Trabajar de noche también provoca desordenes en nuestro organismo, aunque existen diversos tipos de turnos y, según los especialistas, no todos perjudican por igual. Los que son de rotación rápida se pueden tolerar, pero no los turnos de rotación lenta que implican que cuando el sujeto acaba de acostumbrarse al nuevo horario se le cambia a otro turno de trabajo.
Si las condiciones son normales, el reloj biológico se sincroniza solo. Pero cuando hay cambios bruscos puede haber más dificultades y una pérdida del bienestar.
El cuerpo puede llegar a enfermar. Insomnio, depresión, malhumor, falta de concentración, trastornos digestivos, resistencia a la insulina... son algunos de los posibles resultados. Alteraciones fisiológicas que pueden producir, con el paso del tiempo, un envejecimiento prematuro.
Es cierto que existen personas matutinas, cuyo rendimiento es óptimo de día y sus mejores horas son por la mañana, y personas vespertinas, que funcionan más y mejor por la tarde o noche. Pero la gran mayoría somos indefinidos, es decir, con patrones de funcionamiento intermedios. ¿Recordáis aquello de que "el hombre es un animal de costumbres"...? y más en estos tiempos en los que el mercado laboral exige no tener horario. Pues eso, que el cuerpo se acostumbra y, una vez adaptado, se resiste al cambio.