por lo tanto constituido por una limitación del control lo que podemos tratar de obtener y alcanzar, sino por una abolición del control. Nosotros no estamos por una mayor libertad, una mayor libertad se da al esclavo cuando se le alarga la cadena, nosotros estamos por la abolición de la cadena, consecuentemente estamos por la libertad, no por una mayor libertad. Y la libertad quiere decir ausencia de cadenas, quiere decir ausencia de límites con todo lo que de esta afirmación se desprende.
La libertad es un concepto no sólo difícil y desconocido, sino que es un concepto doloroso, sin embargo se nos vende como un concepto bellísimo, dulce, relajante, como un sueño que está totalmente lejano como para hacernos sentir bien, como todas las cosas que por lejanas constituyen una esperanza, una fe, una creencia. En otras palabras, aquello intocable que resuelve los problemas de hoy no porque en efecto los resuelva sino porque simplemente los tapa, los empaña, los modifica, impidiendo una clara visión de todas las desgracias que tenemos hoy. Dicen: un día seremos libres, bueno, estamos en dificultades, pero en estas dificultades hay una fuerza subterránea, un orden involuntario que no depende de ninguno de nosotros, que trabaja en nuestro lugar, que poco a poco hará modificar las condiciones de sufrimiento en que vivimos y nos llevará a una dimensión libre en la que viviremos todos felices. No, la libertad no es esto, esto es un engaño que se parece mucho, y trágicamente, a la vieja idea de Dios, la idea de Dios que ayudaba tantas veces, y ayuda también hoy a tantas personas en el sufrimiento, porque éstas se dicen: “Bueno, hoy sufro, pero en el otro mundo estaré bien”, o mejor como dice el Evangelio los últimos serán los primeros, consecuentemente esta inversión anima a los últimos de hoy porque mañana serán los primeros. Si diésemos por real un concepto de libertad de este tipo, acunaremos los sufrimientos de hoy, aplicaremos una pequeña medicación sobre las plagas sociales de hoy. Está claro que no podemos razonar así. La libertad es un concepto destructivo, la libertad es un concepto que comprende la absoluta eliminación de cualquier límite. Ahora bien, la libertad es una hipótesis que debe permanecer en nuestro corazón, dispuestos a afrontar todos los riesgos de la destrucción, todos los riesgos de la destrucción del orden constituido en que vivimos. La libertad no es un concepto que puede consolarnos en espera de que se desarrollen mejoras prescindiendo de nuestra capacidad real de intervención.
Para darse cuenta de conceptos de este tipo, para darse cuenta de los riesgos que se corren manejando conceptos peligrosos de este tipo, debemos ser capaces de construir en nosotros las ideas, de tener las ideas. Veamos, se establece la costumbre de considerar como idea cualquier concepto que tengamos en mente. Uno dice: “Se me ha ocurrido una idea”, y de este modo trata de identificar lo que es una idea. Esta es la teoría cartesiana que se contraponía a aquella platónica de la idea como punto de referencia abstracto, lejano, etc. Pero no es éste el concepto al que nos referimos nosotros cuando hablamos de idea. La idea es un punto de referencia, es un elemento de fuerza que transforma la vida, es un concepto que ha sido cargado de valor, es un concepto de valor que se convierte en concepto de fuerza, algo capaz de desarrollar de manera diferente nuestra relación con los demás, todo esto es la idea. Sin embargo, la fuente a través de la que nos llegan los elementos para que podamos elaborar ideas de este tipo, ¿cuál es? . Pues la escuela, la academia, la universidad, los periódicos, los libros, los profesores, los especialistas y similares, la televisión, etc. Pero, a través de estos instrumentos de información y de elaboración cultural, ¿en realidad qué nos llega?. Lo que nos llega es un cúmulo más o menos considerable de informaciones que llueve sobre nosotros en cascada que hierven como en una olla dentro de nosotros, y nos hace producir opiniones. El resultado, pues, no es la elaboración de ideas, sino que lo que adquirimos son opiniones, lo que es ciertamente trágico. Y, ¿ qué es la opinión ?. La opinión es una idea allanada que ha sido uniformada para adecuarla a grandes cantidades de personas. Las ideas de masas o las ideas masificadas son opiniones.
