Debéis saber, antes de empezar a leer este post y los que le sucederán, que en Israel, a pesar de hacer algo de turismo, no fui realmente en plan turista sino de peregrinación con mi familia y otra familia amiga nuestra (así pues, que no os extrañe que mi guía fuera un fraile franciscano, ni que nos dedicáramos prácticamente en exclusiva a visitar lugares de culto cristiano remarco en especial lo del culto cristiano, concretamente el católico, para evitar quejas y comentarios poochies. Recordad que ésto es un blog personal y no una guía de viajes)
He de confesaros que al aterrizar el avión en Jerusalén más que emocionado estaba... inquieto a la par que nervioso y somnoliento; y es que tras la charla que nos dieron en la agencia de viajes una semana antes de irnos, en la que entre otras muchas cosas remarcaron que la entrada y salida a Israel y concretamente el control de frontera del aeropuerto es, junto al examen prostático, uno de los momentos más tensos en la vida de cualquier ser humano de sexo masculino; un servidor iba preparado a que le hicieran un interrogatorio en toda regla de esos tan típicos de las pelis cutres de antena 3, le cachearan y le obligaran a mostrar sus gallumbos de dinosaurios a la peoplelotzi. Y tal vez se debiera a que eran las 5:06 de la madrugada, o porque (siendo ésto lo más probable) la información que nos habían facilitado tendía a la hiperexageración, pero en aproximadamente un cuarto de hora habíamos sellado los pasaportes, pasado el control, pillado las maletas y encontrado al mozo que nos debía recibir en el aeropuerto, el cual muy amablemente nos presentó a nuestro buen chófer y al fraile que sería nuestro guía a lo largo de la semana.
Tras adecentarnos un poquito en el servicio del aeropuerto, empezamos nuestra ruta con dos horas de sueño algunos y otros ni eso, y con la conciencia de que el día se presentaba durísimo,
Con el estómago revuelto volvimos al bus para poner rumbo a Haifa, ciudad típicamente costera del país en la que teníamos que visitar el Monte Carmelo y por insistencia del grupo, conseguimos meternos en los jardines Bahá'í (son los de la foto superior). Tras echarnos unas cuantas fotos y disfrutar de las vistas, nos fuimos a San Juan de Acre, una ciudad que conserva muchos elementos de la época de los cruzados y que no pudimos ver todo lo que quisimos porque de buenas a primeras empezó a caer una tromba de agua y nos vimos obligados a emprender la vuelta al vehículo corriendo (ya que los paraguas, como no podía ser de otra forma, estaban en las maletas y aún no habíamos tenido oportunidad de abrirlas)
Tras las visitillas varias, el paseo por Nazaret y tras sufrir la primera de las consecuencias del desayuno lamentable en forma de cólico, nos encaminamos a Canaán, donde los matrimonios de nuestro grupo renovaron sus nupcias para a continuación dirigirnos por fin a Tiberíades, ciudad en la estaba nuestro hotel -el cual, por cierto, nos habían pintado como lamentable y para ser sinceros estaba bastante bien-. Ya en el hotel tocaba duchita y cena, hubo quien en un ataque de enajenación mental se quedó jugando a las cartas, mientras los viejos de espíritu optamos por irnos al catre a velocidad terminal, ya que al cansancio acumulado, se le sumaba que al día siguiente nuestro despertador sonaría a las 7:00. Si os estáis preguntando a la hora a la que se cena, por allí el horario normal es de 18:30-20:00, ya que las 18:00 empiezan a cerrar los sitios.
P.D.: El idioma oficial de Israel es el hebreo, pero por allí TODO el mundo habla inglés y con un conocimiento medio del idioma, es factible defenderse por allí.
P.D.2: La moneda del país es el Shekel, que cuando fui allí estaba a un 4,60 shekel = 1 €; pero por allí y salvo en bazares, mercadillos y tiendas pequeñas aceptan los billetes de euro sin problema (eso sí, el cambio lo dan en moneda de allí)
P.D.3: El resto de la semana que pasé en Israel comimos más o menos bien (salvo el día que fuimos a Belén, que un servidor no comió)