Su amigo y compañero: Mario Carreño.
A mediados de los años treinta cambia su actual residencia francesa e inicia un recorrido por tierras mexicanas en pleno auge del muralismo patrio, teniendo el privilegio de tratar con "los tres grandes" de dicho movimiento: David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera. No obstante su experiencia mexicana no se reduce a una mera relación de amistad, ya que forma parte activa al ejercer como docente en La Escuela de Arte para los trabajadores, exhibir su trabajo en diversas exposiciones y mostrarse partidario del movimiento social nacional. En 1938, se establece fugazmente (medio año) en la Isla de Cuba exponiendo en el Liceo de La Habana y entablando una estrecha amistad con su discípulo y futuro gran amigo el también genial pintor Mario Carreño. A finales de la década, retorna a Europa para establecerse primero en París y después por una larga temporada de nuevo en España. Periodo en el que orienta su temática hacía el misticismo de la temática religiosa, deja constancia de su incursión en la pintura mural y recibe el primer premio en la exposición internacional de Bilbao en 1945.
Con posterioridad y coincidiendo con el inicio de la segunda mitad del siglo, vuelve a su país natal a fin de desempeñar la función de director general de La Escuela Nacional de Bellas Artes. Aduciendo una incapacidad manifiesta para gestionar con éxito las tareas puramente burocráticas abandona el puesto en 1951; no obstante, discrepancias de tipo político con el poder central parecen ser las razones de peso que forzaron su salida. De ahora en adelante dedica su vasta experiencia y capacidades para instruir a potenciales pintores que tendrán en Colson a un referente difícil de igualar. Además en esta última etapa de su vida destacan los recorridos que llevó a cabo tanto por Venezuela como Haití. También poeta y escultor, fallecía a los 74 años de edad a causa de un cáncer de garganta.
Autorretrato (1925).
Por lo que respecta a su estilo navega y evoluciona por diversas corrientes, viéndose matizado por una mezcla de toques surrealistas, cubistas, expresionistas o metafísicos, sin perder en el horizonte su tendencia academicista y clásica por la que siempre se rigió. Centrado en mostrar total atención a la naturaleza humana su obra se decanta hacia el juego medido en la composición, el resalte de las formas y por un cierto rigor geométrico en el estudio de las figuras. Sus cuadros bañados por un intenso colorido, revelan la perfecta conjugación entre lo aprehendido de las vanguardias europeas y su propio estilo personal reflejo de sus raíces americanas. Especial atención merecen la amplitud de recursos que engrosan su técnica junto con la innata y reconocida capacidad para ofrecer al espectador el alma, dolor o divinidad del retratado.
Entre los galardones obtenidos a lo largo de su carrera destacar: El Premio de Honor del Concurso de estampas de América durante su estancia en México (1936), el citado y recibido en Bilbao (1945) o El primer premio en la Bienal de Artes Plásticas de Santo Domingo en dos ocasiones (1960 y 1962).
Como curiosidad resaltar la exposición celebrada en París durante 1949, donde compartió cartel en compañia de su amigo Mario Carreño junto a su admirado y principal referente, el malagueño Pablo Picasso.
La mujer de 40 años (1927).
Naturaleza muerta (Homenaje a Picasso), (1927).
Familia catalana (Inicio de la catarsis) (1928).
Figura metafísicas (Serie de la catarsis), (1930).
Hombre y niño (1932).
Merengue (1937).
El conde Arnau (1947).
Retrato Rafael Díaz Niese (1947).
Baquini y la ciguapa del camú (1949).
Rostros I (1956).
Serie haitiana (1957).
Muchacho con cachucha (1958).