Mantener estas opiniones es de gran importancia para el poder porque es mediante la opinión, la gestión de la opinión, como se obtienen determinados resultados, sin ir más lejos, por ejemplo, el mecanismo de la propaganda a través de los grandes medios de información, la realización de los procesos electorales, etc. La formación de las élites de poder no tiene lugar por medio de las ideas, sino que tiene lugar por medio de las opiniones.
¿Contraponerse a la formación de opinión qué quiere decir. Quiere decir quizá adquirir un mayor número de informaciones? Es decir, ¿contraponerse a la información con una contrainformación?. No, eso no es posible, porque por más vueltas que demos al problema no podemos tener la capacidad de colocar contra el grandísimo número de informaciones con el que somos bombardeados cotidianamente, nuestra contrainformación capaz de “desvelar”, a través de un proceso de ver lo que hay detrás, la realidad que ha sido “sustituida” por la verborrea informativa. No podemos obrar en ese sentido. Cuando hacemos ese trabajo muy rápidamente vemos que es inútil.
Con la formación de opinión, ¿qué quiere el Estado? ¿El poder qué busca con ello?. Sí, por supuesto, quieren crear una opinión media para que después a partir de ésta se puedan realizar ciertos movimientos del tipo delegación electoralista, formación de1as minorías de poder y cosas por el estilo. Pero no quieren sólo eso, quieren nuestro consenso, quieren nuestra aprobación, y el consenso es hallado mediante determinados instrumentos, especialmente de naturaleza cultural. Por ejemplo, la escuela es uno de los almacenes a través de los cuales se halla el consenso y se construye la futura mano de obra de naturaleza intelectual, y no sólo intelectual.
Las transformaciones productivas del capitalismo de hoy necesitan un tipo de hombre diferente al de ayer. Ayer, hasta hace poco tiempo, había necesidad de un hombre que tuviese su capacidad profesional, su orgullo de esta capacidad, su cualificación profesional. Ahora la situación es otra. El mundo del trabajo pide una cualificación media, mejor incluso baja, y pide cualidades que una vez no sólo no estuvieron presentes sino que ni siquiera eran pensables, por ejemplo la flexibilidad, la adaptabilidad, que sea tolerante porque no le queda otra, la capacidad de intervenir a nivel asambleario. Mientras que antes; por poner un ejemplo específico, la producción de las grandes empresas se basaba en la realización de las grandes líneas de producción basadas en las cadenas de montaje, ahora se tienen estructuras diferentes o robotizadas o construidas sobre la base de las islas, de pequeños grupos que trabajan juntos, que se conocen, que se controlan mutuamente y cosas así. Este tipo de mentalidad no es sólo la mentalidad de la fábrica, no es sólo “el obrero nuevo” que están construyendo, sino que es “el hombre nuevo” que están construyendo: un hombre flexible y ciertamente alienado, con ideas medias, opaco en sus deseos, con una reducción fortísima del nivel cultural, con un lenguaje empobrecido, con lecturas estandarizadas surgidas de premios Planetas y que son sólo ésas, siempre ésas, una capacidad de razonamiento circunscrita contrapuesta a una capacidad elevadísima de saber decidir con brevedad entre el sí y el no de una solución, de saber escoger entre dos posibilidades, un botón amarillo, un botón rojo; un botón negro, un botón blanco. He ahí el tipo de mentalidad que han y siguen construyendo. ¿Y dónde lo están construyendo? Lo están construyendo en la escuela, pero lo construyen también en la vida de todos los días.
