Imaginen que su medico le diagnostica a usted ó a un familiar cercano un tumor cerebral denominado glioma. De la consulta saldrá desmadejado con un informe en el que constará el diagnóstico y el tratamiento recomendado así como un pronóstico sombrío. Mas tarde buscará irremisiblemente información en internet y se encontrará con toneladas de basura que le producirán más ansiedad y dolores de cabeza de los que ya pueda tener. Imagine que llega a este artículo en The Economist, donde tratan el asunto anunciando una nueva terapia en ratones con dos fármacos disponibles en cualquier farmacia que prolonga por tres la supervivencia.
¿Lo probaría pese a no estar todavía indicado en humanos?
¿Estaría dispuesto a contactar con los investigadores para participar en un estudio controlado para comprobar si es efectivo?
¿Podrían ponerse de acuerdo un número suficiente de pacientes para desarrollar una estudio clínico doble ciego que fuera concluyente?
Tal vez hoy sea ciencia ficción, pero no tardará mucho en ser posible. La información médica básica está llegando antes a los ciudadanos que a los médicos. Estoy seguro de que la mayoría de colegas que conozco desconocen el estudio en ratones del que hablamos, es imposible estar al día en todo con la cantidad de información médica que se produce constantemente. También lo estoy que la visibilidad del artículo en The Economist habrá llegado a muchos miles de personas y de que muchas personas con glioma lo habrán visto.