El territorio digital se convierte en una espacie de parlamento global que une a personas próximas en sus ideas o sus objetivos, pero lejos en el espacio. Así, cualquier plataforma ciudadana goza de repente de una herramienta de coordinación barata y a tiempo real independientemente del lugar en el que se encuentren sus elementos. A su vez, si uno de estos elementos -nodos, a fin de cuentas- falla, el sistema tiende a recomponerse con facilidad, pues la información fluye de manera horizontal en toda la red. El mundo se hace más pequeño y las comunicaciones ente los elementos más débiles del sistema -el ciudadano de a pie- se magnifican, creando, en cierta medida, una sociedad más justa y organizada.
Frente a una ciudadanía cada vez más adaptada al cambio global, las administraciones continúan ancladas en un proceso burocrático que no concuerda con las sociedad digital del siglo XXI.alfonsovazquez.comciberantropólogo