¿Qué están haciendo con un hombre de este tipo, para qué les sirve? Les servirá para poder realizar todas las modificaciones que son importantes para la reestructuración del capital. Les servirá para poder gestionar mejor las condiciones y las relaciones de mañana. ¿Cómo serán estas relaciones? Éstas se basarán en modificaciones cada vez más veloces, apelando a la satisfacción de deseos absolutamente inexistentes pero pilotados y queridos de una manera determinada en pequeños grupos paso a paso más consistentes. Este tipo de hombre nuevo es exactamente lo contrario de lo que nosotros podamos desear e imaginar, lo contrario de la calidad, lo contrario de la creatividad, lo contrario del deseo real, de la alegría de vivir, lo contrario de todo esto. ¿Cómo podemos combatir contra la realización de este hombre tecnológico? ¿Cómo podemos luchar contra esta situación? ¿Podemos esperar a que llegue un día, un hermoso día, para poner el mundo patas arriba, lo que los anarquistas del siglo pasado llamaban “la grande soirée”, la gran tarde o el gran día -”le grand jour”-, en el que fuerzas que nadie puede prever acabarán por tomar las riendas y explotar en el conflicto social que todos esperamos y que se llama revolución por el que todo cambiará y será el mundo de la perfección y de la alegría?. Ésta es una teoría milenarista. Pero las condiciones son diferentes, no es ésta la realidad, no es esta espera lo que nos puede interesar. En vez de eso nos interesa otra intervención, una intervención mucho más pequeña, más modesta pero capaz de conseguir algo. Estamos llamados a hacer algo, somos llamados por nuestras responsabilidades y por lo que decíamos antes. En el momento en que la idea se enciende en nuestra mente, la idea de la justicia, de la libertad, cuando estas ideas se encienden en nuestra mente y cuando a través de estas ideas alcanzamos a entender cómo es el engaño que tenemos enfrente, que podremos definir, hoy como nunca, un engaño democrático, ¿qué hacemos? Nos debemos poner manos a la obra y este manos a la obra significa organizarse previa admisión del otro, significa crear las condiciones de enlazamiento y referencia entre todos nosotros que deben ser diferentes de las que eran las condiciones de ayer.
Hoy la realidad ha cambiado. Como decíamos antes, están construyendo un hombre diferente, un hombre descualificado y lo están construyendo porque tienen necesidad de crear una sociedad descualificada. Pero, descualificado el hombre, quitan del centro de la concepción de la sociedad política de ayer la que era la figura del trabajador. El trabajador ayer soportaba el peor peso de la explotación. Por este motivo se pensaba que debiese ser él, como figura social, quien diese inicio a la revolución. Basta con pensar en el análisis marxista. En el fondo, todo “El Capital” de Marx está dedicado a la “liberación” del trabajador. Cuando Marx habla del hombre, se sobreentiende el trabajador; cuando desarrolla su análisis sobre el valor, habla de tiempos de trabajo; cuando desarrolla su análisis sobre la alienación, habla del trabajo. No hay nada que no tenga que ver con el trabajo. Pero eso es porque en el análisis marxista, en los tiempos en que fue desarrollado, el trabajador era una figura central. En efecto, la clase trabajadora podía ser teorizada como centro de la estructura social.
Si bien con análisis diferentes, también los anarquistas se acercaron a una consideración bastante similar en lo que se refería a la posición del trabajador como centro del mundo social, la clase trabajadora como centro. Pensemos en el análisis anarco-sindicalista. Para los anarco-sindicalistas se trataba sólo de llevar a las extremas consecuencias el concepto de lucha sindical, desvincularlo de la más restringida dimensión de la reivindicación sindical, para poderlo desarrollar hasta la realización, mediante la huelga general. Consecuentemente la sociedad del mañana, la sociedad liberada o anarquista, según los anarco-sindicalitas, no era más que la sociedad de hoy libre del poder, con las mismas estructuras productivas que hoy, pero no ya en manos del capitalista sino en manos de la colectividad que la administraría colectivamente. Pero este concepto hoy es absolutamente impracticable por diversos motivos. En primer lugar porque las transformaciones tecnológicas que se han realizado no permiten un paso simple y lineal de la sociedad precedente, actual, en que vivimos a una sociedad futura en la que desearíamos vivir. Este paso directo es imposible por un motivo muy simple, por ejemplo la tecnología telemática no podría ser utilizada de una forma liberada, de una forma liberadora. La tecnología y las implicaciones telemáticas no se han limitado sólo a realizar determinadas modificaciones en el interior de ciertos instrumentos, sino que han transformado también las otras tecnologías. Pongamos por ejemplo la fábrica, no es 1a estructura de la fábrica dé ayer más la agregación del medio telemático, sino que es la fábrica telemática, que es absolutamente otra cosa. Consecuentemente la imposibilidad de utilizar este patrimonio, y por lo tanto este pase, camina paralelamente al final del mito de la centralidad de la clase obrera.
