Nos han enseñado a desconfiar de la intuición y a bloquearla
Quizás esta sea la principal lección que obtengo de esta lectura. No sabemos qué es la intuición porque no la utilizamos. El sistema educativo en el que vivimos se encarga de castrar esta habilidad innata que tenemos y terminamos alojados en el reino de la razón y las explicaciones concretas que siempre son tan limitadas.
Osho afirma que la intuición es la verdadera inteligencia, que el intelecto no es más que una herramienta que utilizamos para estar en el mundo, pero que de ninguna forma nuestra real inteligencia, la que es capaz de trascender la realidad inmediata, se aloja en esta parte de nuestro psiquismo.
Me gustó particularmente la metáfora que plantea de las tres capas mentales: el instinto, el intelecto y la intuición. El instinto es lo biológico, es el aparato funcional básico para sobrevivir en este mundo; el instinto anda en automático y nos mantiene vivos con nuestras funciones vitales en marcha.
Por otra parte, está el intelecto, al que iguala con una herramienta que utilizamos para hacer cosas. Ahí es donde residen los procesos lógicos, la solución de problemas, el lenguaje articulado, la capacidad de coordinarnos personalmente y con otros para hacer cosas. En una palabra, es el estado mental permanente en el que nos pasamos el día.
Finalmente, queda la intuición, la capacidad de ver más allá de lo concreto, de las relaciones causa-efecto y de las circunstancias percibidas por los sentidos ordinarios; es la inteligencia que trasciende los límites de la realidad 3D en la que creemos que vivimos. La capacidad de asombro, la capacidad de resolver problemas que superan la lógica inmediata, los heurísticos (pensamientos no-sistemáticos ni secuenciales) ocurren en la intuición. Las sensaciones que no sabemos explicar pero que sabemos que son reales, se alojan en la intuición.
¿Cómo se entrelaza esta arquitectura?
Osho dice que el intelecto es el puente entre dos orillas:
"El intelecto es tu mente. El instinto es tu cuerpo. Al igual que el instinto funciona perfectamente al servicio del cuerpo, la intuición funciona perfectamente en lo relativo a la conciencia. El intelecto se encuentra entre ambas; es un espacio que hay que cruzar, un puente que hay que atravesar. Sin embargo, hay muchas personas, muchos millones de personas que nunca cruzan el puente. Simplemente se sientan en el puente, pensando que ya han llegado a su hogar" (p. 26).
El problema está en que le hemos dado absoluta importancia al puente (intelecto) y nos hemos olvidado de la comunión que hay en la integración de las dos orillas. Por un lado, el excesivo cultivo del intelecto nos ha hecho alejarnos del instinto, de nuestra parte animal que lucha por manifestarse. El intelecto ha creado la sociedad y con ella la cultura con todos sus códigos de represión y control de los instintos; nos hemos convertido en unos seres artificiales, "armados", insípidos y sin gracia.
Sin embargo, como lo han podido corroborar hasta el cansancio las psicologías psicoanalíticamente orientadas, la represión de los instintos nos deforma y nos tuerce como seres incompletos. Por eso nos asusta la meditación, el silencio y la quietud, porque en esos espacios la mente intelectual-racional se apaga, baja la guardia, la represión se va y los instintos salen a flote.
Ese desfogue nos sorprende, nos asusta y nos muestra una cara de nosotros mismos que no comprendemos. En algunos casos aparece como "la sombra psicológica" que arrastramos, que en realidad no es más que la luz animal que nos habita y que al hundirse en el fango del inconsciente sale sucia y deformada.
Desfogar los instintos es tan necesario como comer y dormir, el problema es precisamente que, como no lo hacemos, terminamos generando un efecto de "olla a presión" que, cuando explota, lo hace de la peor manera posible y a esto es a lo que le tememos. Un buen ejemplo es la sexualidad retorcida y represiva en la que vivimos y que se manifiesta en abusos, maltrato, violaciones y desconexión.
"El hombre que esté sano, usará su intelecto para ayudar a que su inconsciente se realice. Cuanto antes se realice mejor porque así te librarás de él. Plenitud significa liberarse de él" (p. 46).
Por otro lado, está la intuición. También lucha por manifestarse todo el tiempo, por mostrarnos el camino. Es la presencia de lo divino y extraordinario en nosotros. Como lo reitera Osho, la intuición es lo que nos conecta con el misterio y lo aparentemente inexplicable. La intuición es la que experimenta, es la que vive las cosas, es la que está presente en el aquí y en el ahora. La intuición es esa cualidad innata que nos hace saber que las cosas son lo que son, como son y como deben ser.
A la intuición no le interesan las explicaciones, ni teorizar, ni saber por qué o para qué, porque ya sabe. Esto para alguien que sea muy racional es una contradicción: ¿Cómo discernir una fórmula química o calcular la resistencia de un material a punta de intuición? Desde luego que no se trata de llegar a este extremo, pero las teorías que permiten hacer esos cálculos y sustentar esas deducciones, en muchos casos, se articularon desde eventos intuitivos.
"Solo las mentes mediocres se aferran al conocimiento; las mentes inteligentes permanecen por encima del conocimiento. Lo usan, evidentemente lo usan; es útil, es utilitario, pero saben perfectamente que todo lo verdadero está oculto, permanece oculto. Podemos saber cada vez más cosas, pero el misterio es inagotable" (p. 62).
Cuando ya lo sabemos (o creemos saberlo...) todo de algo, eso que antes nos interesaba deja de ser una incógnita, perdemos el interés y se convierte en algo trivial. La vida tiene sentido salvo en el misterio.
Estructura de poder
El intelecto es una estructura de poder. El intelecto vive de la comparación y la confrontación. Comparar y confrontar es competir; siempre se necesita un medio de contraste, una escala, algo relativo con lo cual hacer un juicio de valor. La intuición, por el contrario, está presente con "lo que es", con la propia presencia, con la totalidad, entonces lo que existe es lo que es en su propia singularidad.
El intelecto es binario: correcto o incorrecto, bueno o malo, arriba o abajo, adentro o afuera, todo o nada. El intelecto se aloja en el hemisferio izquierdo del cerebro y quiere explicarlo todo, saberlo todo y no dejar ningún espacio al misterio. Para el intelecto todo son planes y condiciones "concretas", cuando incluso lo que creemos concreto es en sí mismo tan endeble y relativo. Por eso el intelecto es ansioso, adicto e inquieto. La locura de nuestro tiempo es vivir en un paradigma de competención que el mismo intelecto ha creado para autosostenerse; esta estructura ha aniquilado lo femenino (lo intuitivo), se ha negado la sabiduría del corazón y se ha obsesionado con lo masculino (lo intelectual).
En la próxima entrada sabremos cómo escapar de la trampa mental en la que vivimos...
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(Continuará...)
🙂