Cada madrugada, bajo cualquier tormenta, haga frío, lluvía, viento o nieve, ella madruga para acompañar a su hija desde la ALDEA donde vive, hasta la parada del BUS que recoge a su hija para llevarla a la ciudad donde los jóvenes estudian.Madre valerosa, que con linterna en mano, paraguas y botas, acompaña a su hija adolescente atravesando aldeas y montes todavía en el trance de la noche fría, heladora que los mantiene húmedos a pesar de la falta de agua en estos últimos tiempos de brutal cambio climático.Isabela es madre ante todo, por muy débil que pueda ser y frágil en verdad, superará todas las inclemenncias que vengan, los miedos que le aterran, todo por acompañar a su descendencia a lo que cree lugar seguro. Labor diaria, obligación impuesta, deber escogido y misión dura de cada día.
Levantarse a horas intempestivas de un lecho caliente y placentero, a diario, sin descanso, atravesar esos montes oscuros, solitarios que esconden fierecillas salvajes es una experiencia única y maravillosa, pero requiere de cierto grado de valentía o inconsciencia, valentía que hace un madre por su hija o por calmar su conciencia. Miles de visitantes en movimiento existen en las noches en cualquier bosque, tales como curuxas, lobos, zorros, jinetas, tejones, ardillas, buhos, jabalíes, etc....habitantes de la noche que caminan o vuelan a su lilbre albedrío en busca de alimento, lejos de la luz del día y del hombre que los persigue para dar caza, por eso utilizan la noche en busca de la libertad que el ser humano les niega.Escenario mágico y agreste, lleno de vida misteriosa, donde los ruidos son canciones que se clavan en el ALMA, cuando no es el silencio que sorprende por su gran alcance. Ojos que observan en la oscuridad más profunda desde todos los rincones, movimientos sigilosos y una apacible paz que parece calmar el semblante del miedo.Madre coraje que vuelve sola atravesando de nuevo las montañas sin ninguna compañía que la noche misma. En ocasiones le sorprende su hombre que llega después de realizar su jornada nocturna y por el camino la sorprende para llevarla en su vehículo hacia su casa. Isabela siente un profundo agradecimiento por el que la rescate del frío y humedo invierno para llevarla de nuevo a su hogar donde le espera un acogedor fuego y una taza de café caliente.