Actualmente, en una situación en la que la clase obrera se ha prácticamente pulverizado, no existe la posibilidad de utilización de los denominados medios de producción que se deberían expropiar, y entonces, ¿cuál es la conclusión? No queda otra conclusión posible que la de que esta masa de medios de producción que tenemos enfrente debe ser destruida.
Sólo nos queda la posibilidad de pasar a través de una dramática realidad de destrucción. La revolución que podemos teorizar, y de la cual además no estamos seguros, no es la revolución de ayer que se imaginaba un simple hecho, que podía además acaecer sólo en un día o en una hermosa tarde, sino un largo, trágico, sangrantísimo asunto que podrá pasar por procesos inimaginablemente violentos, inimaginablemente trágicos. Y es hacia este tipo de realidad al que vamos. No porque este sea nuestro deseo, no porque nos gusta la violencia, la sangre, la destrucción o 1a guerra civil, las muertes, las violaciones, la barbarie, no es eso, sino porque es el único camino plausible, es el único que las transformaciones queridas por quien nos domina y por quien nos manda han convertido en obligatorio, en necesario. Se han dirigido ellos hacia este camino. No podemos ahora sólo con un simple vuelo de nuestro deseo, una simple imaginación, cambiar algo. Entonces, si en la teoría pasada, en la que existía aún una fuerte clase obrera, se nos podía ilusionar y organizaba en consecuencia. Por ejemplo, las hipótesis organizativas del anarco-sindicalismo preveían un fuerte movimiento sindical que, penetrando en la clase obrera y organizándola casi en su totalidad, realizase esa expropiación y ese pase. No estando ya este sujeto colectivo que probablemente ha sido mítico desde su nacimiento, y que en cualquier caso ahora no existe ni siquiera en su misma visión mítica transcurrida, ¿Qué sentido tendría, y qué sentido tiene, un movimiento sindical anarco-sindicalista? Ninguno.
Por lo tanto la lucha debe partir de otros sitios, debe partir con otras ideas y debe partir con otros métodos. Una organización que se proyecta hacia el futuro debería consecuentemente ser más ágil. No puede presentarse con las características pasadas, cuantitativamente pesadas, de las estructuras del pasado. No puede presentarse a través de una dimensión de síntesis, como por ejemplo la organización del pasado cuya estructura organizativa pretendía reasumir la realidad en su propio interior a través de determinadas “comisiones” que trataban los varios problemas, comisiones que después tomaban sus propias decisiones en un congreso periódico anual que se pronunciaba sobre la base de tesis que probablemente se remontaban al siglo pasado. Todo esto tuvo su época, no porque haya pasado un siglo desde que fue ideado, sino porque la realidad ha cambiado.
De ahí la necesidad de la formación de pequeños grupos basados en el concepto de afinidad, grupos incluso minúsculos que están constituidos por pocos que se conocen, que profundizan en ese conocimiento, porque no puede haber afinidad si no nos conocemos. Nos podemos reconocer como afines sólo profundizando precisamente los elementos que determinan las diferencias, frecuentándose. Este conocimiento es un hecho personal, pero es también un hecho de ideas, de debates, de discusiones. Por lo tanto entre la profundización de ideas y la realización de los hechos hay un continuo trasvase mutuo. Un pequeño grupo constituido por compañeros que se conocen y que se identifican a través de una afinidad, un pequeño grupo que se reuniese solo para soltar cuatro chismes por la tarde sería un grupo no de afinidad sino un grupo de simpáticos amiguetes que reuniéndose por la tarde pueden hablar de cualquier cosa. Por el contrario un grupo que se reúne para discutir pero que discutiendo se coloca en conjunto para hacer y que haciendo contribuye a desarrollar la discusión que llevada adelante se transforma en otras ocasiones de hacer, éste es el mecanismo de 1os grupos de afinidad. ¿Cuál puede ser después el modo en que a los grupos de afinidad les sea posible entrar en contacto con otros grupos de afinidad respecto a los cuales no es necesario el conocimiento profundo que por el contrario es indispensable dentro de cada grupo? Este contacto puede ser asegurado por la organización informal. ¿Pero qué es una organización informal? Entre los diversos grupos de afinidad que entran en contacto entre sí, para intercambiarse ideas y hacer cosas conjuntamente, puede haber una relación de naturaleza informal y consecuentemente la construcción de una organización, incluso amplísima a nivel territorial, incluso de decenas y, por qué no, de centenares de organizaciones, de estructuras, de grupos, que tienen una característica informal que es siempre justamente la discusión, la periódica profundización de problemas, de las cosas a hacer juntos, y cosas así. Esta estructura organizativa es diferente de la organización de las formas del anarco-sindicalismo.
Una organización de este tipo, en efecto, quedaría sólo como un hecho interno al movimiento si no se realizase también en relaciones con el exterior, esto es, a través de la construcción de grupos de referencia externos, de núcleos externos basados también en una característica informal. En su interior podrá participar la gente que tiene intención de luchar para alcanzar determinados objetivos, aunque sean circunscritos, a condición de que estén basados en algunas condiciones esenciales. Primero de todo la “conflictividad permanente”, es decir grupos que tienen la característica de atacar la realidad en la que se encuentran, sin esperar la orden de alguien. Después la característica de ser “autónomos”, esto es, de no depender ni relacionarse con partidos políticos u organizaciones sindicales. Por último la característica de afrontar los problemas uno cada vez y no de proponer plataformas sindicales genéricas que inevitablemente se traducirían en la gestión de un mini-partido o un pequeño sindicato alternativo. El resumen de estas tesis puede parecer más bien abstracto y es por eso que antes de concluir quiero poner un solo ejemplo para que en la práctica algunas de estas cosas se entiendan mejor.
Es el intento que se hizo, en los primeros años Ochenta, buscando impedir la construcción de la base de misiles americana en Comiso en que se fue aplicando un modelo teórico de este tipo. Los grupos que intervinieron a lo largo de dos años construyeron las “ligas autogestionadas”. Estas ligas autogestionadas eran precisamente grupos no anarquistas que operaban en el territorio y que tenían como único objetivo el de impedir la construcción de la base destruyendo el proyecto en curso de realización.
Las ligas eran por lo tanto núcleos autónomos con las siguientes características: tenían como único fin el de atacar y destruir la base. Por lo tanto no tenían una serie de problemas, porque si se hubiesen propuesto una serie de problemas se habrían convertido en grupos de sindicalistas con el objetivo, pongamos, de la defensa del puesto de trabajo, o de encontrar un trabajo, o quizá de resolver otros problemas inmediatos. En vez de eso tenían como fin sólo el de destruir la base. La segunda característica era la conflictividad permanente, esto desde el primer momento en que estos grupos fueron constituidos estos grupos entraron en conflicto con todas las fuerzas que querían construir la base, sin que esta conflictividad fuese determinada o declarada por organismos representativos o responsables de los grupos mismos. Y la tercera característica era la autonomía de estos grupos, es decir que estos no dependían ni de partidos, ni de sindicatos ni similares. Las vicisitudes de la lucha contra la construcción de la base en parte son conocidas, en parte no y no sé si viene al caso retomar ésta historia, quería sólo referirme a ésta a título de ejemplo.
Por lo tanto debemos superar un problema esencial, sino sólo queda la hipótesis. Esto es, los que forman parte de los grupos de afinidad y que por lo tanto han operado lo que decíamos antes, aquella insurrección de naturaleza personal, aquella iluminación que dentro de nosotros produce .las consecuencias de una idea fuerte que se contrapone a la verborrea de las opiniones. En cierta forma deben decidirse: deben superar esta línea de demarcación, deben dar un paso del que después no es fácil dar marcha atrás.
Las escuelas, las universidades, los cuarteles, las cárceles, las industrias, las fábricas, son lugares que se materializan en el territorio, son zonas acotadas en las que nosotros podemos movernos sólo si aceptamos determinadas condiciones, o sea si aceptamos el juego de las partes. Estamos aquí dentro porque hemos aceptado el juego de las partes, en caso contrario no habríamos podido entrar. Esto es interesante. Podemos utilizar incluso estructuras de este tipo, pero en el momento del ataque estos lugares nos son prohibidos. Si entrásemos aquí dentro con la intención del ataque, la policía nos lo habría impedido, me parece claro.
Ahora, ya que el poder se realiza en el espacio, la relación con el espacio es importante. Ciertamente la insurrección es un hecho individual y por lo tanto, en aquel sitio recóndito de nosotros mismos, por la tarde cuando nos estamos adormeciendo pensamos “…bueno, a fin de cuentas las cosas no van tan mal”, porque uno se siente en paz consigo mismo y se duerme. Aquí está, en este lugar particular que está privado de espacio, nos movemos como queremos. Pero después debemos además transitar nosotros mismos por el espacio de la realidad y el espacio, si lo pensáis bien, está casi exclusivamente bajo la tutela del poder. Consecuentemente, moviéndonos en el espacio, llevamos con nosotros estos valores de insurrección, estos valores revolucionarios, y los medimos en un enfrentamiento en el que no estamos sólo nosotros.
Debemos localizar los objetivos significativos y si éstos están y, mira por dónde, estos objetivos están siempre y por doquier. Contribuir a crear las condiciones para que la gente, los explotados, sobre cuya piel aquellos objetivos están prosperando, hagan algo para impedirlos.
Este proceso revolucionario según lo veo yo es de naturaleza insurreccional. No tiene un fin (esto es importante) de naturaleza cuantitativa, porque la destrucción del objetivo o el impedimento del proyecto no puede ser medido en términos cuantitativos.
En la sociedad liberada, o sea en una dimensión del todo ideal, en la lucha social a todos los niveles, entonces tendrían sólo el papel de llevar siempre más allá las luchas, eliminando incluso las más mínimas trazas de poder y perfeccionando cada vez más la tensión. Somos los habitantes de un planeta incómodo en todos los casos, porque cuando la lucha va bien se les olvida, cuando la lucha va mal se les acusa de ser los responsables, de haber llevado la lucha de mala manera, de haberla llevado a un mal desenlace. Ninguna ilusión entonces respecto a posibles resultados cuantitativos: si la lucha que es realizada desde un punto de vista insurreccional es correcta, va bien, y los resultados, si los hay pueden ser útiles para la gente que la ha realizado. No hace falta caer en la equivocación, en la que desgraciadamente muchos han caído: pensar que el resultado positivo de la lucha pueda traducirse en un crecimiento de nuestros grupos, porque esto no es cierto, porque esto se traduce sistemáticamente en una desilusión. El crecimiento de nuestros grupos, y el crecimiento de compañeros desde un punto de vista numérico, son cosas importantes pero no pueden llegar mediante los resultados obtenidos, cuanto más bien por la construcción, la formación de aquellas ideas de fuerza, de aquellas dilucidaciones de las que hablábamos antes. Los resultados positivos de las luchas y el crecimiento también numérico de nuestros grupos son dos cosas que no pueden ligarse por un proceso de causa y efecto. Pueden estar en conexión entre ellas, pueden no estarlo.
Agradezco vuestra atención.
Extractos adaptados sobre un texto de Bonanno.